Meteoritos, dinero caído del cielo
Dios está considerado el primer escultor del mundo. Modeló al hombre, pero como el resultado no le debió satisfacer demasiado ni se molestó en subastarnos y directamente nos arrojó a esa papelera de reciclaje que es la Tierra. Su criatura, este frankenstein de emociones que es el homo sapiens, le ha salido algo más avaricioso y, desde los Lehman Brothers, que aprendieron a vender aire, ahora va poniendo precio a todo. También a lo que hipotéticamente cae del cielo, como los meteoritos. Al parecer, Christie's ha descubierto que la erosión atmosférica es el nuevo Chillida y ahora monta pujas en línea de restos interestelares. Alguien podría pensar que esto sería una venta adecuada para amantes del arte abstracto, pero la estrella, nunca mejor dicho, es «El corazón del espacio», una pieza figurativa, vamos, que, para ellos es como si la hubiera tallado el mismísimo dedo de Miguel Ángel. En el fondo es una chatarra de hierro de varios kilos de peso que se ofrece al comprador por un valor que sonroja: su precio oscila entre los 300.000 y 500.000 dólares. Aquí, como en todo, se apela a que los meteoritos son escasos (igual que las angulas) y como el cinturón de asteroides, al parecer el nuevo cuerno de la abundancia, todavía queda fuera de la órbita de las casas de subastas hay que gravar los pedruscos. Habrá quien reflexione y se diga qué es lo que hace que un fragmento sea más caro que otro, porque existen significativas diferencias, y la explicación son los «regmaglypts», esos hoyuelos o muescas de superficies que la dan una apariencia de haber sido cincelada y donde algunos han creído ver (y es ver mucho) semejanzas con Giacometti –el que hizo el comentario no ha acudido, desde luego, al Guggenheim de Bilbao, que exhibe una retrospectiva del artista–. Para que las «obras» vayan ornadas, vamos con currículum, igual que las piezas museísticas, que cuentan con un historial de las exposiciones en las que han participado, se vende su aterrizaje a nuestro planeta como la caída de un Dios en la Tierra. De «El corazón del espacio» se dice que llegó el 12 de febrero de 1947, que se estrelló por landas siberianas, desmochando mucho árbol en su avance, lo que es muy espectacular, y que a su paso cayeron chimeneas, temblaron los cristales, los pinos fueron arrancados de cuajo, el ganado salió pies para que os quiero y la gente se asustó muchísimo. Si nada de esto impresiona o no convence a nadie para que se deshaga de la modesta suma que cuesta la ganga, pues los chicos de Christie's se han sacado un as de la manga. Aprovechando a que la cosa se asemeja a un corazón, pues han dicho: ¡lo vendemos por San Valentín!. Y aquí, como lo que no tiene valor material lo tiene sentimental, que el hombre, como se advirtió antes, es un mono de muchas emociones, pues alguien habrá por ahí que se abra la faltriquera para soltar el parné y hacer feliz a la prometida. Y es que en el fondo somos muy elementales.