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Entrevista

¿Cómo funcionaba el Tinder de los años 50?: Care Santos nos lo cuenta en su nueva novela

«El amor que pasa» (Destino) narra la historia de amor entre los padres de la novelista, partiendo de la correspondencia entre ellos

La escritora barcelonesa Care Santos Cedida por la editorial

CuentaCare Santos (Mataró, Barcelona, 1970) que el día de su cincuenta y tres cumpleaños –el primero sin su madre– decidió pasar por el piso familiar para tirar la basura que había dejado preparada el día anterior: estaba ocupada esos días vaciando el despacho de su padre. «Bajo la enésima montaña de papeles, apareció una sencilla caja de cartón gris con mi nombre escrito a bolígrafo en una esquina». Dentro estaban las cartas de amor que su padre le escribió a su madre en los años cincuenta. «El mejor regalo de cumpleaños que mi madre me hizo jamás. El último, dos meses después de su muerte». De ahí, de esa correspondencia entre Antonio y Claudina, entre Sevilla y Barcelona, nace esta bella novela, «El amor que pasa» (Destino), la más personal de la ganadora del Premio Nadal en 2017.

La historia de amor de tus padres es súper novelesca, y habrá quien piense que algo así se escribe sólo. Sin embargo, entiendo que detrás de esta novela hay mucho esfuerzo de contención emocional, de filtración y de ordenación.

Sí, por supuesto, ha sido lo más importante de todo: ordenar la información, dejar cosas fuera, porque había muchísimo que contar y para mí todo era emocionante, pero me tenía que contener. Es una novela que se escribe como hija pero que se pule, se convierte en una novela desde la experiencia de la novelista. Y lo más difícil ha sido podar, dejar cosas fuera. Fue necesario separarse un poco sentimentalmente para poder escribir una novela con ese material.

La correspondencia es fundamental en el enamoramiento de tus padres. ¿Crees que hoy, con la mensajería instantánea y las apps de citas, se podría dar una historia así?

Bueno, las relaciones a distancia siguen existiendo. Además, ha sido irónico porque mientras escribía esta novela he tenido muy cerca una relación a distancia de características similares entre dos jovencitos muy cercanos. Lo que ha cambiado es la tecnología que tenemos a disposición, que, por desgracia, es tan inmediata, que tal vez hace que perdamos cierta solemnidad. Antes, las cartas contenían algo como más íntimo, más meditado. Ahora, están todo el día hablando, y si fuera grabable, no sé de qué manera sería transcribible o qué legaríamos a las generaciones futuras. Porque la inmediatez hace que el material que compartimos no sea tan importante.

También se pierde el elemento romántico y el compás de espera.

Claro, los tempos hubieran sido muy distintos si hubieran tenido ellos la rapidez de los transportes y la inmediatez de las comunicaciones, por supuesto. Mi padre, que le entraron esas prisas tan irracionales desde el primer mometo, si hubiera tenido los medios de los que disponemos hoy hubiera estado en Barcelona a los diez días. La correspondencia se alimentó de esa distancia y de esos impedimentos que había entre ellos.

¿Uno no elige de quién se enamora?

Yo nunca he estado muy de acuerdo con esa frase: será porque derivo de esta historia. En el caso de mi madre tenía muy claro que quería un sevillano, y sobre todo tenía muy claro de quién no quería enamorarse; y mi padre también, porque cuando le habla de su mujer ideal, mi madre sí cumple ese perfil. Todos tenemos más claro de quién no nos enamoraríamos.

Entiendo que las cartas te dan el esqueleto de la historia, pero que has tenido que darle cuerpo con la ficción, sobre todo en los detalles.

Cuando te enfrentas a historias familiares te das cuenta que detalles conoces pocos; conoces el esqueleto de la historia. En este caso era distinto, porque las cartas dan taaantos detalles, sobre todo de las emociones, pero también del modo de vivir de cada cuál, de la forma de expresarse... En ese sentido he sido una privilegiada, y he añadido poco, la necesaria argamasa para que la historia funcionara.

Tu madre dice que se vuelve a enamorar de tu padre releyendo la correspondencia. ¿Hay una idealización en las cartas?

Yo creo que hay una idealización evidente. También creo que es necesario que una vez conoces a la otra persona esa proyección y la realidad coincida, si no en todo en una buena parte, porque si no la historia fracasaría. En mis padres coincidió bastante las expectativas que se habían construído con la realidad de quien encontraron. Luego, la cosa se truncó por otras razones. Pero yo no quería que el momento en que se truncara y todo lo que vino después formara parte de esta novela; quería contar la historia del incio. Tampoco quise hacer una novela epistolar, porque quería una estructura más dinámica: una novela sobre la correspondencia, no con la correspondencia.

Tu padre, además de mucha poesía, escribió dos novelas que nunca publicó.

Algo creo que terminaré haciendo con esas dos novelas: hay una histórica y una mucho más contemporánea basada en una experiencia que el tuvo como médico. Me sorprendieron mucho, muy gratamente, las dos novelas: empecé a leerlas con mirada benevolente y pronto me di cuenta del error.