Molto amore per Teresa
Me cuesta tanto hablar de Claudio en pasado. Siento la pérdida de alguien muy cercano, porque él lo era. Más que un director de orquesta al que conocí hace ya muchos años. Él era un amigo, una persona que sentía la música de la misma manera que yo, nos unía un idéntico camino. Nos vimos por primera vez en los años sesenta cantando «Un ballo in maschera» de Verdi en La Scala junto a Jean Pierre Ponnelle. En el mismo momento en que me escuchó le gustaron mi voz y mi manera de interpretar y yo me sentí feliz. Nos entendimos desde el primer día. Siempre he dicho que con la mirada ya nos entendíamos sin tener que hablar. Hablaba con sus ojos. A pesar de su aspecto frágil era un director que se crecía cuando empuñaba la batuta, se hacía enorme y se enfrentaba a cualquier reto. Cómo tocaba Brahms, Mahler y Mozart... y todo. Recuerdo la cantidad de veces que habremos coincidido fuera del escenario, las cenas interminables tan divertidas, llenas de anécdotas, o cuando su hijo Daniele y mi hija, que eran de edad parecida, se entretenían escribiendo en mis partituras cómo debía ser la escenografía mientras yo ensayaba en Milán. Se me ha ido el maestro, el amigo, el músico, quizá el mejor que haya habido, el más completo. Recuerdo ahora sus «Bodas de Fígaro», «La cenerentola», «La italiana en Argel», y mi primera «Carmen», imposible olvidarlo porque fue con él con quien la debuté en el Festival de Edimburgo en 1977 después de haber rechaza hacerlo. Me dieron a elegir a media docena de directores y yo dije que sin él no la cantaba, y a cuatro tenores, y yo me quedé con él y con Plácido. Imposible tener mejor batuta y mejor don José. Cómo sonaba la Sinfónica de Londres. Primero ensayamos en París y después en Edimburgo durante un mes. Fue una dedicación profunda la nuestra, para llegar a lo más hondo de la partitura, pues ésa era su manera de trabajar: la limpiaba de todo lo que no se había hecho bien y respetaba al máximo al compositor. Fue una noche inolvidable.
Hace un par de días hablé con su hijo, estábamos en contacto permanente. Le pedí que le diera un beso de mi parte y al poco tiempo me envió un mensaje de Claudio: «Amore, molto amore per Teresa». Le he sentido siempre tan cerca que tuve el domingo un presentimiento, pensé en ir a verle, pero sabía que no era el momento.
Con Claudio Abbado se va una parte de mi vida artística, una parte enorme. Cuando dirigía, ahí estaba yo para disfrutar. Era del grupo de amigos que afortunadamente estaban dentro y fuera del escenario, como Luigi Alva, Mirella Freni y tantos otros. Hemos compartido muchos momentos y una amistad profunda. Siempre le llevaré conmigo.