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Mu Pan: King Kong contra el racismo

El artista taiwanés, quien carga en su obra contra el racismo y lo políticamente correcto, debuta en España en Espacio SOLO, que apuesta por él para su primera muestra abierta al público

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El artista taiwanés, quien carga en su obra contra el racismo y lo políticamente correcto, debuta en España en Espacio SOLO, que apuesta por él para su primera muestra abierta al público
De pie ante la versión de "El jardín de las delicias"de Mu Pan, en una amplia sala de paredes rojas y rodeados de silencio, la mente viaja inevitablemente al cuadro del Bosco, el que inspira esta pesadilla del artista taiwanés que expone por primera vez en España en el Espacio SOLO. La galería se esconde en el primer piso de un edificio en la Plaza de la Independencia y únicamente puede visitarse con cita previa. Así, mientras ante la obra del Bosco se agolpan los turistas, aquí la contemplación es solitaria. Cada pieza existe exclusivamente para uno. Así lo siente el propio Mu Pan, quien asegura que le da igual cómo se interpreten sus exuberantes creaciones; él dibuja para complacerse a sí mismo.
Al jardín, que fue un encargo de los coleccionistas de SOLO, le dedicó nueve horas diarias durante seis meses. El resultado es un universo tan amplio que analizar cada detalle –los monstruos apocalípticos, los híbridos entre humano y animal, los monos de pelaje fucsia que pescan en un muelle junto a Mao– llevaría seguramente la misma cantidad de tiempo. “El diablo está en los detalles”, comentamos al artista, utilizando una típica expresión americana. “En este caso, están los ángeles. El diablo no tiene sentido del humor, al menos, no tanto como Dios”, contesta.
Nacido en Taiwán y residente desde hace dos décadas en Brooklyn, con su técnica hace honor a sus raíces y con los temas que elige, en su mayoría extraídos de la cultura popular occidental, critica sin tapujos a su país de acogida. Aunque podría decirse que lo critica todo sin reparos: política, racismo, calentamiento global... Se moja con cualquier tema a través del humor, al que concibe como indivisible de la crueldad. Le gusta poner el ejemplo de los Looney Tunes: en sus constantes peleas, Bugs Bunny siempre termina por herir a Elmer Gruñon, por no hablar de las desgracias que padece el coyote en su persecución del correcaminos. Y el público, adulto o infantil, se ríe. “Solo nos hace gracia lo brutal o lo cruel”, afirma el artista.
Por eso, la violencia es también un elemento casi omnipresente en sus cuadros. En muchos de ellos, con un estilo que recuerda en trazo y composición al de la técnica japonesa de grabados "ukiyo-e", Mu Pan representa batallas épicas por lo general entre monstruos y monos con rasgos humanos. Es un modo de abordar la lucha entre el instinto y la civilización. “Deseaba realizar un proyecto sobre los monos en el que fueran evolucionando de lo más primitivo hasta adoptar la política, la religión y demás símbolos de la civilización”, explica el artista. Así, en algunos cuadros los primates tienen rasgos puramente animales, mientras que en otros ya se han humanizado y se convierten en cazadores de otras bestias.
“El instinto animal me obsesiona porque es la prueba de que no somos más que monos. Estamos haciendo lo mismo que ellos, pero en oficinas y salas de reuniones. Lo único que nos diferencia es la capacidad de desarrollar y dominar una habilidad como el dibujo”, asegura. Mientras observa "Big Whale” (“Gran ballena”), en la que hace referencia a “Moby-Dick” (en la traducción china, la novela de Melville se titula “La gran ballena blanca”), Mu Pan explica que negar nuestro lado más primitivo sería un acto hipócrita, pero que “no debemos perder nuestros instintos, aunque sí dominarlos. Necesitamos encontrar un balance para poder seguir viviendo aquí”. Se refiere a la Tierra que, en esta obra en particular, se ve amenazada por el calentamiento global que ha tornado las aguas rojas, así como por la contaminación que emana en forma de petróleo de la propia ballena.
El arte del "smoothie"
La idea de encontrar un balance entre los distintos elementos que componen una identidad se ha convertido para Mu Pan en una filosofía para la vida y para el arte. Lo simplifica con la metáfora del “smoothie”, es decir, el batido que lleva de todo un poco y que cada quien hace a su medida: “El mío tiene un toque de vodka”. También se complementa con referencias al manga, los samuráis o los yakuza, o con una plaga de langostas que recuerda momentos traumáticos de su niñez. Su vida en Estados Unidos, donde insiste en que se siente como un inmigrante, también forma parte del batido, entre otras razones, porque allí estudió arte “a la manera occidental” y porque en su obra lo mismo se cuelan King Kong que referencias a los oleoductos que atraviesan las tierras de los indígenas norteamericanos.
En esa obra, Mu Pan retoma las protestas de 2017 en Charlottesville, Virginia, cuando grupos de extrema derecha se manifestaron para conservar una estatua de Robert E. Lee. Dibujado sobre su caballo, el comandante del ejército confederado de Virginia del Norte se enfrenta a King Kong, símbolo de la esclavitud. Si el mono se defiende con un trozo de oleoducto en cada mano, el general lo hace con un nunchaku, el arma tradicional asiática que utiliza Bruce Lee en los filmes de acción. “Quise jugar con el nombre que ambos personajes comparten”, comenta el artista. El que se fije –la galería pone lupas a disposición de los visitantes– encontrará a Elsa, la protagonista de “Frozen”, luciendo un gorro que dice Beyoncé, y a Hillary Clinton disfrazada de Shazam. Con ese juego, Mu Pan pone en duda la heroicidad de personajes comúnmente percibidos como nobles.
También tienen su rincón los Stormtroopers de “Star Wars” con la frase “black lives matter” estampada sobre sus uniformes. Para el artista, el auge de lo políticamente correcto en Estados Unidos es una manera más de disimular el racismo que sigue tan presente: “Todos esos “hipsters”que llevan las camisetas de “black lives matter” no tienen ni un solo amigo negro”, afirma. Para confirmar su teoría, ha puesto una pequeña trampa en el cuadro: dibujó a los niños de “Stranger Things” con capirotes del Ku Klux Klan y montados en sus bicicletas, "pero nadie se da cuenta de que falta el niño negro”.