Crítica de clásica

“Ana Bolena”, el triunfo del belcanto

Un momento de la representación de "Ana Bolena"
Un momento de la representación de "Ana Bolena"La Raz

de Donizetti. Intérpretes: Eleonora Buratto, Alex Esposito, Silvia Tro Santafé, Ismael Jordi, Jorge Franco, Nadezhda Karyazina, Gerard Farreras. Orquesta y Coro de la Generalidad Valenciana. Director musical: Maurizio Benini. Director de escena: Jetske Mijnssen. Palau de les Arts, Valencia, 4 de octubre de 2022.

Es inevitable que, cuando alguien acude a una ópera y quizá más si se trata de un crítico, se le acumulen los recuerdos del título en cuestión. Traigo ahora dos relacionados con «Anna Bolena» y sus dos grandes escenas, aquellas que justifican toda la ópera. Hace años Montserrat Caballé quiso que yo hablase en la presentación de uno de sus discos en la SGAE. Se me ocurrió referirme a su interpretación de esta ópera en la Scala como uno de esos momentos en los que ella, como también le sucedió a Callas en el mismo escenario, fue capaz de «domar» al público, que la había abucheado tras fallar un agudo en su aria final hasta lograr que la vitoreasen en la cabaleta. Ella me explicó después con disgusto que «Anna Bolena» siempre le trajo malos recuerdos, que nunca llegó a triunfar en ella y que yo se los había hecho presentes.

Bastantes años antes realicé una entrevista a Giulietta Simionato –algún día, cuando me jubile, recuperaré todo aquel material– en su fabuloso piso de Milán, próximo a la Vía Condotti. Le pregunté por los momentos más emocionantes de su carrera y ella, casi llorando, se refirió en primer lugar al dúo de Bolena y Seymour con Callas, cuando se arrodilló ante la reina gimiendo y suplicando. ¡Lástima no haber estado allí! Estas dos escenas citadas son lo más notorio de una obra larga en la que Benini no quiso emplear tijeras.

Hay otros, como el final del primer acto con «Giudici, ¿ad Anna, giudici?» o el par de páginas del tenor, que Ismael Jordi cantó exquisitamente, con una voz cuyo caudal y proyección se ha ampliado enormemente sin perjuicio para el registro agudo. Un estupendo tenor al que le sucede algo similar que a Carlo Bergonzi, de quien su mujer decía «¿Qué hubiera sido de mi marido si, además, le hubiera acompañado una voz más hermosa?». Alex Expósito quiso poner al personaje de Enrique VIII la teatralidad de la que era incapaz la minimalista puesta en escena y ello le alejó un punto del estilo belcantista. Silvia Tro Santa Fe dio lo mejor de sí misma en el célebre dúo, llegando casi a igualar a la gran triunfadora de la velada: Eleonora Buratto. No es cuestión de comparar y lo que ella nos deparó fue un belcanto puro, sin histrionismo ni sobreagudos añadidos, con fortes nunca gritados a pesar del excesivo volumen de la orquesta, pianísimos, medias voces, filados. Poco más se puede pedir y el público la vitoreó muy merecidamente.

Es un gran acierto que el Palau de les Arts emprenda con ella, con Nápoles y Amsterdam, el proyecto de la trilogía Tudor. La orquesta sonó bien, pero con volumen excesivo, bajo la batuta eficaz de Maurizio Benini, mientras que la puesta en escena de Jetske Mijnssen no pasó de la discreción. Vestuario correcto y decorados dignos del restaurante barcelonés «Las siete puertas». No molestó, lo que ya es mérito en los tiempos actuales, pero no aportó nada dramáticamente y fue incapaz de reflejar la «ingeniería» de Enrique VIII para librase de su mujer, abusando de muñecos y la constante presencia de la supuesta niña Isabel I. Pudimos pasar por alto todo esto, porque estábamos disfrutando.