La Bien Querida: “Antes odiaba la música latina y ahora bailo salsa”
Ha publicado “Paprika”, un disco que abre la paleta sonora a la bachata o la salsa, sin perder su referencia pop
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Las fronteras de los géneros se debilitan, las etiquetas se deshacen. «Vivimos un momento intercultural muy bestia gracias a las redes y las plataformas y se nos ha abierto mucho la cabeza. Antes, en los 90, era impensable, pero son cosas buenas que han pasado», dice Ana Fernández Villaverde (Bilbao, 1972), La Bien Querida, sobre el viaje que ha realizado en su último disco, «Paprika», dominado por las sonoridades latinas. «Tenía un poco de miedo, porque no sabía cómo lo iba a aceptar el público ‘’indie’' de toda la vida», señala la artista, que no se considera como tal: «Me considero una persona corriente, intento no entrar en esa definición –dice–. Tengo la suerte de mantener unas amistades y un círculo desde los 10 años, desde la EGB, y estoy donde tengo que estar», dice cuando surge la palabra artista.
En casa de la cantante no se escuchaba mucha música latina. «La verdad es que no, aunque mi padre sí era de poner boleros alguna vez. Pero para mí era casi al contrario, sentía cierto rechazo por la música latina, pero te haces mayor, te cambian los gustos, y... mira, ahora mismo voy a bailar salsa todas las semanas. Tengo un grupo de salsa caleña –porque casi todo el mundo que va es de Cali (Colombia)– y me lo paso en grande. Estoy muy enganchada», cuenta entre risas para demostrar que su intención con el trabajo no era «ponerme una máscara y hacerme la moderna. Quería cambiar, pero que fuera coherente». Incluso, quién lo diría, escucha la bachata, un género que ha llegado a estar denostado dentro de los aficionados a la música caribeña. «Claro, porque es un estilo de los pobres. Pero en el fondo no es más que un bolero bailable. En España estaba muy mal vista también y ahora la puedes escuchar en cualquier sitio por la calle. Pienso que esa ha sido una de las ventajas de la era de internet, que el conocimiento se ha extendido”. En el lado malo de las tecnologías, la autora de “Paprika” lo tiene claro. “Nos hemos vuelto todavía más consumistas hasta un extremo de usar y tirar. Y estamos obsesionados con las redes, con gustar, con las falsas apariencias, con la vanidad... hemos desarrollado un dependencia de la admiración de los demás que da un poco de miedo”, asegura.
El álbum habla de relaciones y de amor, “como siempre”, bromea. “Pero desde muchos ángulos: desde los miedos, la fantasía, la pasión y también del miedo al vacío, de la ausencia, de la presencia de la pasión, de todo... Pero en mi cabeza el anterior álbum era más romántico y este es un poco más de todo, incluso con mala leche. Un tono paquita la del barrio”, explica. Hay pasiones que esclavizan. “Sí, pero también de las que liberan al cantarlas. Nos vamos cargando de sentimientos y de emociones, y cantarlos, te libera”.