Maria Joao Pires, sentido y sensibilidad
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Obras de Mozart. Maria Joao Pires y Piano: Lilit Grigoryan. Auditorio Nacional. Madrid, 14-XI-2018.
Afortunadamente no era cierta la noticia de la retirada de Maria Joao Pires. Sigue en los escenarios a pesar de que, sorprendentemente, haya tenido lugar su último concierto madrileño en la sala de cámara del Auditorio Nacional y no en la principal. Por ello solo unas setecientas personas pudimos disfrutar de su arte. No abundan los programas dedicados íntegramente a Mozart y, por ello, el presente, perteneciente a la serie de La Filarmónica, resultó refrescante. Máxime cuando también el repertorio es infrecuente e incluye sonatas a cuatro manos. La pianista portuguesa salió acompañada de Lilit Grigoryan. Le sucede como a Marta Argerich, que parecen necesitar niñera o ama para salir a tocar y, con mucha frecuencia, los niveles de sus acompañantes son bastante inferiores. Ambas se turnaron en una pieza en solitario y en las escalas graves o agudas del piano. Empezó en concierto con la muy temprana «sonata en do mayor K19d», una partitura que tocaron Mozart y su hermana por vez primera en Londres (1794) en uno de aquellos viajes que realizaban por Europa como titiriteros. Inicialmente fue compuesta para un clavicémbalo con dos teclados. Pires dejó el canto de los agudos a Grigoryan y resultó un excelente aperitivo antes de la conocida en «si bemol mayor, k.333» en la que Pires pudo explayarse a gusto mostrando la excelente mozartiana que es. De resaltar el movimiento lento central, pleno de sentido y sensibilidad. Concluyó la primera parte con el «Adagio y Allegro en fa menor K.594», en la que cambiaron banquetas ambas artistas. Curioso que fuera pergueñada inicialmente como pieza funeraria para el órgano mecánico de un relog, lo que Mozart aborrecía y por ello realizó más tarde la trascripción para piano a cuatro manos. En la segunda parte una breve fuga a cuatro manos, la «sonata K.576» dedicada a la Princesa Federica Luisa de Prusia con sus reminiscencias de cacerías y la virtuoso K.521 a cuatro manos en la que Mozart no pudo ocultar su amor por la ópera en el dialogo escrito entre ambas solistas. Un concierto refrescante para un auditorio lleno que dejó a no pocos en la calle.