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Limpiar (y tildar) el esperpento

Luis Alberto de Cuenca, filólogo, y José María Gallego, ilustrador, firman la nueva edición de «Luces de Bohemia», el clásico de Ramón María del Valle-Inclán en la que se acentúa por primera vez a Don Latino de Híspalis

Una de las espectaculares ilustraciones de José María Gallego para la edición de Reino de Cordelia larazon

Luis Alberto de Cuenca, filólogo, y José María Gallego, ilustrador, firman la nueva edición de «Luces de Bohemia», el clásico de Ramón María del Valle-Inclán en la que se acentúa por primera vez a Don Latino de Híspalis.

La miseria del pueblo español, la gran miseria moral, está en su chabacana sensibilidad ante los enigmas de la vida y de la muerte. La Vida es un magro puchero; la Muerte, una carantoña ensabanada que enseña los dientes. Este pueblo miserable transforma todos los grandes conceptos en un cuento de beatas costureras. Su religión es una chochez de viejas que disecan al gato cuando se les muere», la frase que para Luis Alberto de Cuenca «mejor resume el contenido» de la obra que dio inicio al esperpento de Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, 1866-Santiago de Compostela, 1936). Es el académico de la Real Academia de la Historia (RAH) el responsable de la nueva edición que Reino de Cordelia edita de «Luces de bohemia» y a la que pone color un José María Gallego que entró en «trance» con sus ilustraciones: «No podía parar», comenta el dibujante. Volumen que De Cuenca ha limpiado de trabas para facilitar la labor lectora: «Fue una gozada fijar el texto de una manera cuidadosa, aunque he intentado no caer en los ahogamientos que a veces se llevan a cabo en el mundo académico y universitario. Que no se note la acción filológica en un trabajo lo más depurado y fiel al original posible», comenta de una publicación en la que se han añadido «notas imprescindibles para que se pueda entender al completo, pensando siempre en el disfrute del lector. Sin erudiciones propias».

Valle, un «contra todos»

El Valle-Inclán más inconformista. «El hombre que se oponía a todo por sistema», añade De Cuenca. «Quien quiera apropiárselo va de culo porque este autor no es de nadie. Es un contra todos». Un personaje que lo mismo que se sintió fascinado por la Revolución soviética en un momento dado la criticó abundantemente cuando lo vio oportuno. Como también lo hizo con la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Fue ésta una de las circunstancias que cambiaron de las entregas semanales de 1920 a la que se considera la primera edición del clásico, la de año 24. Es a esta última a la que se ha ceñido la nueva obra «porque la otra es incompleta –explica el filólogo–. No tiene sentido ofrecer esas variantes porque resultan limitativas con lo que quería Valle. Digamos que en el 20 hace un bosquejo de lo que tenía en la cabeza y que en la siguiente, la última con él en vida, dice todo lo que quiere. Amplía el número de escenas y matiza algunos aspectos para hacerla más intensa, política e intencionada». Un texto cargado de crítica social y de apuntes sobre la situación política y económica de su tiempo: «Si bien es verdad que esa bohemia no ha sobrevivido, la atmósfera que describe podría ser la misma que estamos disfrutando ahora».

Era el comienzo el esperpento de Max Estrella y Don Latino de Híspalis: «Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada. (...) Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas. (...) La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas», dialogan los protagonistas.

Son esos reflejos del callejón del Gato los que utiliza el autor de la Generación del 98 como metáfora de su idea caricaturesca. Un universo que se explica en el libro: «Es como si los héroes antiguos se hubiesen deformado en los espejos cóncavos de la calle, con un transporte grotesco, pero rigurosamente geométrico. Y estos seres deformados son los héroes llamados a representar una fábula clásica no deformada. Son enanos y patizambos que juegan una tragedia. Y con este sentido los he llevado a “Tirano Banderas” y a “El ruedo ibérico”».

Con todo ello se recrea un Madrid onírico que Gallego ahora pinta con los recuerdos que tiene en la cabeza, «sin pensar en un lugar concreto». Ciudad que es testigo de una trama se desarrolla en apenas doce horas, de las 8 de la tarde a las 8 de la mañana, las últimas de Max Estrella. «Lo que le da una unidad de acción y crea una especie de visión de una ciudad tremenda. Invadida por las crisis sociales, con manifestaciones, con problemas...», enumera el adaptador. Pero la acción de «Luces de bohemia» es la de su protagonista. En el que Gallego se atreve a Corregir al mismísimo Valle-Inclán: «Le he imaginado como describe el autor, que da muchos detalles, aunque cuando se describe como Hermes quiere decir Hefesto, que es el que llevaba barba». Y no ha sido el apunte mitológico el único en el que el volumen de Reino de Cordelia rectifica a Valle-Inclán. Presume De Cuenca de firmar la primera versión en la que se hace justicia con Don Latino de Híspalis, que no Hispalis. «Por fin se tilda una palabra con la que estaba equivocado. Pero es que hasta los más grandes tienen derecho a equivocarse».

En el espejo de Sawa

Max es una figura a caballo entre el propio escritor de Villanueva de Arosa y el bohemio autor de «Iluminaciones en la sombra», Alejandro Sawa: «Un tipo genial que estuvo en París, se casó con una francesa y que admiraba Verlaine», define Luis Alberto de Cuenca. «Le ayudó a sobrellevar su situación de bohemio absoluto, a mantener a una hija a la que tenía que alimentar». La pérdida progresiva de visión de éste, hasta quedarse ciego por completo, es otro de los matices que se recogen en el libro. Como «ese derecho a criticarlo todo» del propio Valle. «La elegancia moral de un hombre que dentro de su disparate y de su constante oposición siempre contaba con una distinción intelectual enorme. Todavía clamaba el modernista que fue. Porque, a pesar de ser un elitista por completo, sabía estar del lado del pueblo cuando tocaba».

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