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Guillem Gisbert: "Hacer canciones es mi forma de estar solo en el mundo"

El ex componente de Manel presenta en Madrid su trabajo en solitario, "Balla la masurca"
Guillem Gisbert publica "Balla la masurca"
Guillem Gisbert publica "Balla la masurca"La Razón

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Durante cinco discos y quince años, Manel demostraron su gusto por el riesgo. Lograron el disco de oro con especial predicamento en Cataluña (pues cantan en catalán) pero rompieron las barreras lingüísticas con discos que se caracterizaban por la frescura y el atrevimiento. Manel se agotó (de momento) y su cantante y principal compositor se ha atrevido a ir en solitario mientras el barbecho favorece una reunión futura de cuarteto. Guillem Gisbert ha publicado "Balla la masurca", trabajo que presenta en Madrid (10 de mayo, Teatro Eslava), y, posteriormente en Sabadell (17 de mayo) y Tarragona (8 de junio).
Ir en solitario ¿le ha despertado alguna inseguridad sin la protección de sus compañeros?
Estoy acostumbrado a trabajar con tres seres humanos más y esas personas ayudan a validar cada uno de los procesos que hay en un disco. Eso, desde el principio, te marca. Las opiniones de los demás permiten formar la conversación sobre el material que quizá yo llevaba al local y eso permitía ir acorralando la canción hasta que nos gustaba. La cambiábamos mucho, y generar esa seguridad solo, es muy diferente. Eso ha tenido su miga.
¿Ha hablado mucho solo?
Pues sí que le das muchas vueltas, pero también lo hacía antes. Rumio mucho para que la canción me vaya gustando. Siempre hay una conversación con uno mismo.
¿Cuál es la situación de Manel?
Fue algo sencillo, de toda la vida. Después de 15 años y cinco discos, coincidiendo con la última gira, que llegó con la pandemia... Resultó una situación que requería energía y la sacamos adelante, pero nos dimos cuenta de que ya la pinta es que tenía que correr el aire. Es la historia de los grupos que empiezan con veintipocos años y que lo das todo por un proyecto común y vienen las ganas de la individualidad. Y es raro, pero sé que vamos a sacar más discos juntos porque nos queremos, somos muy amigos y tenemos la sensación de hacer buenos discos juntos. Pero bueno, cuando un grupo al terminar una gira no tienen ganas de hacer otro disco, hay esa desincronización que requiere una espera.
¿Vio peligrar la vocación, dejar la música?
En el disco hay una presencia muy protagonista de la vocación. Hay un par de canciones que hablan de cuando yo iba a la universidad a estudiar periodismo y salía de noche de la facultad, en el tren, y de ese momento en que se supone que debes saber qué vas a hacer con tu vida y estas esperando a que se encienda esa lucecita interior. Esa luz que te dice para qué has venido al mundo. Pero a veces esa lucecita no se enciende y yo tengo la sensación de que en mi caso no se ha encendido. Pero, por azares de la vida, que eso también aparece en el disco mucho, me encontré con tres tipos y empezamos a hacer canciones y llegó un disco, el segundo y el tercero. Pero no tengo para nada la sensación de que escribir canciones sea mi vocación. Me siento cómodo, pero no es que sea mi vocación. Y cuando vi claro que Manel se detenía, supe que mi papel era hacer un disco solo. Y bueno, mantener el grifo de las canciones abierto es algo que merecía la pena.
Uno se siente mal sin esa vocación ulterior, te hace sentir que algo no está bien.
Yo pretendía hacer canciones en contra de la idea de la vocación, porque puede llegar a generar frustraciones importantes cuando no aparece. Tenemos estructurado ese momento de la vida como algo que tiene que llegar, generalmente muy joven para tenerlo. Pero resulta que a veces no llega y no pasa nada. Y eso creo que está bien subrayarlo. Cuando tienes 18 años te piden que respondas a quién quieres ser el resto de tu vida y eso es muy difícil. Pero bueno, nuestra generación ya se ha dado cuenta de que no merece mucho la pena preocuparse, porque estudiar es una cosa y trabajar después es otra diferente.
¿Cómo afrontas el hecho de escribir un canción, para qué lo hace?
Ha llegado un momento en que las canciones son como un rumor dentro de la cabeza. Que me llegan cuando estoy solo, básicamente. Se han convertido en mi manera de estar solo, pensar en canciones. Y es algo que me distrae y está muy bien. Más allá del concepto romantizado del artista hay algo de oficio y eso te especializa, te deforma. Y esa es mi manera de estar en el mundo. Trabajar una canción o acumular ideas para ellas. Tienes tus notas en el iPhone, tus libretitas, y vas haciendo. Para mí, es, en el sentido más bonito de la palabra, un oficio.
¿Va por ahí el tema de "Balla la masurca"?
Esa canción trata sobre complacer, que es algo inherente al oficio de artista, y también extrapolable a otros seres humanos. Esa pulsión que tenemos por complacer a los demás. Y aquí habla de un bailarín de mazurcas que se ha subido al escenario nada más que para complacer. Hay una parte del oficio de artista que no es la que me gusta más, que es, claro, depender del aplauso y de la opinión de los demás. Y eso es algo que bueno, casi habrías preferido tomar otro camino.
Esa esclavitud es el contraste perfecto a la soledad de lo que hablaba.
Muchas veces tengo un pensamiento recurrente cuando subo al escenario: “realmente tengo un trabajo extraño, joder”. Te ves y dices: “qué raro es mi curro”...
¿Le gusta el directo?
Para dedicarte al pop hay que tener un poquito de todo sin ser el mejor del mundo. Necesitas un poco de instinto melódico, algo de pelearte con las canciones, de gusto para el escenario, de ser un buen instrumentista, aunque no hace falta ser el mejor, y aunque no hay que ser un poeta, hay que saber escribir. El directo me gusta, no lo llevo nada mal.
¿Qué le inspira Rafael Azcona para dedicarle una canción?
Fue escuchando un pódcast, en el que encontré una recuperación de una entrevista a Azcona en la que decía exactamente lo que cuenta la canción. Me encanta la historia, la idea de que el gran guionista del cine español encontró ese momento feliz, mágico, de máxima realización personal, no haciendo lo que todo el mundo esperaría que dijese, que es escribir guiones, sino haciendo aviones de papel y logrando que uno de ellos cogiera una corriente de aire caliente que lo mantuvo volando 17 minutos. Y lo decía en la entrevista y se quedaba tan ancho. Que era indiscutible esa cifra. Y me encantó, conectando con la idea que hablábamos antes de la vocación, que puedes esperar que eso te llegue a través de la vocación, pero no.