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Botero, un artista universal y de influencias

Artika publica «Vía Crucis», una nueva edición numerada y única en la que rinde homenaje a una de las series más importantes de la trayectoria del pintor

Excepto Pablo Picasso, considera Fernando Botero que ningún artista considerado de entidad ha representado a Cristo durante el siglo XIX o XX, así como que tampoco existen imágenes impresionistas que aludan a la religión. No obstante, su experiencia y sus estudios, así como las influencias artísticas que han ido modelando su pincel, le han transmitido la obligación de interpretar en sus cuadros la vida y pasión de Jesucristo. El pintor, escultor y dibujante colombiano, que nació en Medellín en 1932, vivió una época bastante nutritiva a nivel creativo durante los años 50, cuando viajó a Florencia. En la cuna del renacentismo estudió la pintura al fresco de maestros como Miguel Ángel o, más especialmente, Piero della Francesca. De este último aprendió el uso del color para expresar el volumen, lo que recibió como un gran impulso hacia la depuración de su original técnica. Es por ello que estos férreos aprendizajes, los más importantes que ha obtenido en su carrera, llevaran consigo la necesidad de pintar esa imagen religiosa que, entre 2010 y 2011, dieron como fruto una de las series más importantes de Botero: «Vía Crucis».

Compuesta por 61 pinturas y dibujos, este conjunto de creacioens resultan una interpretación desde el «boterismo» del camino a la cruz que realizó Jesucristo y que se refleja en el Nuevo Testamento. Se trata, estilísticamente, de un giro radical hacia una iconografía clásica que impulsaron las obras de otros artistas de referencia para el colombiano, como Giotto o Velázquez, entre otros. De esta manera, Botero trabajó durante cinco meses en este proyecto antes de presentarlo por primera vez en 2011 en la galería Marlborough de Nueva York. Y, si bien pensó en poner estas obras a la venta, con unos precios que alcanzaban los 60.000 dólares, finalmente decidió rendir homenaje a lo que también inspiró cada trazo de su lápiz o pincel: a Colombia. Donó las 61 obras que componen «Vía Crucis» al Museo de Antioquia, ubicado en Medellín, y desde entonces el artista siente que su conexión con sus orígenes y aprendizajes vitales se ha fortalecido de manera considerable.

Ahora, como un homenaje aún más internacional hacia su obra y su tierra, se ha impulsado un nuevo proyecto de la mano de la editorial Artika, especializada en libros de artista y caracterizada por producir ejemplares únicos y de gran valor. El sello ha convertido la obra cumbre que Botero donó al Museo de Antioquia en un volumen de edición numerada y limitada. «Recomiendo muchísimo esta obra de Artika porque es un esfuerzo maravilloso para llevar una de las series más importantes de Botero a la cotidianeidad de las personas», explica Camilo Castaño, curador del museo antioqueño. Por tanto, acerca al público, añade, «una revisión de toda la trayectoria del artista, precisamente por los homenajes, menciones y alusiones a artista que han acompañado el desarrollo de su pintura a lo largo de tantos años. Es una serie que muestra la madurez de un pintor que ha buscado respuestas a su necesidad vital de pintar en muchos momentos de la historia del arte. Que ha involucrado su visión no solo en aspectos religiosos, sino políticos, que enriquecen la lectura total de su obra».

Una declaración de principios

El volumen –el conjunto de la obra tiene un precio de 4.500 euros y está numerado a 2.998 ejemplares–, por tanto, recoge la serie «Vía Crucis», pero no completa, pues de las 61 pinturas y dibujos que la componen, Artika ha seleccionado para reunir los 34 dibujos del conjunto. Explica María del Rosario Escobar, directora general del Museo de Antioquia, que estos dibujos «representan la capacidad del maestro Botero ante esta técnica. Podemos ver cómo resuelve tan magníficamente alguna de estas escenas». Y es que el artista siempre le ha dado «una gran importancia al dibujo, porque es la base de todo. Es decir, no se puede pensar en ningún artista sin pensar en su capacidad de dibujo. Además, el dibujo es el estilo, no es el color, es una declaración de principios, la identidad de un pintor», explica Botero, «el dibujo es la base de todo, y sin saber dibujar es muy difícil crear algo que sea realmente importante».

La elaboración de esta obra le ha llevado a Artika aproximadamente 4 años, tiempo en el que especialmente se han enfrentado al reto de reproducir de manera fiel cada dibujo de «Vía Crucis». «Hemos hecho partícipe a Fernando Botero de todos los procesos, tanto de la aprobación de pruebas de color como de los papeles que utilizábamos o los diseños. La implicación del artista y la del Museo han sido muy importantes y constantes», confirma Macarena de Eguilior, directora editorial de Artika. El resultado es un estuche-expositor, con un diseño elegante y que incorpora dos planchas de metacrilato transparente, en el cual se incluyen el Lilbro de Arte y el Libro de Estudios. El primero, de 152 páginas, es el que incluye los dibujos de «Vía Crucis», láminas pegadas con tres puntas de cola y que reproducen con absoluta fidelidad estas creaciones realizadas a lápiz y acuarela sobre el papel. La portada es una imagen inédita, impresa sobre tiela de lienzo, que forma parte de un detalle de «Cerca de la Cruz» (2010), óleo en el que Botero representa a María Magdalena. Asimismo, cada lámina contiene «páginas de color rojo semitransparentes, donde hemos puesto textos del Nuevo Testamento que ilustran momentos de la pasión y muerte de Jesucristo», detalla De Eguilior. En cuanto al Libro de Estudios, con 200 páginas, apunta la directora que «han colaborado autores muy prestigiosos para hablar de la obra de Botero». Es el caso de Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la UNESCO, que muestra la gran contribución del artista en cuanto a la universalización del arte, así como David Ebony, crítico estadounidense que repasa las características que hacen del «boterismo» un estilo mundialmente admirado.

Esta edición del «Vía Crucis» es, en definitiva, de gran valor por varios motivos. Por un lado, porque rinde homenaje a una obra del artista que resume su desarrollo y trayectoria artística. Es una serie que responde como síntesis de las influencias de Botero, así como una profundización en su mundo interior con referencias a su tierra natal, incorporando algunas obras detalles que remiten a paisajes y calles de su infancia. Por otro lado, porque el lanzamiento de este cuidado volumen de Artika conmemora la década desde que regalara estas obras al Museo de Antioquia, así como una celebración de los 90 años del artista, que cumplió el pasado 19 de abril. Una celebración, por tanto, de una producción clave de un artista que con su pincel se arraiga a sus orígenes para representar cómo las emociones humanas transcienden culturas, épocas y creencias, tal y como se viene demostrando desde que se comenzó a representar en la historia del arte el «Vía Crucis» como la mayor comprensión de la universalidad del sufrimiento.

Una experiencia individual
Botero pertenece a ese reducido grupo de artistas que son capaces de crear un lenguaje visual personal, reconocible al instante y que traspasa cualquier barrera cultural. Sea pintura, escultura o dibujo, son las formas redondeadas que protagonizan sus creaciones las que han dotado a este pintor de una personalidad única, así como lo han sido sus interpretaciones a la cultura hispánica o a otros grandes artistas. Ahora, esta tradición pictórica tan global se vuelve individual, pues en el volumen producido por Artika se permite personalizar la relación entre persona y arte. Además, mantiene esa dualidad de ser un volumen apreciado como libro o como obra de arte, dado el proceso creativo que también conlleva realizar este tipo de valiosas piezas.