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Flores para Flórez

Crítica de ópera / «La Donna del Lago». De Rossini. Voces: S. Jicia, Juan D. Flórez, M. Mimica, M. Spyres... Orquesta y Coro del Teatro Comunale de Bolonia. Dir. musical: M. Mariotti. Dir. escénica: D. Michieletto. Pésaro, 17-VIII-2016.
La Razón

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«La Donna del Lago» es la ópera más decididamente romántica de Rossini. Está imbuida de un halo de melancólica nostalgia, de recuerdos y evocaciones y basada en el célebre relato de Walter Scott, «The Lady of the Lake», que puso de moda en toda Europa la imagen de una Escocia idílica. Pero habitada, sin embargo, por clanes rivales que la heroína del título logrará finalmente conciliar. Al director de escena Damiano Michieletto le gusta «rizar el rizo» en sus producciones y tratar de buscar un trasfondo psicológico. Así, ha planteado la obra como el recuerdo de Elena, ya anciana y recluida en su palacio, ahora en ruinas y devorado por la maleza descontrolada, poblado de fantasmas y almas en pena. Ella misma muere, víctima del enfrentamiento entre los dos hombres, aunque alcanza a ver la reconciliación de su pueblo en una especie de imagen paradisíaca. Pero ¿es sueño o realidad? Una producción, en suma, y para simplificar, más «germánica» que italiana, que nos hacía pensar en algunas recientes de títulos wagnerianos como «La Walkyria» o «Tristán». Al frente de una Orquesta y Coro del Teatro Comunale de Bolonia en espléndida forma, Michele Mariotti se mostró cada vez más dominador de esta música, sabiendo reflejar los sonidos de la naturaleza que impregnan la partitura y la urgencia de los ritmos marciales. Después del intermedio, una voz exclamó: «¡Viva Mariotti!». A lo que otra contestó: «¡Viva Rossini!». Ambas ampliamente vitoreadas. El estreno en el Teatro San Carlo de Nápoles el 24 de octubre de 1824 contó con la diva madrileña Isabel Colbran en el papel titular, que estuvo rodeada de un excelente terceto: los tenores Andrea Nozzari (en Rodrigo) y Giovanni David y la contralto Rosmunda Pisaroni (Malcolm). Una compañía de canto que era la envidia del mundo. Como modernos sucesores de los dos primeros, tanto Michael Spyres como Juan Diego Flórez cumplen con todas las expectativas y además combinan admirablemente las dos voces. El tenor peruano ya había interpretado a Giacomo-Uberto en 2001 junto a una gran dama del belcanto, Mariella Devia. Desde entonces ha llevado la obra por doquier (París, Milán, Nueva York..., hasta a la Quincena Musical Donostiarra en 2004). Lo más impresionante es que su realización canora del mismo no ha cambiado desde entonces. Los agudos siguen sonando firmes y seguros, el dominio de la coloratura es impecable... demostrando que en los papeles de «contraltino» no tiene posible competencia. El norteamericano Myers puede considerarse el sucesor natural de sus compatriotas Chris Merritt o Gregory Kunde como «baritenor», por su seguridad en los saltos de tesitura, la plenitud del agudo, la pasmosa seguridad en el ataque... añadiendo un centro poderoso y sonoro. En un papel masculino que evoca la vocalidad de los antiguos «castrati» como el de Malcolm, la mezzo armenia Varduhi Abrahamyan fue todo un descubrimiento por el bellísimo color y el dominio del estilo, recordándonos a la joven Daniela Barcellona (otro «producto» pesarés). En Douglas, el bajo croata Marko Mimica ha logrado eliminar los sonidos cavernosos que impedían apreciar mejor sus interesantes medios. En el papel titular, la soprano georgiana Salome Jicia ha dado un paso de gigante desde la Accademia Rossiniana (que con tanto tino dirige Alberto Zedda) a la que pertenecía el pasado año, demostrando excelente preparación. Únicamente en el rondó final se echó en falta ese punto más de virtuosismo y espectacularidad exigible a las más grandes.

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