No hay paz para los verdugos
Jesús Ferrero, reconocido autor de la transgresora y legendaria «Bélver Yin» (1981), nos sorprendía no hace mucho, tras una sólida trayectoria jalonada por la mejor narrativa de signo psicológico-realista, con un relato policiaco, «El beso de la sirena negra» (2009). Protagonizaba esta historia Ágata Blanc, una investigadora fría, dura, algo amoral y un punto emotiva, airada siempre contra la injusticia decidida defensora de «su» verdad. Un nuevo caso desafía la intuición de esta escudriñadora de vidas, dramas y delitos; en «La noche se llama Olalla» asistimos al asesinato de la muchacha que da título al libro, a manos de tres desalmados que la drogan, violan y matan, filmando todo ello con la morbosidad sin límites del mal. El novio de esta joven maquinará una venganza, de enrevesado desarrollo y resolución. Más allá de lo policial, ésta es una historia acerca de ese oscuro territorio de la condición humana, sin empatía hacia el prójimo, con un fuerte componente de corrupción social alentado por la crisis económica. Un mundo desengañado, con escasas esperanzas y sin escrúpulos morales sostiene esta crónica de personajes que no merecen el perdón. El diario íntimo de Olalla guiará esta investigación, será la voz delatora de sus verdugos y el desencadenante de un castigo acaso tan despiadado como el crimen vengado. Una singular novela de culpas y expiaciones.