Música

Ni censura, ni retraso, ni hermetismo: cuando España fue moderna en los 60

Un libro reconstruye la llegada del rock y el pop a nuestro país y desmonta mitos: la censura fue muy imperfecta y el franquismo no pudo parar cierta modernidad

De izda. a dcha. Antonio (Tony) Martínez, Mike Kennedy, Miguel Vicens, Pablo Sanllehí y Manolo Fernández, miembros de Los Bravos
De izda. a dcha. Antonio (Tony) Martínez, Mike Kennedy, Miguel Vicens, Pablo Sanllehí y Manolo Fernández, miembros de Los Bravoslarazon

Es la imagen recurrente: la España de la dictadura y la falta de derechos se reflejaba en una vida cultural plomiza y cavernaria que sumía a nuestro país en el aislamiento, la zarzuela y el cuplé. Y en verdad las consecuencias del franquismo en la universidad, las letras o el cine fueron devastadoras. Sin embargo, quizá por estar fuera del foco de los poderes de la época, no puede decirse que sucediese lo mismo con la música. «El rock & roll llegó, con puntualidad, en 1956 y –a finales del año anterior– ya se había publicado ‘’Rock Around The Clock’', de Billy Haley and his Comets», señala Ignacio Faulín, autor del libro «¡¡Hola, Mr. Pop!! Cuando la modernidad llegó a España para quedarse» (Sílex), un volumen exhaustivo y documentado (no en vano fue parte de su tesis doctoral) que desmitifica algunos malos entendidos de la historia de la música en España, tales como la ausencia de ediciones discográficas o de giras de las estrellas del momento, el papel (muy relativo) de las bases aéreas estadounidense en nuestro suelo, el (limitado, en realidad) impacto de la censura o, mucho más llamativo: la persecución del catalán y otras lenguas del estado. «El uso del catalán en la música popular del periodo narrado es significativo. No es oficial, pero se hace con la mayor naturalidad y normalidad», dice Faulín, que recuerda que «desde 1962 existe una discográfica muy activa que publica exclusivamente en es idioma. Se desarrolló con abundancia y sin oscurantismos toda la década», expone el autor.

«Desmontar el topicazo»

Como ya se encargó el propio autor de desmitificar en otro volumen sobre la primera mitad del siglo, la realidad de España podía ser asfixiante a veces y los canales oficiales resultar poco estimulantes, pero si algo sabemos en este país es buscar caminos alternativos. Pero, mientras que en «Bienvenido Mr. USA», Faulín trazaba esas corrientes subterráneas entre los años 1865 a 1955, en el periodo de la llegada del rock & roll y el pop a España, entre el 1956 y 1964 no es necesario acudir a la marginalidad para encontrar los rastros de una cultura popular, sino que están tan a la vista como en los quioscos de prensa, donde aparecen las primeras revistas musicales, las tiendas que traen los vinilos y tocadiscos y, por supuesto, las emisoras de radio que dedican programas y listas de éxitos a ese nuevo sonido que inaugura el citado Bill Haley y que llega a nuestras tierras a la hora en punto. Y reciben la airada respuesta de la prensa que les considera una «danza de salvajes y agonizantes».

