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Mercedes Salisachs, 97 años de literatura

La autora de «El volumen de la ausencia» celebra hoy su cumpleaños
larazon
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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Es la escritora más longeva en activo. Y no descansa: prepara ya un texto autobiográfico, «Momentos»
Al margen de las modas y con las ganas de seguir al frente del cañón literario, Mercedes Salisachs cumple hoy 97 años, una vida consagrada a la letra impresa. La autora publicó hace unos pocos meses su última novela, «El caudal de las noches vacías» (Martínez Roca), obra que ella misma calificó como su «testamento literario», aunque en la actualidad sigue trabajando en un nuevo libro de carácter autobiográfico. Con una extensa obra a sus espaldas, además de ser ganadora de varios importantes premios literarios, ha logrado construir una incuestionable producción con el paso de los años, desde que se dio a conocer en 1942 con «Los que se quedan». La autora habló largamente con LA RAZÓN y valoró desde su despacho, un micromundo dentro del suyo, lo que ha sido su carrera, larga y fructífera, en la que «escribir ha sido para mí algo muy necesario. Creo que exponer y extraer consecuencias del comportamiento del ser humano ha marcado y ha sido el denominador común en todas mis novelas». Precisamente esa introspección es la que aflora en la mayoría de sus títulos, especialmente en «La gangrena», ganador del Premio Planeta en 1975, «La conversación», «El último laberinto» o su más reciente trabajo, «El caudal de las noches vacías». Son libros que no dejan indiferente al lector, fruto de un arduo trabajo por parte de Salisachs. En este sentido, apunta que «nuestra vida está llena de altos y bajos, pero al final la capacidad que tenemos para reconocer y enmendar nuestros errores es lo que nos ayuda a encontrarnos con esa paz que tanto ansiamos interiormente».
Su última novela sufrió diferentes procesos de escritura, hasta el punto de que la autora destruyó el primer borrador para empezar de cero. Ella recuerda que «en toda novela que emprendo realizo siempre varias versiones. Y en concreto en esta última había una serie de elementos de esa primera versión que necesitaba replantear desde otro punto de vista, y en ese proceso ha desaparecido algún personaje y he incorporado otro con el que no contaba en un principio», explica la escritora.

El aplauso de Jardiel

Pese a su avanzada edad, Salisachs sigue manteniendo el ritual de siempre, el mismo que la ha convertido en un nombre de referencia seguido por miles de lectores de distintas generaciones. Aún hoy sigue fascinada por la posibilidad de contar historias que puedan atrapar al lector, pese a los treinta y seis títulos que ya ha dado a conocer, en los que tienen cabida la novela, el cuento e incluso el teatro, algo que le llevó a conseguir el aplauso de alguien tan exigente como Enrique Jardiel Poncela. Cuando se le pregunta por la cocina de sus libros, por el proceso de elaboración de cada uno de sus relatos, lo ejemplifica con lo vivido con «El caudal de las noches vacías»: «Como en todas mis anteriores obras, durante varios meses la idea estuvo rondando en mi imaginación antes de ponerme de lleno delante de la máquina de escribir. Una vez empezada, trabajé con ella durante casi un año y después la dejé de lado para escribir otro relato que tenía pendiente. Cuando volví a retomar lo escrito, primero revisé y corregí el texto que ya tenía escrito durante varias semanas y, cuando me disponía a proseguir el desenlace de la novela, descubrí que mis dedos ya no tenían la fuerza suficiente para oprimir las teclas de la máquina de escribir, y no tuve más remedio que terminar la tercera parte que me quedaba por escribir, a mano. Día a día notaba que mi mano derecha iba perdiendo fuerzas, por eso mismo los últimos meses han sido casi una carrera contra el reloj. Escribía todos los días de la semana, mañana y tarde, y corregía hasta altas horas de la noche para volver al día siguiente a retomar el texto, que me pasaban a limpio a medida que yo lo iba escribiendo. Y así día tras día», relata del método seguido.
Salisachs, incansable, trabaja hoy en un nuevo proyecto llamado «Momentos», en el que recopila fragmentos y pensamientos de lo que ha sido su extensa vida. Son una serie de «pequeños ensayos» que ha ido dictando a su nieta Alejandra en los últimos meses, que incluyen recuerdos de su niñez y reflexiones recientes que abordan distintos temas, desde la amistad, lo que a ella le suscita el amor o incluso la vejez, hasta cómo aborda una novela. Lo que sí parece descartado totalmente es su regreso a la narrativa de ficción. «En los últimos meses, sin buscarlo, me han venido a la mente varias historias que me hubiese gustado abordar y desarrollar en una nueva novela, pero desgraciadamente debido a mi parálisis ya no podré llevarlas a cabo. No podría dictar una novela porque no encaja dentro del sistema que yo utilizo para escribir», asegura.
Desde su casa en el Paseo de Gràcia barcelonés, llena de recuerdos en los que no faltan los dibujos de Mingote, una fotografía dedicada de Eugeni d'Ors o el galardón del Premio Planeta, Salisachs volverá hoy al ritual al que se ha dedicado desde hace décadas: la literatura. Y a ello añade un deseo: «Quiero ser recordada como una escritora que se tomó la literatura en serio, no para triunfar, sino para escribir lo que desde niña necesitaba y comunicar». Sabe que en ello han jugado un papel importante varias generaciones de lectores, un apoyo que sigue hoy tan vigente como siempre, porque «me siento reconocida y apoyada por los muchos mensajes que recibo de lectores anónimos que me escriben de diferentes partes del mundo».