Selvático Animal

Alba Molina: «Es muy fácil prostituirse rápidamente en la música y yo no entiendo eso»

La artista sevillana, hija de dos leyendas, alterna su carrera en solitario, a punto de cumplir el cuarto de siglo, con el recuperado trío Las Niñas

Los padres de Alba Molina son los integrantes del dúo flamenco Lole y Manuel
Los padres de Alba Molina son los integrantes del dúo flamenco Lole y ManuelJerónimo Álvarez

Es Alba Molina herencia viva de dos renovadores del flamenco que siempre respetaron ese arte pero que, desde su óptica, con exceso de audacia y talento, lo llevaron a otra dimensión, y cuyo legado vive aún en los artistas más diversos, y no sólo de ese género musical. A sus 45 años, y a nada de cumplir el cuarto de siglo en su profesión, la cantante sevillana se declara «un culo inquieto», algo que corroboran los trabajos tan dispares que va sacando. El año pasado grabó junto al pianista Pepe Rivero el disco «Nuevo día» y ahora acaba de publicar con Lin Cortés el tema «Canción cauce». Además, acompañada del guitarrista Rafael Riqueni ha hecho una versión de «Por la boca vive el pez», de Fito Cabrales, y con Tucara (Andreas Lutz) otra del «Remember the Time» de Michael Jackson, y anuncia una sorpresa para el 22 de marzo. Todos esos trabajos los edita al margen de la industria discográfica, de la que habla con dureza: «Tengo siempre un montón de ideas e intento, con mi dinerito, ir grabando cositas y haciendo lo que me gusta, porque paso de la industria, que lo único que hace es robar. Prefiero trabajar, comer, pagar y ya está. Lo demás, si viene, pues bien, y si no, pues hay otras cosas que alimentan el alma. Llevo toda la vida trabajando y me siento una afortunada, una suertuda, y siempre desde el respeto a la música, al público y, sobre todo, a uno mismo, porque es muy fácil prostituirse rápidamente en la música y yo no entiendo eso. Lo que más me gusta –precisa– es la música, más que el dinero. Quizá me hace falta el dinero, pero no me gobierna. Si un día se come uno un buen pan con manteca, pues gloria bendita, pero la música está para cuidarla. Yo vengo de Manuel y de Lole, no sé cómo explicarlo de otra manera». Lo que sí tiene claro a estas alturas de su vida es que el jazz es lo que más satisfacción le produce como intérprete, y en esas anda: «En mi casa lo que escucho es jazz y música clásica, esa forma de expresión es muy afín a mí, y el jazz es lo que quiero hacer a partir de ahora. Me he juntado con Pepe Rivero, El Negrón y Michael Olivera y el próximo 9 de marzo actuaremos en el Recoletos Jazz de Madrid bajo el nombre de Alba Molina Quartet. Tenemos muchas expectativas y ganas de conciertos, y ya hay unos cuantos firmados. Y aquí en Sevilla actúo también con Álvaro Gandul, Gal Maestro y Nacho Loring. Con esta edad –dice, tajante– ya no quiero hacer otra cosa».

Contra la superficialidad

No obstante, hace dos años resucitó, junto a Aurora Power y Vicky Luna, a Las Niñas, aquel trío que tuvo cierto éxito en los primeros años del presente siglo, y en este tiempo han sacado un par de singles y ofrecen conciertos cuando les apetece, sin agobios: «No nos vamos a hacer todas las ferias del mundo, vamos a nuestro ritmo. Además, no sé si estoy preparada para hacer una gira supergrande. Cuando te adaptas a la soledad y la pruebas de verdad, ya no te apetece mucho ir a las ciudades grandes. Igual que no me apetecen las conversaciones banales. Somos tres mujeres con diferentes vidas y caracteres, y muchas veces no hace falta estar tanto en contacto como saber que uno está bien». En 2003, la canción «Ojú!!!», en la que criticaban la guerra de Irak y la política española y mundial, fue vetada en TVE y las tres cantantes denunciaron falta de libertad de expresión. Al cabo de 20 años la corrección política reina, sobre todo en las redes sociales. «Es muy triste que nadie pueda decir las cosas reales –se lamenta–. Soy bastante activa en Instagram, pero sí que da tristeza. Podremos haber avanzado en muchas cosas, pero en otras creo que vamos para atrás. Cada vez hay menos empatía, menos tolerancia». Y carga aquí contra el exceso de superficialidad: «Todo el mundo tiene que estar superdelgado y superguapo, y con la boca hinchada y mucho músculo, porque si no eres una mierda. No lo entiendo. Prefiero estar en el campo, en mi casa. Mi nueva felicidad se llama calma. No tengo tantos picos de emoción, pero tengo serenidad».

