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Muere joven, deja un bonito cadáver

La Razón
  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

  • Alberto Bravo

    Alberto Bravo

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El rock and roll es arte y destrucción. Y, digámoslo pronto, también ignorancia. La historia habla de muchachos subidos en la cresta de la fama antes de tiempo, antes incluso de haber leído un libro, haber completado estudios o, en fin, conocer aspectos de la vida que sólo da la experiencia que concede el paso de los años. Como el halago es digerido con deleite cuando se es joven, estos muchachos crecieron en un mundo irreal y nocivo. Esos 27 años son relativa casualidad y cada muerte llegó en circunstancias diferentes, pero dentro de un universo común. Pongamos por caso a Brian Jones, un tipo que amaba un género tan minoritario como el blues y que acabó sumido en un lujo que ni le correspondía ni entendía. O el caso de Janis Joplin, que tenía todo menos amor. O el de Jim Morrison, quien cuando murió estaba harto de ser él mismo aunque muchos querían ser como él. Más o menos lo mismo que Kurt Cobain.
Pero toda esta gente no merece el desprecio, sino la piedad. Todos, con la excepción de Jimi Hendrix, murieron porque no les quedaba más remedio, porque sufrían una insatisfacción vital que no les permitía disfrutar de lo que tenían. Y ¿qué es lo que tenían? Pues no mucho. Dinero, tanto y tan poco. Porque el lujo deja de ser interesante cuando te acostumbras a él. Al menos, en el caso de las personas cabales. Y todos, absolutamente todos estos genios, murieron solos. Uno en una piscina, otro en la esquina de una habitación, otro en una bañera... Qué sordidos finales para grandes ídolos. Pasan los años, pasan las décadas, llega un nuevo siglo y la historia es la misma. La yla de Jim Morrison, pero lo único que cambió es que esta vez todas las fotos fueron en color. Años después no hemos aprendido nada. Porque la ignorancia, la infelicidad y el erróneo placer de la fama siguen siendo las mismas coartadas, antes y ahora. Porque el ser humano no cambia. Aquella música de «muere joven, deja un bonito cadáver» es sólo eso: mística.
*Crítico musical