Mon Laferte: «En la industria musical hay un fin para las mujeres, se nos castiga mucho»
Con 40 años y acabando de ser madre, está nominada a los Latin Grammy y renace lanzando su nuevo disco «Autopoiética»
Madrid Creada:
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No caben adjetivos, pues lo de Mon Laferte es sustancial y sustantivo. Ella es estilo, personalidad, sonrisa y presencia. Con una mirada que no deja escapatoria y bañada en tatuajes –desde hace un par de días luce en la pierna a una mujer con flor en el pelo, mantón, cigarro y lágrima en el rabillo–, la artista atiende a este diario en el corazón de Sevilla. Entre el Giraldillo y el Garlochí. Forma parte de esta semana de la música iberoamericana que embriaga a la capital andaluza, y que celebra el arte plural, el femenino y el que aúna raíz e innovación. Laferte está nominada a los Latin Grammy en la categoría de Mejor canción alternativa, y la Academia le ha reconocido en el evento Leading Leadies junto a otras mujeres profesionales de la industria musical. Pero, ante todo, ha renacido con el reciente lanzamiento de «Autopoiética», un octavo álbum donde razona, revoluciona y reta.
El disco es una mezcla de ideas y estilos: pasa de la cumbia al bolero o la ópera.
Pienso en los álbumes como si fueran películas, pasan por diferentes sitios emocionales, cuentan historias. Este disco invita a reflexionar, a bailar, te lleva a un nivel más profundo. Todo surge de forma natural, no lo planeo.
¿Sobre qué ha reflexionado?
Conocí la «autopoiesis», un término acuñado por biólogos chilenos que apela a las células y su capacidad de recrearse. Te haces una herida y tu cuerpo se genera, somos seres autopoiéticos. Esa idea me rondaba la cabeza. Cumplí 40 años y acabo de ser madre. Para nosotras las mujeres es una edad en la que parece que se te acaba la carrera. Hay un fin para las mujeres en la industria de la música. Se nos castiga mucho. Estos días veía cómo Madonna ha sido muy criticada, señalada. Entonces, pensé que no importaba la edad ni la maternidad, pues yo soy autopoiética, tengo la capacidad de recrearme. Tuve a mi hijo, me rompí entera, a mi cuerpo, y aquí estoy de nuevo, regenerada y reinventada.
¿Es difícil que una mujer se consolide en la música?
A modo personal, siento que en cada proyecto me siento completa, avanzo y me gusta lo que hago. A nivel social, sí es cierto que se exige muchísimo más a las mujeres en general. Ahora que soy madre me doy cuenta de que eso aumenta, como que no eres lo suficientemente buena si dejas a tu hijo para ir a trabajar.
¿Cómo se desvincula de esos aspectos?
Mi hijo me da mucha fortaleza, ha sido un antes y un después. Cuando nació, me sentí poderosa, porque tengo la capacidad de crear a un ser en mi vientre. Quiero que vea que su mamá es increíble. Mientras más completa y feliz me sienta, mejor madre y amiga seré para él.
¿No siente miedo a lo nuevo?
Por supuesto. Siempre hay miedos, muchos. Pero continúo.
Las letras de «Autopoiética», ¿son más poéticas o políticas?
Más poética, siempre intento serlo. La política no me cae bien. La poesía es amable, invita a reflexionar desde otros sitios. Da una libertad extrema, tan grande que hasta da un poco de vértigo, y quisiera vivir más ahí, en ese filo.
«Libertad», una palabra que no pasa de moda.
Sí, y a veces está muy mal usada, porque se utiliza como una bandera. No sé si somos tan libres como pensamos. El teléfono te conoce más que tú misma, es una locura. Para mí la libertad reside en que las personas hagan lo que les haga sentir bien. Todo ello, dentro del respeto. Ser libre siempre que no afectes a nadie.
¿Se siente respetada?
Sí, pero no siempre ha sido así. Cuando era más joven no se me respetaba como artista. Crecí en los 90, en un mundo distinto y machista. Estaba todo más segmentado: los rockeros con los rockeros, nadie se juntaba con nadie. Yo me sentía fuera de lugar. Me sentía cantautora, de guitarra, pero también quería usar tacón y maquillarme. Me gustaba Juan Gabriel y Radiohead. Y esos mundos estaban peleados. Era un bicho raro. Hoy es distinto, creo que gracias a la experiencia.
En la canción «Metamorfosis», ¿habla de ese cambio?
¡Claro! Esa canción es muy importante para mí. Es divertida, hago guiños a Gabriela Mistral, pero también a la mujer poeta de taconazo y labio rojo.
Se pone religiosa en «Levítico 20:9».
Esa canción es una crítica hacia la religión. Fui criada por una familia muy religiosa, y fue muy fuerte para mí darme cuenta del dolor que causan las creencias. ¿Tan dura debe ser la religión como para que unos padres no le hablen a sus hijos por ser gays? Hoy vemos que las guerras en el mundo son por motivos religiosos. Es importante reflexionar sobre ello.
Menciono otra canción: ¿vivimos en una «Pornocracia»?
(Ríe). El nombre viene de otro sitio, porque me gustó la palabra, y la canción sonaba sexy, como un clásico de mujer despechada. Tengo muchas canciones así. Me gusta esa figura de mujer con lágrima y cigarro. Crecí escuchando a Rocío Durcal, y me encanta lo teatral, me parece un sufrimiento bello.