Selvático Animal
Alba Carmona y Jesús Guerrero: «Este disco es una ofrenda al dios de la música»
La cantaora y el guitarrista, pareja artística y sentimental, presentan el disco «Ofrenda», una inyección de poesía que desmiente que estos sean malos tiempos para la lírica

Las sólidas carreras de Alba Carmona y Jesús Guerrero –ella fue integrante de Las Migas y ha cantado con grandes del flamenco, además de editar dos discos en solitario, y él es uno de los guitarristas de acompañamiento más solventes del momento– se han unido en «Ofrenda», un disco sobrio, medidísimo, sin otros alardes ni virguerías que las que proporcionan la excelente ejecución y el don de emocionar, y para el que han compuesto cuatro de los nueve temas que lo integran e impreso su sello en el resto. ¿Pero cuál es el dios al que ofrendan, al de la música? «Por ejemplo, claro –responde, rápida, Alba–. Para nosotros, la música es una religión. Es una espiritualidad que nos sirve para canalizar y expresarnos. Y este disco es eso: una ofrenda de música, de nuestro lenguaje común. Entonces podríamos decir, sí, que este disco es una ofrenda al dios de la música». Interviene Jesús y corrobora las palabras de su mujer y, en esta ocasión, compañera artística: «Pues sí, es una ofrenda a ese dios de la música y también a nosotros mismos porque nos lo debíamos. Llevamos ya muchos años trabajando juntos y no teníamos un discurso registrado fonográficamente. Y ahora era el momento de hacer algo nuestro, que no fuera Alba Carmona y Jesús Guerrero acompañando, aunque se da el caso que también acompaño. Pero queríamos que las dos cosas tuvieran su importancia en el disco». ¿Se sienten más orgullosos de las canciones creadas por ellos que de las versiones, tiene otra estatura la música cuando la firma uno? «A mí me identifica mucho, sí –asiente Alba–, porque es lo que nace de ti. Escribir una canción es contar algo que has vivido, que has sentido tú, en primera persona, o bien a través de alguien. Escribo de cosas que me van pasando o que veo reflejadas en mi entorno y que me motivan y me hacen sentir. Y en cuanto a las versiones que están en el disco, también han formado parte de nuestras vidas en algún momento y nos han hecho conectar mucho con ese repertorio». Jesús: «Hacer algo tuyo, partir desde cero, desde una “tabula rasa” y crear un tema, te da una satisfacción y un subidón que no te lo da hacer una versión, es un orgullo total. Aunque hacer una versión también es un reto. Sobre todo, en un tema como el “Pequeño vals vienés”, que está versionado tantas veces y tan bien. Era un desafío ver de qué forma lo enfocábamos para tratar de contar algo nuevo y hacer una relectura de un tema que ya está, como te digo, tan hecho». Esa canción, «Pequeño vals vienés», a partir del poema de idéntico título de Federico García Lorca incluido en «Poeta en Nueva York», y que ya inmortalizaron Leonard Cohen y Enrique Morente, es el plato estrella. La versión de Alba y Jesús es minimalista, sin rizos ni volutas. Porque para adornos ya están los versos insuperables del poeta inmenso. ¿Partieron de esa premisa, la de «dejemos a Lorca que ponga los adornos y nosotros vamos a la raíz»? «Total –afirma Alba–. Ese es el sentido de cómo hemos abordado la expresión, el mensaje, por delante de nosotros mismos como músicos. Lo primero era Lorca, que tiene ese poema espectacular que habla solo y al que no le hace falta mucho más». Jesús lo amplía: «Y creo que ahí queda reflejada nuestra madurez como artistas. Cuando uno tiene 20 o 25 años intenta impresionar con la técnica, abusar del virtuosismo, y cuando te vas haciendo mayor le das más importancia a la expresión y al, como tú bien has dicho, minimalismo. Al final, la expresión es lo más importante en todas las músicas».
«Partir desde cero, desde una “tabula rasa” y crear un tema, te da una satisfacción y un subidón que no te lo da hacer una versión»
Sin pensar en la industria
Les pregunto cómo se puede innovar hoy en día en el flamenco sin despegar un pie del suelo, porque si lo despegas ya no es flamenco, es otra cosa. ¿Quizá lo mejor para aportar algo distinto sea no pensar en que lo estás haciendo, ser espontáneo y dejarse llevar? «Creo que la música hay que hacerla con el corazón –sostiene Jesús–, y en nuestro caso hemos hecho un trabajo sin pensar mucho en lo comercial ni en la industria ni en cuánto se va a vender, simplemente hemos hecho algo que nos apetecía en este momento. Evidentemente mis raíces son flamencas, porque yo soy de San Fernando, me he criado en el flamenco y no puedo renegar de eso. Pero nunca hago un disco pensando en revolucionar ni en evolucionar nada, simplemente hago lo que me sale del corazón, y creo que ese es el camino. Estoy seguro –añade– de que la gente que ha revolucionado no tenía esas miras en su cabeza. Se han juntado una serie de circunstancias que han hecho que saliera algo especial de ahí. No creo que Camarón hiciera “La leyenda del tiempo” para revolucionar. De hecho, cuando salió le dieron por todos lados, a la gente no le gustaba, los críticos lo ponían como los trapos. Sin embargo, lo escuchas hoy y es una cosa atemporal. Cada vez que escuchas un disco de Camarón o de Paco de Lucía, o por lo menos a mí me pasa, percibes matices nuevos».
