
Sección patrocinada por 

Entrevista
Juan Beltrán: "En España te mueres de hambre con la poesía"
Acaba de publicar 'Invierno y silencio', donde el periodista sigue la estela de dos de sus maestros: Bécquer y Juan Ramón Jiménez

La poesía siempre ha estado presente en la vida de Juan Beltrán (Baeza, Jaén, 1957). «He escrito en los sitios más insospechados», cuenta el autor: en el tren, cuando «subía y bajaba a mi pueblo»; o cuando de pequeño «me aburría en clase». Y ahora, que ha hecho «limpieza», han aparecido poemas «por todos los sitios», asegura el también periodista de esta cabecera.
No falló a su cita con los ripios ni en la mili. Estando de maniobras tampoco perdonaba y se arrancaba a escribir unos versos. O «en el campo viendo un atardecer. Ahí también sacaba el boli», promete quien no tiene tiene un proceso de escritura pautado, «no es lineal». «Unas veces lo coges, en otros lo abandonas... Hay momentos más inspirados y otros más prosaicos en los que vives otras cosas en las que en lo último que piensas es en escribir».
Mientras su hermano, como otros tantos niños, se gastaba la paga de los domingos casi al mismo tiempo que la recibía, Beltrán «la guardaba para tebeos y libros». Todavía conserva su primer Bécquer. «Está amarillento por el tiempo», pero eso no hace más que darle valor: «Para mí es una joya». Estas «Obras completas» fueron el principio de un poeta que, cuando mira atrás, se encuentra «haciendo ripios desde que tengo uso de razón».
Deseos y preocupaciones
Cuando hoy coge todos aquellos papeles que intercalaba en las páginas de sus libros de Bachillerato, sostiene que «se nota la bisoñez»: «No había bagaje cultural». Juan Beltrán tenía ya por entonces «una concienciación y una inquietud» por el tema cultural que no ha perdido a día de hoy. Pasó su juventud en Baeza entre exposiciones, juegos florales de declamación de poesía y la revista que fundó junto a otros compañeros. Estaba abriendo la puerta (de par en par) a los Machado, Rimbaud, Baudelaire, Miguel Hernández, Aleixandre, Gimferrer... Y Juan Ramón Jiménez, por supuesto: «Mi dios en poesía. Fue un descubrimiento deslumbrante».
En el tintero, eso sí, le ha quedado, por el momento, escribir una novela. «Me hubiera gustado, pero el talento da para lo que da», ríe un hombre que, durante los años que fue profesor, empleó la poesía para llegar a su alumnado.
Lo que sí es un hecho es «Invierno y silencio», el poemario que acaba de publicar en Círculo Rojo y con el que presenta un muestrario de sus deseos y de las preocupaciones que le comen por dentro. Cumple así Beltrán un sueño de siempre. «Me he presentado a muchos premios de poesía, pero no por ganarlo, sino como forma de publicar y también, hay que decirlo, como termómetro de mis trabajos». Mucho menos lo hace por dinero: «Con la poesía, en España, te mueres de hambre. No es que sea secundario, es que ni existe». «Y luego», prosigue, «está la duda de si será bueno o si tendrá la calidad suficiente».
"Ser poeta es una forma de mirar el mundo y la vida. Es tener una sensibilidad especial"
Una incógnita que desapareció cuando le presentó el escrito a uno de los maestros que tuvo en Periodismo. «En todos los años que llevo dando Literatura, nunca me habían entregado un poemario como este», le respondió el profesor de la Universidad Rey Juan Carlos.
Así, entre las páginas de «Invierno y silencio» aparecen textos de diferentes épocas (de la juventud a la actualidad) en los que la temática no se altera, «es la misma», sin embargo, sí «cambia la percepción», apunta el autor y periodista: «El paso del tiempo para mí ha sido un elemento principal. No lo vives igual cuando eres joven que cuando eres mayor; o la búsqueda de sentido a la vida», responde.
Ni mejor ni peor que nadie
También le ha marcado la pauta el desencanto social. «Mucho», resopla. «No sé si es porque mis experiencias amistosas han sido casi todas negativas... No sé si es porque pongo mucho entusiasmo en las relaciones sociales y la gente las vive de otra manera». Le enerva la hipocresía social: «Me produce mucho rechazo. Me resulta desolador. Me hunde. La gente no tiene palabra, aunque eso no es un fenómeno actual: la condición humana es siempre la misma. Solo ha cambiado que antes se iba con un libro en la mano y ahora con un móvil».
Para Beltrán, «hay gente que escribe versos pero no es poeta... y poetas que no escriben versos. Ser poeta es una forma de mirar el mundo y la vida. Es tener una sensibilidad especial. No te hace mejor ni peor que nadie. Miras los gestos de humanidad de otra forma. No es quedarte embobado viendo una puesta de sol, que también, es enfocar la vida desde otro punto de vista. Ver las cosas desde ahí tiene consecuencias: por un lado, te puede llevar a la soledad, al aislamiento, a la frustración... Hay una parte negativa, que es la de que las expectativas no se cumplen. Idealizas todo. Y la vida no es tan ideal. Pero igualmente hay momentos positivos de elevación interior. Puede parecer ñoño, pero te hace disfrutar internamente», desarrolla el poeta.

- «Invierno y silencio» (Círculo Rojo), de Juan Beltrán, 72 páginas, 17 euros.
✕
Accede a tu cuenta para comentar