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Francia llora la muerte de su extranjero más universal

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Francia llora hoy la muerte del cantautor Georges Moustakis, artista de origen griego nacido en Alejandría que se convirtió en una de las grandes plumas de la "chanson française", convirtiendo el idioma de Victor Hugo en su vehículo de libertad universal.
Moustaki, viajero de verbo libre y comprometido, amante de la vida y de sus placeres, falleció hoy, a los 79 años, en Niza, a orillas del Mediterráneo que le vio nacer.
La enfermedad pulmonar incurable que se lo llevó, le había apartado de los escenarios en 2009, tras un último concierto en el Palacio de la Música de Barcelona.
El presidente de Francia, François Hollande, le recordó como un "inmenso artista cuyas canciones populares y comprometidas han marcado a varias generaciones de franceses".
"Letrista excepcional, inspiró a algunos de los cantantes más importantes de la segunda mitad del siglo XX como Edith Piaf, Yves Montand, Barbara o Serge Reggiani", agregó el jefe del Estado que acogió a Moustaki, un cantante que "reivindicaba la riqueza de sus orígenes marcados por Europa y por el Mediterráneo".
El primer ministro, Jean-Marc Ayrault, trazó, en un comunicado, parte de la biografía de un "viajero infatigable (...) letrista, compositor e intérprete con un talento, una precisión y una sensibilidad constante".
"Nacido en el crisol cultural que fue la ciudad de Alejandría, llegó a París a los 17 años, donde su encuentro con Georges Brassens y Edith Piaf fue determinante. Del texto comprometido a la poesía más refinada de 'Milord' o 'Métèque', Georges Moustaki abrazó todas los oficios de la canción", declaró el jefe del Ejecutivo francés.
Entre quienes lanzaron una última mirada a la vida de Moustaki, pupilo de Brassens y amante de Piaf, se cuenta la cantante Juliette Gréco, a la que se conoce como "la musa de los existencialistas", quien lamentó en los micrófonos de "RTL"la pérdida de "un hombre absolutamente exquisito".
"Era un hombre refinado y elegante que tenía una dulzura infinita y, además, talento. Era como todos los poetas, alguien un poco diferente. Las diferencias siempre hacen el talento", comentó Gréco.
La ministra francesa de Cultura, Aurelie Filippetti, aseguró en Twitter que estaba sumida en "una inmensa tristeza".
"Un artista comprometido con valores humanistas, un gran poeta", escribió Filippetti en la misma red social en la que la carismática ministra de Justicia, Christiane Taubira, le envió un último adiós.
"Insaciable extranjero, a partir de ahora te ves como un 'impalpable grano de arena en el viento'. Un saludo, 'Milord'", firmó Taubira.
La ciudad de París, en cuya Île Saint-Louis bañada por el Sena vivió Moustaki durante más de cuarenta años salpicados de viajes, también derramó una lágrima por el poeta a través de su alcalde, Bertrand Delanoë, quien subrayó que el cantautor "le ha dejado a la 'chanson française' músicas y textos inolvidables, interpretados por una voz dulce y cálida".
"Ciudadano del mundo prendado de la libertad, rebelde, indefectible hasta sus últimos días, ese al que le gustaba llamarse a sí mismo 'Le Métèque' y que no temía afirmar que el 'hombre desciende de los sueños', será para todos el símbolo generoso del artista comprometido", escribió en un comunicado.
Más a la izquierda, Philippe Poutou, el que fuera candidato presidencial del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) al que votó Moustaki, se despidió dejando constancia del compromiso del artista, del que guarda "el combate político y el lado rebelde y contestatario contra un sistema económico, contra sociedades de opresión".
La Sociedad francesa de Autores, Compositores y Editores de Música (SACEM) ensalzó la calidad de "embajador de la francofonía"de alguien que escribió "varias de las páginas más hermosas de nuestro repertorio y de nuestro patrimonio, nacional e internacional".
Su obra "multiforme", como destacó el presidente de la Asamblea Nacional francesa, Claude Bartolone, permanecerá en la historia de la música como un trabajo "universal y atemporal".
"Tenemos toda la vida para divertirnos", apostilló el presidente del Senado, Jean-Pierre Bel, tomando prestada una de las frases de ese extranjero universal que se definía como "un ciudadano de la lengua francesa".