«Cuando tienes 20 o 25 años intentas impresionar con la técnica, y cuando te vas haciendo mayor le das más importancia a la expresión»
Alba es licenciada en cante flamenco. Es decir, que ha viajado del cante con faltas de ortografía de los orígenes del género a la letra sin tacha. No obstante, le digo que en el flamenco alguna falta de ortografía siempre viene bien, o lo que es lo mismo, no perder la esencia salvaje: «Sí, bueno, en el flamenco y en las músicas de tradición oral –afirma–. Pero el flamenco es una música muy rica y hay muchas cosas que se pueden enseñar, es como un lenguaje. La cantidad de palos que hay, la particularidad de cada cante, las técnicas que se pueden aprender y desarrollar, el ritmo que se puede aplicar y estudiar… me parece una música impresionante. Y está bien poder estudiarla y licenciarte en un grado superior de música. Sin perder, por supuesto, la raíz, la esencia, y tratando de vivirlo en donde se puede vivir el flamenco».
«Entregamos todo lo que tenemos cuando hay que entregarlo y luego nos gusta desconectar, no llevarlo todo a casa»
¿Y cómo les condiciona el hecho de ser pareja y trabajar juntos? Puesto que en esos casos la oficina no cierra nunca, la persiana no se baja jamás. ¿Cómo lo hacen? «Somos matrimonio desde hace ya unos cuantos años –dice, sonriente, Jesús–. Tenemos dos hijos y ellos son nuestra prioridad, nuestra familia. Uno es artista cuando sube al escenario y cuando baja de él, pero a la hora de convivir hacemos las cosas que hace cualquier persona normal: ella hace la comida y yo pongo una lavadora, y hacemos las camas juntos, llevamos a los niños al colegio y hacemos una vida completamente normal. No somos artistas las 24 horas, aunque el artista siempre esté ahí». Alba asiente: «Y a mí me gusta que eso sea así. Entregamos todo lo que tenemos cuando hay que entregarlo y luego nos gusta hablar de otros temas, desconectar, no llevarlo todo a casa», concluye.
Lamentos con cabeza de río
Por Javier Menéndez Flores
Allí donde convergen la sierra de Collserola y la playa de Camposoto, brota como un géiser el duende y los policías te sonríen y lloran de risa los ancianos y se rebozan en su sudor caliente los amantes. En el punto exacto donde se tocan la plaza de Bacardí y el Callejón Croquer, la música alcanza temperatura de brasa y el corazón se arroja a la mar furiosa mientras cuatro manos se aprietan exageradamente sobre las sábanas. La vida puede parecernos reiterativa y sobrecogedora e implacable en exceso, pero basta con agudizar el oído para sentir la voz del poeta que sostiene que en las honduras de Viena hay un bosque de palomas disecadas y un fragmento de la mañana en el museo de la escarcha y un salón con mil ventanas. Y entonces el aliento vence al desánimo y la luz se derrama calle arriba como un río al revés.
Se iluminaban cada mañana los ojos de Alba en el barrio de Horta, con su Ibiza en miniatura y su laberinto de cuento, y en los jardines de la urbanización sin confines empezó la fiesta total de la alegría; aquella Andalucía desmelenada en las tripas hacendosas de Barcelona. Y junto a Vanesa y Cristina qué fácil era imaginarse en otros lugares cuyo brillo te dejaba ciega, pero pletórica de dicha. Y aunque a veces el mundo se levante sombrío, solo tienes que leer al poeta que clama su amor por tres veces –con la butaca y el libro muerto, por el melancólico pasillo y en el oscuro desván del lirio– para sentir de nuevo el calor de las cosas que valen la pena.
En las calles desnudas de San Fernando un niño trataba de dormir sobre cuatro sillas, por más que el arte que explotaba a su alrededor le cerrase el paso al sueño y le dejara estigmas en el paladar y en el hipocampo. Y cuenta la leyenda que al Chato de la Isla, aquel coloso del cante, casi lo muele a palos el abuelo salinero, Jesús bendito, cuando pretendió llevarse a su niña de gira. Y así fue como el sueño de ser bailaora se desvaneció como una estrella fugaz y no quedó más remedio que inocularle aquel veneno a su hijo, que lo recibió con la pasión de los devotos. Y a pesar de que en el número 29 de la calle del Carmen solo queden las cenizas de aquella voz que se rebeló contra los dioses, si coges de la mesilla ese ejemplar tan manoseado entrarás de golpe en una Viena que alberga cuatro espejos donde juegan la boca del amante del poeta y los ecos, y una muerte para piano que pinta de azul a los muchachos.
Hay discos que quieren pero no pueden y otros que andan sobrados de miga y oro y ramitas de limón verde, pongamos que hablo de lo último de Alba y Jesús, o viceversa. Y en la calle Santa Gertrudis, bandera amarilla y blanca, la catalana y el gaditano fundaron su isla dentro de la Isla y ahora ofrecen su poesía y su desgarro al dios plurilingüe de la música. Y para quien desee buscar las causas, que se adentre en «La leyenda del tiempo», en «Río de la miel», en «Visa para un sueño» y en «Minor swing», pilares que sostienen el universo.
Dicen Carmona y Guerrero que baila la bruma en la cima y que en el rincón de la noche tiembla el suspiro del tiempo. Y jura el poeta inmortal que en Viena hay mendigos por los tejados y frescas guirnaldas de llanto y que allí bailará con su amor con un disfraz que tenga cabeza de río. Joder.