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“La posmodernidad en jaque” o el subjetivismo de moda frente a los valores trascendentes

Los escritores y filósofos Julio Borges y Javier Ormazabal publican un ensayo que pone en diálogo a C. S. Lewis y Gianni Vattimo para analizar el debate social y político actual

Julio Borges, uno de los autores del libro
Julio Borges, uno de los autores del libroLa Razón

El término posmodernidad es un concepto complejo, con muchas aristas, ampliamente discutido y usado desde distintas perspectivas. Surgido como movimiento a finales del siglo XX, su área de influencia abarca todos los campos y disciplinas del arte y la cultura. Puede decirse que se caracteriza por su oposición al racionalismo y su culto predominante de las formas, el individualismo y la falta de compromiso social. “Básicamente, la Posmodernidad opera en la crítica a la Modernidad y en la ruptura de todas las narrativas fuertes bajo la razón de haber sido subjetivas y siempre instrumentos de poder”, explica el filósofo Javier Ormazábal, que junto a Julio Borges, Doctor en filosofía y ex-presidente del parlamento de Venezuela, han escrito “La posmodernidad en jaque. Un debate entre C.S. Lewis y Gianni Vattimo” (Letras Libres). Un libro que podría leerse como la disputa entre una posición metafísica y conservadora representada por la filosofía perenne de Lewis y otra posmoderna o progresista por Vattimo, fallecido recientemente, un diálogo entre dos autores opuestos para analizar el debate social y político actual, así como del futuro de las sociedades que acepten una u otra opción como cosmovisión general.

¿Por qué Vattimo vs. Lewis?

JO: Vattimo sintetiza de manera muy sistemática las ideas posmodernas del hombre promedio. Propone una nueva forma de interpretar la realidad que llama “pensamiento débil”, que permite interpretar el conjunto social en todas sus ramificaciones, educación, religión, historia, política…una cosmovisión completa y sistemática muy fértil porque tiene muchas respuestas, aunque sean erróneas. Lewis escribió “La abolición del hombre”, un libro que constituye la piedra fundamental de este debate, un ensayo que llama la atención sobre el subjetivismo de moda, una llamada a la reflexión y recuperación de los valores objetivos y trascendentes del camino de la formación de la virtud al que llama Tao para marcar que no se trata de una cuestión meramente religiosa, sino un debate universal relacionado con la ley natural y la naturaleza humana. Dos posturas muy claras y sistemáticas, y, por tanto, fáciles de confrontar.

Vattimo sintetiza el pensamiento hegemónico posmoderno, que es “el pensamiento débil”. ¿En qué consiste y cuáles han sido sus influencias?

JO: -Las influencias más destacables son Nietzsche, en el sentido de la muerte de Dios y la metafísica y su famosa frase, “no hay hechos, solo interpretaciones” y Heidegger con ideas relativas a la posmetafísica y la interpretación del ser, no como algo fuerte y firme, sino eventual, una construcción histórica circunstancial en cada comunidad o civilización. Entre ambos, Vattimo hace una nueva construcción sistemática que llama “el pensamiento débil”, cuyos principios son la caridad, la “caritas”, propone una hermenéutica débil que fundamenta poder interpretar libremente cualquier narrativa, ya que la naturaleza humana no existe, las narrativas objetivamente son falsas y no hay trascendencia, para ser feliz lo que debe y puede hacer el hombre es tomar las narrativas que quiera y se amolden a él para dar a su vida el sentido que desea. Por ejemplo, puedo usar el cristianismo o el transexualismo si me viene bien o cambiarlo por otra narrativa, sería la negación de toda objetividad para hacer emerger todas aquellas visiones minoritarias que, según Vattimo, han estado sin voz ni voto, porque si existe la verdad y se defiende, la belleza, el bien, lo objetivo y trascendente, conseguimos justificar la violencia dogmática y el fundamentalismo para imponer su visión.