Faulín, que ha enseñado en la universidad durante más de 20 años historia de la música y musicología, busca «desmontar el topicazo» del atraso cultural. «Elvis llegó a España a la vez que al resto del mundo. Incluso Gene Vincent, que fue el rockero que Capitol lanzó para competir con Elvis, se edita en los 50 en España. Hasta el 53, solo había dos compañías, Columbia y La Voz de su Amo (Odeón), pero luego suergen Hispavox, Zafiro, Belter... En los 50, la RCA monta oficina en Madrid y los discos de Capitol se editan aquí. Fueron los años de la llegada del vinilo, que supuso una revolución con respecto a los discos de pizarra. Las carátulas dejan de ser un marrón genérico para incluir fotos. Aparece “Discofilia”, una revista editada en Madrid porque lo discográfico está en ebullición. Por supuesto que hay ausencias, como Chuck Berry, que no lo edita nadie porque el catálogo de Chess nadie lo tiene aquí y lo mismo con Little Richard, que era de Specialty, y que sus primeras grtabaciones no se publican», explica el autor. También hubo notables actuaciones: en los años 60, actuaron Jimi Hendrix en Palma, los Kinks en Madrid y Palma, los Beatles, los Animals, muchos artistas de todo tipo. Desde Tom Jones y Ravi Shankar a Ornette Coleman, Dexter Gordon, Louis Armstrong, Duke Ellington, Ella Fitzgerald... hay una lista muy grande, por no hablar de los franceses como Françoise Hardy o Jhonny Halliday. Entre el 59 y el 65, la facturación del sector se multiplicó por diez, de uno a diez millones de dólares.

Prueba de lo que asegura Faulín es que los pioneros del pop en España pronto dan muestras de conocer lo que se está haciendo fuera. Por ejemplo, el grupo más conocido para el gran público de entre los pioneros, el Dúo Dinámico, «se mira en la música de high school americana, producido para adolescentes como una forma de entrar sin sobresaltos en la edad juvenil». Pero toda la aparición de los primeros grupos (o conjuntos, como se les llamaba entonces) beben de la influencia internacional. Es el caso de Los Estudiantes (embrión de Los Brincos), «con Fernando Arbex y José Barranco, que era admirador de Elvis y se fueron adaptando a otros sonidos». Es una época seminal para lo que vendrá después. Muchos de los que graban discos excelentes y son muy populares en la segunda mitad de los 60, como Los Brincos, Los Bravos y Los Canarios quienes ya incorporan el sonido de los Beatles. También están Los Sonor, que son del 61, o Los Milos de Bruno Lomas, en Valencia. Y, por supuesto, los cuatro grandes de Barcelona: Los Sírex, Los Salvajes, Lone Star y los Mustang, que, entre el 60 y en el 64 ya están funcionando y grabando discos. «Pero acerca de la apertura internacional, no hay que olvidar que Los Mustang actuaron en Francia y Los Brincos incluso en la TV francesa. Los Salvajes, sin duda uno de los mejores de la generación, pasaron un tiempo actuando en Alemania, en Hamburgo, como hicieron antes los Beatles. Así que había movimiento y estaban al tanto de lo que se hacía», comenta este experto.

La moral sesentera

«Hay tópicos que tienen que ver con el relato político pero que no se ajustan a todas las realidads por igual –explica Faulín–. Por ejemplo, la censura. En el año 60, el Ministerio de Información y Turismo empieza a publicar boletines, entre dos y seis al año, donde salen las llamadas canciones no radiables. Pero yo he comprobado que muchas de esas canciones se publicaban y se escuchaban y eran muy populares. Y bueno, censura había en la BBC, que tenían sus contínuas listas donde se censuraba de todo. La moral que había en los años 60 no es la de ahora». Sin embargo, el sistema de la tijera en la música pop era muy imperfecto. «De repente cancelaban las cuatro canciones de un EP de Bruno Lomas pero dejaban pasar ‘’Diguem no’', de Raimon, que era una canción política y en catalán y ni siquiera sale en la lista», apunta el experto. Más adelante el régimen se da cuenta de esto y prestará mucha más atención a los cantautores y la canción protesta.

Y, por supuesto, están las bases americanas de marines, que, en palabras de Faulín «no son el alfa ni el omega» de nuestra música, aunque sí una influencia nutritiva para individuos, claro, pero no un elemento fundacional. «Sí es cierto que las primeras películas que mostraban el rock & roll no se muestran en los cines. Y las razones son económicas: problemas entre los estudios estadounidenses y los distribuidores españoles limitaron el número de películas de ese país».