Neil Young contra Hernán Cortés: el disco que Franco censuró
El disco «Dume» recoge las sesiones de grabación de «Zuma», un disco legendario que incluía una canción sobre el conquistador que fue prohibida en España y una música inmortal que matizaría el sonido eléctrico del canadiense
Creada:
Última actualización:
«Fueron los días más vivos de mi vida», diría Neil Young sobre aquella feliz temporada que pasó con Crazy Horse grabando «Zuma», publicado en noviembre de 1975. Sería recordado por muchas cosas cosas: ese sonido abrasivo junto a Crazy Horse, esa colección de canciones, la evocadora voz del canadiense y la censura de Franco en España a uno de sus grandes clásicos, «Cortez the Killer», dedicado a Hernán Cortés. Y aquellas sesiones se rememoran ahora en su inminente disco «Dume», que recoge tanto el original como las estupendas canciones descartadas.
El original apenas contaba con 36 minutos de música repartidos en nueve canciones, pero el resultado te dejaba sin aliento. Era un álbum eléctricamente triste, lleno de tensión, con una ejecución que sentaría las bases del célebre e inimitable «sonido Crazy Horse». El disco parecía fuera de lugar en una época donde la sofisticación se imponía y no tendría un gran éxito comercial, pero el tiempo lo situaría entre uno de los grandes clásicos de Young. Un álbum imprescindible.
El canadiense venía de una época oscura e insatisfactoria. Parecían inútiles todos sus esfuerzos por eliminar el sentimiento de culpa generado por la muerte por sobredosis de su compañero Danny Whitten en Crazy Horse. Tras su fallecimiento, publicaría la oscura «Ditch Trilogy» compuesta por «Time Fades Away», «On the Beach» y «Tonight’s the Night». También giraría por estadios junto a Crosby, Stills & Nash, una reunión tan lucrativa como insatisfactoria para su exacerbado sentido de la autenticidad. La gota que colmaría el vaso sería la ruptura con su novia de entonces, Carrie Snodgress.
Fue entonces cuando Neil Young decidió investigar una línea terapéutica que hasta entonces no había contemplado: dedicar el tiempo solo a sí mismo y a grabar cuándo y cómo quería la música que de verdad quería hacer. Para ello, quizá para exorcizar viejos fantasmas, rehabilitó a sus viejos amigos de Crazy Horse con un nuevo guitarrista, Frank Sampedro, en lugar de Whitten. También se mudó a la casa de su amigo y productor David Briggs para grabar en sesiones relajadas sin un patrón fijo y dependiendo únicamente de la inspiración. Aquel lugar era un extravagante rancho situado en Malibú muy cerca de Zuma Beach. Iban a bañarse, recibían amigos, tomaban algunas drogas, hacían música... Vivían. Justo el tipo de hedonismo que probablemente le había faltado a Young durante toda su carrera y que ahora sí parecía disfrutar. «Zuma» resultó ser su mejor terapia. «Estaba superando la relación perdida con Carrie, viviendo la vida con mis mejores amigos, haciendo buena música y empezando a entender algo: un futuro abierto en mi vida personal y un nuevo futuro con Crazy Horse después de Danny», resumiría.
Las sesiones del álbum fueron un momento prolífico para Young y un nuevo comienzo. «No hubo mucho trabajo en esas canciones, simplemente las montamos, las grabamos y las mezclé en el acto. Por eso esos temas suenan tan crudos y elementales. Hicimos mucha edición, porque tenía forma libre y editaba las partes planas. Algunas tomas duraban diez minutos. Todo ese álbum es una lección sobre cómo hacer discos de Neil Young. Si es genial o no, me importa una mierda... Neil es mucho mejor en las casas que en los estudios», comentaría el excéntrico David Briggs.
La banda ensayaría y grabaría el nuevo material de Young en aquel rancho, generalmente en sesiones nocturnas después de largos días de sol. La banda probaría muchas canciones nuevas, algunas de las cuales entrarían en «Rust Never Sleeps», su impresionante disco de 1979. Las canciones interpretadas durante las sesiones de «Zuma» que no formaron parte del álbum incluyen «Pocahontas», «Sedan Delivery», «Hitchhiker», «Ride My Llama», «Powderfinger», «Hawaii», «Kansas» y «Born to Run», todas ellas espléndidas, como se recoge en «Dume».
Lo cierto es que Young nunca tuvo en mente un proyecto discográfico al comenzar a grabar en la casa de Briggs. Simplemente ocurrió que en mitad de las sesiones recibió una llamada de Warner Brothers para pedirle la entrega de un álbum. «Lo estamos grabando», respondió Young con cierta perversión ante la sorpresa de su compañía.
El álbum estaba trufado de joyas, pero por encima de todas había una que destacaba sobre el resto: «Cortez the Killer». Hablaba de Hernán Cortés, sus conquistas y la sangre derramada ante los «pobres» incas. Young había sido estudiante de historia, pero su revisionismo derivó en una letra realmente ridícula en la que hablaba de un solo sanguinario, olvidando que los aztecas no eran precisamente monjas.
«Ofrecieron vida en sacrificio / Para que otros puedan seguir / El odio era sólo una leyenda / Y la guerra nunca fue conocida», era una de sus estrofas. Todo era de un maniqueísmo asombroso y desconcertante en un texto que Young comenzó a escribir en la escuela secundaria después (literalmente) de un atracón de hamburguesas y que finalizó en el rancho de Briggs. Y todavía había una estrofa más, jamás registrada porque se fue la luz en el momento en el que Young la cantaba y no lo volvió a repetir.
En España la dictadura ya agonizaba cuando se publicó «Zuma» en 1975. Pero al dragón todavía le quedaban cenizas en los pulmones y no podía permitir que a Hernán Cortés se le llamara «asesino» en una canción. Se prohibió la emisión de «Cortez the Killer» en la radio y, aunque se pudo lanzar el disco, en España tuvo que editarse con el título cambiado: desapareció el «killer» y se publicó como «Cortés, Cortés». Lo curioso es que «Zuma» se vendería mejor en España que en cualquier otro país de Europa. ¿Ayudó la publicidad que suele acompañar a la censura? Seguro.
«Zuma» es sin duda una de las cumbres del «sonido Crazy Horse», lo que equivale a decir que es una cima del rock and roll eléctrico. «Simplemente estábamos pasando un buen rato. Todo fue realmente honesto. Todos estábamos encontrando nuestro camino juntos. Estábamos relajados. Nadie estaba nervioso por eso. Simplemente estábamos tocando. Seguimos mejorando cada vez más. Fue el nacimiento de una nueva banda a pesar de que tenía el mismo nombre», relataría Frank Sampedro.
La insuperable guitarra «Old Black» de Young se abría paso huracanada ante el impresionante sentido rítmico de Crazy Horse logrando transformar temas tan melódicos como «Don’t Cry No Tears», «Lookin’ for a Love» o «Barstool Blues» en auténticas sinfonías llenas de crudeza orquestal. Y luego estaban esos temas profundamente lentos, «Cortez» o «Danger Bird», largos y cargados de tensión, a punto de explotar. Alguien tan poco dudoso como Lou Reed, quien hasta entonces había desdeñado profundamente a Young, aseguraría: «Me hace llorar, es lo mejor que he oído en mi vida. El tío es un guitarrista espectacular, esas melodías son tan maravillosas, tan calculadas, construidas nota a nota… Se debe haber matado para conseguir esas notas. Me pone los pelos de punta». Nadie, absolutamente nadie, ha conseguido sonar de esa manera. Y todo comenzó con «Zuma».