Miguel Ángel Oeste: «La escritura nos permite escuchar el silencio»
El escritor regresa a la narrativa con «Perro negro», una novela sobre el músico Nick Drake
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Con su anterior trabajo, «Vengo de ese miedo», Miguel Ángel Oeste se convirtió en una de las voces más leídos y reivindicadas de la narrativa actual. El autor malagueño acaba de publicar un nuevo libro, «Perro negro» (Tusquets Editores), donde se adentra en las luces y muchas sombras del músico Nick Drake, otro miembro de esa inquietante hermandad de jóvenes con talento fallecidos a los 27 años. Oeste conversó ayer con este diario.
Parece obligado empezar preguntándole si ha sentido presión tras el éxito de «Vengo de ese miedo».
No lo he sentido así. Si le soy sincero disfruto mucho escribiendo y leyendo. No es nada doloroso. El estado perfecto es el proceso de escribir porque estoy en paz y me siento en paz. Por eso me siento muy identificado con lo que dice Rodrigo Fresán al decir que es un lector que escribe. La escritura nos permite escuchar el silencio, algo que en el mundo actual es complicado. Deberíamos volver a escribir porque la escritura nos conecta con nosotros mismos.
¿Por qué le interesa un mito musical como Nick Drake?
Nick Drake me parece una figura arrebatadora. Un genio, un tío modernísimo y su música seguirá presente ahora y dentro de mil años. Tendría que haber triunfado porque lo que hizo era ejemplar. Llega en el mismo momento que nombres como Leonard Cohen, John Martyn o el propio Bob Dylan. Solo tiene tres discos que son dos horas de música, un par de conciertos, casi no hay fotos de él, pero es alguien que ha influido en músicos, literatos, pintores... Así que hay que reivindicarlo porque su música ha trascendido a generaciones y lo seguirá haciendo.
¿Recuerda cómo descubrió a Drake?
Llego a través de un amigo, José Miguel Moreno de Blas, que me lo descubre a finales de los 90. Aquello fue un flechazo, me traspasó el corazón. Intento buscar cosas sobre él. Con los años han salido más publicaciones, artículos, biografías... Me gusta mucho lo físico en la novela, así que voy a sus sitios, a Londres, a ver su tumba, a empaparme sobre él. Sobre su vida hay muy poco material cierto y un escritor cuenta posibilidades. Es como «Drácula» de Bram Stoker, que está sin estar. Drácula me inspiró para construir este armazón y tratar a Drake como un MacGuffin. Esta novela es una historia de fantasmas sin fantasmas, de vampiros sin vampiros, como esas historias de amores del siglo XIX.
¿El dolor nos revela como somos, como se afirma en su novela?
El dolor nos cuenta y es algo que debemos asumir. Vivimos en una sociedad muy extraña. Si le preguntas a alguien cómo está siempre la respuesta es que está bien, lo que es una capa de superficialidad. Si estamos mal, no debería pasar nada. Debemos poder decir si estamos mal. Estamos en una época de cambios donde el dolor está muy presente, pero no queremos verlo o sentirlo. Creo que la tristeza puede ser alegre y la alegría puede ser tristes. Hay que coger tanto una cosa como la otra.
En «Perro negro», una de sus personajes se pregunta si es ella quien rescata y llama las voces o son las voces quienes la rescatan y la llaman a ella. ¿Le ha pasado también a usted eso con Nick Drake?
En todo caso, Nick Drake ha venido a rescatarme a mi. Poco a poco será más escuchado. Lo mío es tan reducido que Nick Drake es quien me rescata a mí.
Pero ¿qué pasó el 25 de noviembre de 1974?
Una de las sombras alargadas que atrapó a Drake fue la de la depresión, es decir, el «perro negro». En ella han visto muchos la clave del misterioso e inexplicado fin del músico y cantautor británico. Cuando se le pregunta a Oeste sobre qué cree que ocurrió el 25 de noviembre de 1974 con Drake responde que «pienso que él estaba hastiado y tomó más pastillas de la cuenta. Hay momentos de la vida en que gente con sensibilidad extrema acaban llegando a la locura».