Alba Molina
Alba MolinaJerónimo Álvarez

Alba ha sacado varios discos en los que homenajea a sus padres, Manuel Molina, fallecido en 2015 debido a un cáncer de páncreas, y Dolores Montoya. Un dúo de gran hondura y ante cuyo talento se rindió Tarantino, que incluyó su canción «Tu mirá» en «Kill Bill: Volumen 2». ¿Cree su hija que han recibido el debido reconocimiento? «Esta pregunta es fácil de contestar y a la vez no, porque, claro, a una se le puede ver el culo rápido diciendo “hombre, pues no están reconocidos porque son pioneros”, porque lo son. Hay un antes y un después en el flamenco y en la música española. Y en la poesía, en la belleza, en el talento, en la capacidad… En todo. Entonces se me puede ver el culo. Pero me da un poco igual porque creo que la música habla por sí sola y el reconocimiento, al final, yo qué sé. Dentro de no sé cuánto tiempo, no muy lejano, todos los de mi edad estaremos muertos. O sea, qué más da. Pero pasan los años y te das cuenta de que siempre sale alguien cantando una canción de la Lole o queriendo componer como Manuel. Es una cosa mágica». Fue con el músico con el que Alba convivió más: «He pasado muchísimo más tiempo con mi padre que con mi madre. Siempre he estado pegada a él, día y noche, sin hablar, hablando, riéndonos, dormidos, lo que sea. Empadrada nivel Dios». Y reconoce que aún «habla» con él: «Sí que hablo, por supuesto. O me comunico, más que hablar. ¿Me ayuda? Creo que es Dios el que nos ayuda. Mi padre, como está en el cielo, es divino y está en otra dimensión. Pero ayudar, ayudar, yo creo que es Dios».

Le pregunto a Alba, para terminar, si ha sido una niña soñadora, romántica, enamoradiza, lo que le arranca una carcajada: «Sí, claro, jajaja. Sí, sí. Muy soñadora, muy romántica y muy enamoradiza. Todo eso a la vez». ¿Y de eso se cura uno con los años? «Jajaja. Creo que no. Uno va aceptando que las cosas son como son y, bueno, aprende a vivir con ello. Pero la flamencura no tiene cura… Pues igual, jajaja». Pues igual, Alba. Pues igual.

TODO SUCEDE AL ALBA

Por Javier Menéndez Flores

Alba se despereza después de haber contemplado durante horas el campo que se derrama ante ella igual que un mar sólido e inmutable. En ese viaje quieto, en el que la cabeza nunca deja de remar, se debate una vez y otra entre el estupor y la fascinación. Hasta que arriba a destino; ese momento del día en donde todo cabe: aquello que ocurre sin lugar a dudas, lo que imaginas y aun lo que sueñas. Y es ahí, en el instante justo en que el sol asoma, cuando la hija de Lole y Manuel nota el calambre de una emoción a la que no sabría ponerle nombre, pero cuya fuerza casi le arranca del asiento. Quizá porque se mira en un espejo que muestra, incluso, lo que no se ve.

Ha venido Alba a cantarnos porque de eso, de cantar, de escuchar cantar, de ver cómo se canta, están construidas su memoria y cada gramo de su existencia. Y en sus retinas se fueron acumulando estampas en las que los dos gitanos que le regalaron la sangre burlaban los zarpazos de la cotidianidad a base de sacar a pasear al salvaje que los habitaba enteramente. Y si todo es de color, y si el romero es verde y verde es también la aceituna, y si hay recuerdos escolares y tierras que cantan y una mariposa blanca y una Giralda que es toda ella torre de luz, yo hago golpear una mano contra la otra, trago saliva y me lanzo a serviros la cena en una bandeja de esmeralda y oro.

No tenéis idea de cómo pega el amarillo aquí en Triana, que ni las lagartijas se menean. Yo he visto preparar unos huevos a la flamenca sobre los adoquines al rojo vivo de la calle Betis y os juro por mi Esperanza de Triana que los perpetradores no eran precisamente tuaregs. Y aunque la combustión de verdad no se ve porque la llevamos bien protegida por la caja torácica, los corazones tienden a chamuscarse con la misma facilidad con la que las olas rompen en esa playa, la de Matalascañas, a donde acudimos los sevillanos en tropel para ahogar nuestras alegrías.

Hubo un tiempo en el que Las Niñas, ¡ojú!, dimos guerra de la buena llamando al pan, pan, y al malo, malnacido. Y ahora, borrachas de esa nostalgia que pone las pilas pero no duele, hemos vuelto al lío con las mismas ganas y alguna cana de más, solo que mil toneladas más sabias. Y si antes no nos gustaban ni un pelo las máscaras ni las sonrisas de peuvecé ni la tontería a granel que dispensan los digitales del mal llamado corazón, ahora todavía menos. Y que sí, que no, tú cierra la ventana, y el pico, y vuelve a ser mi abrigo.

Nos va a dar un nuevo día, Joselito, «miarma», y nosotros con estas greñas. Así que arráncate por las bulerías de Manuel, que vamos a meterle un alegrón en el cuerpo a toda esta gente que nos mira expectante. Y ojalá que Sting, Sade, Sheryl Crow, Prince, Madonna y el cielo sin mácula de Luz Casal guíen nuestro camino, porque demasiadas horas de mi juventud les entregué como para que ahora me fallen. Quiero cantar como si me doliera mucho el pecho o la cabeza o los ojos de tanto llorar, solo que desde la felicidad que me trepa estómago arriba cada vez que pongo los pies en el paraíso que es todo escenario.

Duermen Lucía y Anyelo y el perro vigila su sueño, mientras Alba mira a la naturaleza a los ojos y ya no espera que aparezca el Guerrero del Antifaz, o quizá sí. Pero suceda lo que suceda, arrúllame, mamá, con tu voz única y hondísima y que papá me siga abrazando como cuando la luna y yo compartíamos aquella cuna tan chiquita. Quiero sentir ese chorro de calor ahora que la línea del horizonte me colorea de naranja los iris y cancela sin remedio la tiranía de la noche, esa porción del día que ya sólo frecuento desde el faro altísimo de mi casa.