Como antídoto, Lewis propone el camino del Tao

JB: Lewis termina “La abolición del hombre” con un apéndice donde analiza diferentes culturas, egipcios, griegos, precolombinos…y dice que en todas ellas y sin conocerse, ha habido un núcleo compartido de valores fundamentales. No se trata de un código, sino de cosas simples que crean una comunión y esa naturaleza humana que une a todos es el Tao. Vattimo niega esto, para él, cada cultura es un planeta diferente, con códigos y valores distintos, no hay nada universalmente compartible entre diferentes culturas y tiempos, cada una es una construcción histórica única y la verdad es relativa al lugar y al tiempo. Ese es también el gran debate de nuestro momento, donde se cuestiona permanentemente qué es la verdad o si los valores son algo que realmente compartimos los seres humanos o algo que construimos como traje a la medida.

¿Existen valores o verdades objetivas en la moralidad?

JO: Lewis demuestra que sí existen a pesar de la corriente subjetivista que quiere hacer pensar que todas las narrativas han sido cosmovisiones circunstanciales de particulares, de cada quien o cada comunidad y, por tanto, no hay nada de universal y válido para todos. Él hace una recopilación de todo tipo de máximas que divide en categorías, por ejemplo, la ley de la benevolencia general y la particular, deberes de honrar a los mayores y a los ancestros, la ley de justicia sexual, de misericordia, de magnanimidad…hace un agrupamiento de valores mínimos, pero muy sólidos, que son universales y válidos para toda civilización de cualquier tiempo y lugar. Lewis entendería que Vattimo es un innovador que niega estos valores compartidos para hacer valer ese nuevo pseudovalor del máximo subjetivismo.

¿Esos valores deben ser necesariamente religiosos y trascendentes o al ser transversales pueden ser simplemente humanos y no trascendentes?

JO: Necesariamente religiosos, no, porque se basan en el concepto de la naturaleza humana y puede hablarse de ella en un sentido religioso en cuanto que hay una ley natural inscrita en el corazón de los hombres, pero también desde un punto de vista meramente filosófico, incluso inmanente. Hay una naturaleza que no tiene por qué ser una sustancia fija, un producto matemático o un robot que deba cumplir unas reglas, lo que se observa es que el ser humano está llamado a una vocación y para realizarse plenamente no puede dictarse a sí mismo los valores, porque somos tan complejos que podemos ir en contra de la razón y de nosotros mismos. Que no necesiten ser religiosos no significa que no apelen a la existencia de Dios, el propio Lewis divide esos valores objetivos en obligaciones frente a Dios, frente a los demás y frente a sí mismo, que son compartidos por todas las culturas, que no son exclusivamente religiosos, aunque también los incluyen.

¿Vivimos en la época del relativismo

JB: Sí, es el soberano que gobierna porque no podemos negar que hay muchas cosas relativas y opinables en la vida que pueden mantener un debate permanente. No se trata de oponer al relativismo el fundamentalismo, es decir, al relativismo de Vattimo no oponemos el ayatolá fundamentalista de Lewis, sino que, simplemente, es cierto, bonito y bueno que en la vida muchas cosas son relativas, libres y opinables, sin embargo, hay un núcleo innegociable y son valores, el de la vida, la dignidad humana, hacer con otro lo que quieres que hagan contigo…es decir, una semilla común de valores que configuran una vida que después es plural, abierta y relativa. No se trata de contraponer dogma versus relatividad, sino del equilibrio natural.

¿Qué concepto de libertad tienen uno y otro?

JO: Esta pregunta sintetiza la esencia del debate, hay una libertad negativa de Vattimo y una positiva de Lewis. La negativa se basa en decir “no” a los obstáculos que impiden llevar a cabo mi proyecto de vida como yo quiero, es una libertad pasiva que no requiere esfuerzo y totalmente divorciada de cualquier perfeccionamiento humano porque se refiere a una especie de derecho de hacer lo que yo quiera, siempre y cuando no colisione con la libertad de otros, es la libertad caprichosa que la posmodernidad enarbola y hace imperar, que por una parte es el libre albedrío, que no es un fin, sino un medio para los verdaderos fines del hombre que son el perfeccionamiento humano, el amor, el florecimiento de la virtud y la felicidad, que sería la libertad positiva que propone Lewis, que advierte que una libertad negativa puede derivar en un auto-sabotaje o en un atentado contra nuestra propia dignidad e integridad como personas.

