El icono ante el terrorismo

Taylor Swift: el fin de la inocencia

La suspensión de dos conciertos de la estrella por amenaza terrorista, sumada al escrutinio político de su figura, colocan a la artista en el ojo del huracán en una encrucijada de odios

US singer-songwriter Taylor Swift performs during her concert as part of her 'Eras Tour' at the Letzigrund Stadium in Zurich, Switzerland
US singer-songwriter Taylor Swift performs during her concert as part of her 'Eras Tour' at the Letzigrund Stadium in Zurich, SwitzerlandENNIO LEANZAAgencia EFE

Es la superestrella del siglo XXI. Quien comenzara simplemente como jovencísima cantautora de country, pionera en la fusión del estilo musical «usamericano» por excelencia con el pop, se ha transformado sin que nos diéramos apenas cuenta en un personaje más grande que la vida misma. Un icono internacional. La mayor «influencer» del mundo. Una artista consagrada pero que, más allá de su música, no ha dejado de evolucionar, conquistando premios, fans y el favor de la crítica, erigiéndose en ídolo definitivo de la cultura pop (¿existe otra?) actual. Lolita del siglo XXI, símbolo feminista, modelo para la generación "millenial", artista independiente, triunfadora mujer de negocios, su vida social, sentimental y personal despierta tanto o mayor interés que su música. Mientras el fenómeno de las «divas del pop», que iniciaran en los lejanos 80 artistas como Madonna, Cher o Kylie Minogue entraba en decadencia, Taylor Swift no hacía más que subir a toda velocidad por la escalera que lleva al cielo del éxito de masas.

Oponiendo su imagen de Barbie angelical, rubia y sofisticadamente ingenua a la sexualidad y el feminismo agresivo de Lady Gaga, Beyoncé, Rhianna o Miley Cyrus tanto como al erotismo «camp» e irónico de Katy Perry, Demi Lovato o Ariana Grande (con algunas de las cuales ha sostenido famosos contenciosos, reales o imaginarios), Taylor Swift conquista seguidores heteros y LGBTI+ por igual, republicanos y demócratas, estadounidenses y del mundo entero, de todas las razas y colores. Como han observado algunos, su imagen, pese a no carecer de muchos detractores, está por encima del bien y del mal. Por más escándalos, fracasos artísticos o sentimentales y meteduras de pata con los que se la relacione, ha entrado en un limbo que la protege de todo ante sus entregados seguidores: los "swifties". Capaz de volver en su favor las incoherencias propias de una estrella del pop que se manifiesta a menudo, en entrevistas, documentales y en sus propias canciones o videos como «Slut!» y «Blank Space», en contra del estrellato y sus secuelas, superviviente nata que ha escapado a situaciones tan comprometidas como su duelo con Kanye West, las acusaciones de grupos ecologistas por utilizar un jet privado, y a varios acosos e intentos de allanamiento en su propia casa, puede que haberse convertido en objetivo del terrorismo islámico suponga un nuevo giro en su loca carrera hacia la inmortalidad.

Taylor Swift comprometida con la política
Taylor Swift comprometida con la políticaInstagram

Política pop

Durante la primera parte de su trayectoria, siguiendo los consejos de productores y discográficas, Swift se mostró abiertamente apolítica. Procedente del entorno generalmente conservador del mundillo country, pero consciente de que su cóctel pop y estatus de genuina adolescente "millenial" estaba haciendo llegar su música, sus letras y su imagen a un espectro de público mucho más amplio, con especial impacto en el ámbito "queer" y entre los más jóvenes, mantuvo un silencio poco comprometido en torno a las grandes cuestiones políticas y sociales del momento. Pero todo eso iba a cambiar a partir de 2018.

Tras la elección de Donald Trump como presidente, Swift declaró por vez primera públicamente su apoyo al Partido Demócrata. Desde entonces, no ha escaseado declaraciones a favor de los derechos LGBTI+, la igualdad de género o el control de la venta y posesión de armas en su país, así como críticas al renacer del racismo, el sexismo, la homofobia y la brutalidad policial en los Estados Unidos. Este claro posicionamiento "woke" a los ojos de republicanos y conservadores la convirtió en una «traidora» para su primeros seguidores amantes del country, además de para ciertos grupos extremistas neo-nazis que pretendían convertir su imagen en la de, literalmente, su «Diosa Aria». Por otro lado, los sectores más radicales de la izquierda estadounidense no acaban de ver con buenos ojos que una estrella del pop, frívola y con la estética de una Barbie sureña, se erija en defensora de sus ideales, lo que consideran contraproducente si no hipócrita.

En cualquier caso, tras apoyar a Biden y Kamala Harris en las últimas elecciones, Swift se ha convertido en un factor sorprendentemente importante dentro de la política estadounidense. La mayoría de analistas están de acuerdo en señalar que el voto de los "swifties" en las próximas presidenciales puede significar una diferencia decisiva para el ganador. Pese a su alineamiento demócrata, ello no ha impedido que Taylor Swift siga teniendo un amplio número de seguidores también entre los republicanos, lo que la convierte en personaje clave para intentar superar la cada vez mayor polarización y división de la sociedad del país. Al parecer, según ciertas encuestas, si Swift se presentara a las elecciones, ganaría tanto a Trump como a Kamala Harris… y por un margen nada desdeñable.

El perfil público, popular y masivo, con todas sus implicaciones políticas y sociales, de Taylor Swift, la ha marcado como objetivo perfecto para el nuevo terrorismo islámico «desorganizado». Tres jóvenes de 15, 17 y 19 años fueron arrestados cuando planeaban sembrar el pánico en la capital austríaca durante uno de sus conciertos. Uno de ellos confesó su intención de suicidarse tras dar muerte utilizando un machete y bombas caseras a tantas personas como pudiera en las inmediaciones del concierto. Se esperaba la asistencia de unas 100.000 personas en las inmediaciones: podría haber sido uno de los peores atentados terroristas de las últimas décadas.

El «nuevo» terrorismo islámico se ha adaptado a un Occidente en casi perpetua alerta roja desde el 11-S. Sus blancos son casi tantos como podamos imaginar, pero no hay duda de que actuar en mitad de un concierto masivo de Taylor Swift añadiría un valor simbólico al atentado casi equiparable, en el marco del imaginario colectivo, a la caída de las Torres Gemelas o el ataque al Pentágono. Pese a que Swift representa en su país unos valores progresistas e inclusivos, de cara al integrismo islámico no puede haber un símbolo más característico de todo lo que este odia. Una joven liberal y liberada, que se exhibe públicamente de forma provocativa, defiende la igualdad, se declara a favor de los derechos homosexuales y es también al tiempo icono de la viciosa y capitalista sociedad del espectáculo estadounidense, mujer de negocios y empresaria de éxito. Nada más lejos del papel que el fundamentalismo reserva al sexo femenino en sus ambiciones teocráticas. Mientras una parte de los Swifties exige a su idolatrada estrella que se declare abiertamente contra el Estado de Israel en el actual conflicto de Gaza y sus fans israelíes toman su silencio al respecto como una forma de apoyo tácita a su país, Taylor Swift, el primer gran icono cultural milenial, comparado con Bob Dylan o Bruce Springsteen por su dimensión no solo musical sino también social, ha estado a punto de convertirse en chivo expiatorio de la encrucijada de odios que divide hoy Oriente y Occidente. ¿Cómo afectará esto a su carrera? ¿A su imagen y su música? ¿Será la ya definitiva pérdida de la inocencia para la ingenua muchachita de Pennsylvania que conquistó el mundo? Pronto lo sabremos.