The White Stripes celebran "Elephant", el disco de la rabia y el éxito, con una edición especial
Reaccionaron a su éxito entregando un trabajo más crudo, casi una regresión hacia el blues punk que, paradójicamente, les trajo aún mayor triunfo
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Lo hicieron en apenas dos semanas en un estudio de Londres y solo eran dos músicos, pero sonaban como un verdadero ejército. Uno de siete naciones, para ser más precisos. The White Stripes se metían a grabar su cuarto disco como los abanderados del garage, como una formación que está en estado de gracia y que ha creado de la nada una tendencia que se adueña del mundo. Así es como, hace 20 años, Meg y Jack White grabaron "Elephant", uno de sus trabajos más aclamados y una joya del siglo XXI. Ahora, publican una edición remasterizada que incluye su concierto del 2 de julio de 2003 en el Aragon Ballroom de Chicago.
Era el disco que llegaba después de "White Blood Cells", que ya les había traído la fama internacional y ante la que el dúo reaccionó entregando, por primera vez a una disquera internacional, un trabajo más fiero, rabioso y analógico que el anterior. Una regresión que, paradójicamente, les trajo aún más éxito comercial. A ratos minimalista y otros blues-punk, "Elephant" era menos complaciente en su tratamiento del amor y de la canción de raíz. Una verdadera joya del siglo XXI.
Temas como "Ball And Biscuit", "Little Acorns" o "The Hardest Button to Button" demostraban la rabia contenida y la raigambre sureña del dúo de Detroit llevada a coordenadas del nuevo milenio. No parecían los temas más indicados para la lista de éxitos masiva pero la coparon y tampoco eran el tipo de canciones que se llevan un Grammy y también lo consiguieron, aunque en la categoría de "música alternativa". En este trabajo, la escritura de Jack White, literaria, cargada de referencias y de crudeza, terminó de pulir el estilo por el que se han cortado sus semblanzas y por el que quedará en la historia.
Sin embargo, el éxito comercial estaba reservado para la inolvidable "Seven Nation Army", que se adueñó a golpe de un riff inolvidable de las masas en coro, aunque seguramente, como canción, no fuera la mejor o la más compleja del disco. Puede también que su versión más "hooliganiana" incomodase a White, que había concebido el disco como un alegato de los desposeídos. Después de este éxito masivo, llegaron algunas contradicciones para el dúo, incómodo con las exigencias comerciales y con su presencia mediática. Pero es esa clase de éxito que puede incomodar sólo a los cuatro privilegiados que han pisado el Olimpo. Y del que, aunque renieguen, nunca quieren olvidarse después.