¿Para Vattimo el nihilismo es una forma de libertad, y, por tanto, algo positivo?

JB: Totalmente, eso es lo que lo hace atractivo, porque muchos autores ven el nihilismo con pesimismo o con una visión sombría y quizá lo que lo hace diferente a toda esa visión posmoderna y existencialista es que para él, el nihilismo es una gran noticia, un motivo de libertad porque significa que las cosas son como yo las interpreto y punto, y soy tan libre como yo interprete la realidad en cuanto a mi subjetividad, mis emociones y mis deseos. Con esta visión de Vattimo se abre una enorme posibilidad de ser uno mismo un creador de narrativas, fabulas e interpretaciones, donde nadie puede decirme que lo mío no es verdad porque “no hay hechos, solo interpretaciones”, por tanto, cada quien es soberanamente libre de crear su propia visión de lo que quiera y, al final, el mundo no es otra cosa que un enorme jardín donde cada quien está viviendo su cuento.

¿Por qué Vattimo gusta hoy más que Lewis o por qué se impone el pensamiento débil al Tao?

JO: Un motivo sería las agendas interesadas en imponer un pensamiento débil para mantener el poder y usarlo ante la falta de valores fuertes y barreras morales, Estados fallidos, entidades supranacionales, asociaciones poderosas a las que viene muy bien esa falta de criterio moral para que nada moleste sus proyectos empresariales, políticos o ideológicos, y esta sería la perspectiva social. Pero hay también una perspectiva moral interna de cada uno que hace más tentador basar la vida propia en esa libertad negativa caprichosa, que en la positiva que exige trabajo. La opción de Lewis es más exigente, pero más interesante porque está llena de contenido y reporta más felicidad. En el corazón del hombre, ante cualquier decisión, siempre está la tentación de lo fácil, lo que apetece, lo que alegra mis sentidos más bajos y la opción más difícil, pero que a la larga mejora el interior de la persona y la hace más feliz.

¿La perspectiva filosófica de Vattimo es en la práctica una agenda política?

JB: Totalmente, y eso no es especulación sino una realidad, aunque Vattimo quiere persuadirnos de este pensamiento que debería llevar a una política y una democracia débil, en realidad abrazó ideas muy fuertes, fue marxista mucho tiempo, después quiso dar una nueva interpretación y creó el comunismo hermenéutico, pensaba que Lula, Chaves, el peronismo o Evo Morales eran modelos que Europa debía seguir para renovar la democracia porque defendía esa visión marxista-socialista de la realidad. Tras su filosofía se esconde una agenda, no solo política, sino de poder, porque llevada a ella, que cada quien interprete y decida como quiera y avance según sus emociones, solo tiene la posibilidad de desembocar en tiranía, es decir, si el pensamiento débil es verdad, llevado a la política resulta que cualquier gobernante termina siendo el gran intérprete o hermeneuta en la realidad e imponiéndose, como decía Lewis, como gran controlador de la sociedad y eso es lo que estamos viviendo ahora en todas partes, en EE.UU, América latina y Europa.

¿En qué campos de esa agenda libran su batalla ambos pensamientos?

JO: Para bien y para mal son pensamientos muy fértiles en sentido positivo y negativo. Lewis escribe su libro pensando en la Educación, inspirado en libros de texto que ya empiezan a promover ideas subjetivistas que proponen una especie de subversión moral que acaban impregnando, política, religión, cultura, comunicación, arte… todas las dimensiones sociales. Para Lewis, Vattimo sería un innovador, uno de esos revolucionarios morales que proponen la destrucción de los valores objetivos en todos los ámbitos y con este debate, lo que está en juego no son unas propuestas intelectuales en abstracto, sino confrontaciones reales del día a día que se pueden ilustrar, como son los casos que hemos elegido para ejemplificar que empapan la educación, la política, el arte o el periodismo, donde empezamos a ver cómo en nombre de unos principios de tolerancia, pluralidad y libertad, acaban imperando medidas totalitarias como la quema de cómics de Astérix, los sistemas de vigilancia chinos, esculturas invisibles de 15.000 euros o la castración química de un hijo y toda esa red de fenómenos que parecen inconexos, al final son la textura de estos tiempos posmodernos que vivimos.