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Princesa de Asturias

Meryl Streep, la última dama

La actriz, de 73 años, recogerá en octubre el Premio Princesa de Asturias de las Artes tras una ilustre carrera dedicada a la interpretación

Meryl Streep en "La dama de Hierro", dando vida a Margaret Thatcher
Meryl Streep en "La dama de Hierro", dando vida a Margaret ThatcherPATHÉ

A finales de los 70, un Nuevo Hollywood que había reinventado la masculinidad y la figura del héroe a través de estrellas como Al Pacino, Dustin Hoffman, Robert De Niro, Harvey Keitel, Dennis Hopper e incluso Woody Allen, necesitaba también urgentemente un renovado modelo femenino, acorde a los nuevos tiempos. Estaban, por supuesto, las veteranas Diane Keaton, Ellen Burstyn, Fay Dunaway, Shirley MacLaine o Jane Fonda, y en el exigente Hollywood de aquellos años no era fácil que una nueva diva se abriera paso, reuniendo tanto altas dotes interpretativas como una belleza no demasiado convencional, pero sin faltar estilo ni carisma. De todo ello tenía y tiene a raudales quien iba a convertirse, precisamente, en paradigma de la gran dama del cine moderno: Meryl Streep.

Tras su paso por los escenarios, aquella joven de clase media alta, procedencia germana y padre ejecutivo de una farmacéutica, que no parecía tener demasiadas ambiciones, sufrió una epifanía al ver a Robert De Niro en "Taxi Driver" (1976). Aquél era el tipo de actores con los que soñaba trabajar un día. Aquél era el tipo de películas que quería hacer. Pero mientras seguía su carrera teatral, intentando al tiempo abrirse paso en el cine, se encontró con el rechazo de algún que otro viejo dinosaurio de la industria, como Dino de Laurentiis, quien la encontró “fea” para el papel que finalmente interpretaría Jessica Lange en su "King Kong" (1976).

Fue una suerte para ella: esa “fealdad”, por supuesto inexistente, consistía en un rostro, unas facciones, un físico y estilo que si no parecían ganarle papeles como heroína de pulp fiction, sí le abrirían las puertas de un Hollywood adulto, de historias dramáticas, literarias y relevantes, dirigidas a espectadores no menos adultos, donde podría encarnar con igual propiedad heroínas de época que mujeres modernas e independientes. Millones de espectadoras se identificaron con un modelo de mujer cuyo glamour no se basaba en la excitación sexual del macho de la especie, sino en llegar a su segundo órgano favorito: el cerebro.

Tras breves pero contundentes apariciones en filmes como "Julia" (1977), frente a Jane Fonda; "El cazador" (1978), junto a De Niro y "Manhattan" (1979) de Woody Allen, con su rostro popularizado por la polémica serie "Holocausto" (1978), Meryl Streep se encontró transformada en la imagen femenina del mejor cine estadounidense. Un nuevo modelo de estrella, con una “belleza real”, en palabras de la crítico de cine Pauline Kael, que a su peculiar físico añadía, por supuesto y por encima de todo, unas sobresalientes dotes interpretativas.

Al borde ya de la década de los ochenta, "Kramer contra Kramer" (1979), cara a cara de alto voltaje dramático con Dustin Hoffman, le abriría definitivamente las puertas del éxito. Vendrían después elegantes dramas de época como "La mujer del teniente francés" (1981), "La decisión de Sophie" (1982), "Plenty" (1985), "Memorias de África" (1985) o "Tallo de hierro" (1987); thrillers cinéfilos como "Bajo sospecha" (1982), de denuncia como "Silkwood" (1983) o de aventuras como "Río salvaje" (1994); comedias como "Vida y amores de una diablesa" (1989), las fantasías "El cielo… próximamente" (1991) o "La muerte os sienta tan bien" (1992), romances como "Los puentes de Madison" (1995) e inspiradores dramas reales como "Música del corazón" (1999), que labraron a lo largo de veinte años la fama de Meryl Streep como actriz camaleónica, capaz de cualquier registro, pasando de “la mujer de al lado” a sensual seductora, de provocar la lágrima fácil a la carcajada, todo siempre con una sutileza y elegancia que inspirarían a las futuras generaciones.

Gracias a ello, los primeros años del siglo XXI le dieron ocasión de brillar nuevamente en producciones de prestigio como "Las horas" (2002), comedias de éxito como "El diablo viste de Prada" (2006) o populares musicales como "Mamma Mia!" (2008). Y así hasta ahora mismo, sin un instante de reposo. Nadie hay, por cierto, que pueda hacerle sombra. Hoy, el cine de plataformas ya no tiene estrellas ni divas de largo alcance y duración. La gente ya no ve apenas películas por sus actores ni actrices. Cuando reciba el Premio Princesa de Asturias, merecido como pocos, es posible que su imagen se convierta en la de una de las últimas, si no la última, gran dama del cine. Y quizás algún periodista cinéfilo (si quedan) le pregunte: “Mrs. Streep… ¿Está lista para su primer plano?”.