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Literatura
Una historia de amor-odio hacia Perú
Carlos Dávalos perfila su talento con «La pólvora y los inocentes», XL Premio Jaén de Novela

Escribió Balzac que «las novelas son las historias privadas de las naciones». Fijan la atención no tanto en los hechos como en sus trasfondos, basándose en la emoción para provocar reflexión o movimiento. Aquellos recovecos donde se esconde el detalle de la individualidad es donde no llegan los libros de historia, pero sí la narrativa. El novelista «no es un historiador, sino alguien que escarba en la condición humana, y debe plantear preguntas más que ofrecernos respuestas», define el autor peruano Carlos Dávalos. Nacido y criado en Lima, el también periodista defiende que para un escritor «la memoria [la individual incluso más que la colectiva] lo es todo. Es allí donde suele estar la materia prima». Y es ahí donde se ha situado para, desde las emociones y lo humano, articular una obra sobre una de las épocas históricas más sangrientas de su país. Publica «La pólvora y los inocentes» (Almuzara), ganadora del XL Premio Jaén de Novela y que arranca en 1980, cuando un grupo de guerrilleros se alza en armas en los Andes y declara la guerra al Estado peruano.
El de Sendero Luminoso fue un terror perpetuado por una minoría, un baño de sangre que termina con la opresión del hombre por el hombre y que sumió al Perú en la miseria. Tras este escenario, Dávalos sitúa al lector veinte años después, junto al joven periodista Julián Mendieta, quien trata de descifrar cómo su país pudo sumirse en una escalada de violencia que costó la vida a miles de personas. «Afortunadamente no hubo bandos», describe el autor, «hubo una minoría de fanáticos ideologizados que quisieron imponer sus ideas por la fuerza, y también un grupo de militares que actuaron al margen de la ley y del Estado de derecho». ¿Qué hay, por tanto, con el resto de la sociedad? «No pertenecían a ningún grupo. Hubo muchas víctimas inocentes, eso sí, y lo importante es no olvidarlo para que no se vuelva a repetir».
Entre el dolor y el descontento
En su ejercicio periodístico, el protagonista se entrevista con dos personas: Benedicto Jiménez, el policía que capturó a la cúpula de Sendero Luminoso, y Samin Palomino, que, al salir en busca de su hermana, capturada, fue enrolado en el Ejército Guerrillero Popular. Dos historias que Dávalos va alternando con un tono policíaco para nada casual: «En 1990 se formó el GEIN, Grupo Especial de Inteligencia Nacional, formado por policías que finalmente capturaron al líder Abimael Guzmán sin usar la violencia, solo a través del rastreo y el espionaje. Me interesaba rescatar eso y contar el día a día de un reportero de crónica roja y policiales», explica el autor.
Un grupo que, además, Dávalos conoció de primera mano, pues la base de su documentación o, más bien, «uno de los gérmenes del libro» fue conocer personalmente a Benedicto Jiménez, jefe del GEIN. «Hace unos años lo entrevisté en Lima para hacer un reportaje sobre la captura de Abimael Guzmán. También entrevisté a algún personaje que aparece en la novela. Para el caso de Samin Palomino, me sirvió también mucho la autobiografía de Lurgio Gavilán, “Memorias de un soldado desconocido”, que cuando era niño fue capturado por las huestes de Sendero Luminoso», explica un autor que, además, no descarta su vinculación personal con Mendieta, en su perfil de «muchacho que se gana la vida como periodista mientras a escondidas escribe relatos».
Con «La pólvora y los inocentes», por tanto, Dávalos no sólo perfila su talento en la novela, sino que además se deshace de la inquietud o impotencia que le provoca el sufrimiento pasado de su país. «Más que desde el dolor, esta novela la escribí desde el descontento, desde la relación amor-odio que tengo con el Perú», asegura, y se refiere a esa tristeza de ver «cómo la condición humana puede llegar a tales niveles de barbarie y sinsentido». Pero, ante todo, anima a acercarse en la reflexión ante la tragedia, pues ésta «nos muestra el peligro que acarrea el fanatismo político». Abimael Guzmán buscaba que su partido fuera el único Partido Comunista del Perú. En sus congresos partidarios, apunta Dávalos, «sus miembros cantaban la Internacional Socialista con el puño levantado». Ante esto, reivindica que «el fascismo, entendido como el uso de la violencia para imponer una ideología, también puede ser de izquierdas».
¿Cómo llega una novela como la suya hoy? ¿Sigue doliendo esta historia? Actualmente los postulados de Sendero Luminoso «no tienen cabida alguna en la sociedad peruana», afirma Dávalos, «generaron tanto rechazo que es difícil que se vuelvan a encender. Pero ninguna sociedad está libre del fanatismo y de volver a caer en la tentación del extremismo ideológico», advierte. Ante ello, siempre quedarán las novelas, rescatando las emociones de la memoria.
Una verdad escondida tras varias mentiras
►Al otorgarle el Premio Jaén de Novela a Carlos Dávalos, el jurado subrayó «un certero retrato de personajes que combina sabiamente lo documental con lo puramente imaginativo». Incide en este sentido el autor, que también ha publicado el libro de relatos «Nadie sabe adónde ir» y la novela «La furia del silencio», que «las novelas son mentiras que transmiten verdades. La novela siempre debe despertar miedo, risa, asco, amor o empatía. Más que imponer certezas, su labor es la de sembrar dudas».
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