Música

Mad Cool: agorafobia para principiantes

La tercera jornada del festival colapsa ante el sobreaforo y la mala organización interna, pero esta vez no la salvan unas mediocres actuaciones de Red Hot Chilli Peppers y Liam Gallagher

Red Hot Chili Peppers en el Mad Cool
Red Hot Chili Peppers en el Mad Cool. David JarDavid JarFotógrafos

Lo que el jueves era molesto y el viernes, incómodo, el sábado fue insoportable. Cada desplazamiento por el interior del recinto del Mad Cool era un suplicio y un riesgo para la salud. Masas de personas bloqueadas entre establecimientos publicitarios, esperas interminables para acceder a escenarios y servicios. Y un aspirante a premio Nobel desde ya: quien diseñó un recinto para, digamos, 70.000 personas con una única zona de urinarios con una única entrada. La tercera jornada del festival debió ser un éxito de taquilla a la luz de la desesperación de sus asistentes, pero es difícil que lo que ahora llaman "experiencia" sea peor para su propio público. Pudo haber sido peor: si no pasó algo grave, fue de milagro. Imaginar una evacuación de emergencia en semejante ratonera es escalofriante.

Por no seguir cargando las tintas, además, en la tercera noche la música no enmendó el entuerto. Liam Gallagherapenas despertó indiferencia ante uno de los conciertos más masivos de esta edición de Mad Cool (hasta que Red Hot Chilli Peppers reventaron el festival). Con la pradera a rebosar, el mancuniano interpretó su repertorio en solitario con alguna bordería intercalada entre la pasividad de la gran mayoría de su público. Como es habitual, la cosa se mantuvo en coma hasta que llegó "Wonderwall", cuya letra cambió para matizar que "I don't speak Spanish" en medio de los versos. Todos los móviles estaban puestos en el aire y la gente había vuelto a la vida después de una hora de letargo con el sol clavado en la pupila. Preguntó si había aficionados del Atlético de Madrid, luego del Real, en ambos casos contestados con vítores escasos. Pero se llevó un abucheo notable (por parte de buena parte de la concurrencia británica además) cuando quiso saber si había entre la audiencia alguno del Manchester City, el equipo del que es prácticamente un hooligan más, y que este año ha arrasado con un triplete. Cerró con "Champagne Supernova" probando una vez más, y van ya cientos, que después de Oasis llegó la nada más absoluta para los Gallagher. Su reunión, eso sí, lo sería todo de nuevo. Pero no parece que eso vaya a suceder por el momento.

LIAM GALLAGHER en el Mad Cool. David Jar
LIAM GALLAGHER en el Mad Cool. David JarDavid JarFotógrafos

Después de perder el tiempo atascados en una masa humana sin dirección y angustiada (llegar a Primal Scream era imposible), el público pudo ver a Red Hot Chilli Peppers, la gran atracción de la jornada. A falta de datos oficiales de asistencia, cifra que será obligatoria cuestionar, la segunda jornada había convocado a 67.000 de un máximo de 70.000 asistentes que fueron superados con creces en la tercera jornada. Habrá maquillaje de los números, pero la realidad era evidente. El sobreaforo estaba en la mente de todo el mundo que no podía dar tres pasos seguidos. La sensación era insoportable y la presentación del cuarteto californiano prometía borrarlo todo: una introducción instrumental hacía levantar las cejas de todos los presentes. Una ráfaga brutal de música lanzada por Flea y John Frusciante que servía de prólogo a “Otherside” y muchos nos prometimos una noche para la historia. No lo fue. O lo fue para mal, para otra edición directa al museo de los horrores de Mad Cool.

Vaya por delante la absoluta admiración a la banda, compuesta por cuatro hombres talluditos con una vestimenta poco acorde a su edad. Gorra para atrás, pantalones anchos y aspecto de haber llegado a Villaverde en patín (sí, en sueños). Sin bailarinas, sin cohetes, sin grandes luminosos, pero con un saco de canciones alucinantes, instantáneas. Y unos instrumentistas de primera categoría. ¿Unos tíos raros? Puede. Pero, como como decía una pegatina en el bajo de Flea: "apoya a los frikis de tu ciudad". Un día serán superestrelllas. Ese ha sido el caso de la banda californiana, nacida del underground, superviviente en mil batallas y unos cuantos derrapes y hoy primeras figuras. "Blood, Sugar, Sex, Magik" y "Mother's Milk" fueron sus obras maestras nacidas de una mezcla única de funky, jazz, punk rock y dicción de hip hop, pero la fama les llegó con justo merecimiento con "Californication", un disco de esos que llegan en el momento oportuno con las canciones precisas. Y es seguramente gracias a ese álbum, que no es el mejor, que hoy tienen el estatus que anoche se palpaba en Mad Cool. No puede enfadarnos esa circunstancia. Pero sí cómo manejaron su repertorio: con indolencia y autocomplacencia.

Red Hot Chili Peppers en el Mad Cool. David Jar
Red Hot Chili Peppers en el Mad Cool. David JarDavid JarFotógrafos

No fue un concierto con concesiones a la galería. Los únicos efectos especiales planteados eran el tartamudeo de Anthony Kiedis (falto de movilidad, lucía un aparatoso zapato ortopédico en el pie izquierdo) y la síncope de Flea, que incluso se atrevió con el recitado de una balada tradicional irlandesa o escocesa, a saber qué demonios era aquello, recitada como Shane Macgowan desde el frenopático. Parecía suficiente para una audiencia que había tomado posiciones frente al escenario que todavía Liam Gallagher dejaba caliente más de una hora antes.

En honor a la verdad, lo que vino después fue bastante pobre. Rescatable fue “Snow (Hey Ho!)”, y “I like Dirt, pero el concierto se movió por lo insustancial hasta que concedieron "Californication", que sacaba de la atonía a un público hambriento de hits, de forma parecida a cómo el Gallagher había abierto el baúl de Oasis. "By the way" seguía demostrando la efectividad de aquel trabajo que les dio la fama, y, en una retirada bastante prematura, entregaron “I Could Have Lied” y “Give It Away”. Hasta parece que hizo un poco de frío en ese momento en el horno de Villaverde.

Red Hot Chili Peppers en el Mad Cool. David Jar
Red Hot Chili Peppers en el Mad Cool. David JarDavid JarFotógrafos

Mad Cool ha regresado a los pecados de 2018, cuando 80.000 personas colapsaron el recinto y convirtieron el festival en una pesadilla. Anoche, con una cifra pareja de asistentes, para evitar ir a la única zona de servicios habilitada como trampa, el público orinaba en cualquier valla o contenedor, convirtiendo al recinto en una letrina inmensa. Como en aquella ocasión, nos preguntamos: ¿chapuza o irresponsabilidad? Con un agravante: el evento tiene un patrocinio suculento de la Comunidad de Madrid y varios escenarios llevan el nombre de la región. ¿Es esta la imagen que se quiere dar? ¿El dinero público no acarrea una mínima supervisión más allá de los invitados de la zona VIP? Bastaba embutirse en el metro a la salida (cuestión que, por cierto, mejoró notablemente con respecto a la primera jornada) para escuchar, en varios idiomas, que nunca más.