Una apertura de temporada con imaginación
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La temporada operística española empezó estos días con dos espectáculos que merecen un comentario. Se trató de «Il Pirata» en La Coruña y de «Fuenteovejuna» en Oviedo. La primera fue la tercera ópera de Bellini. Parece ser que inicialmente el título previsto era otro y que, ante las dificultades que surgieron, se decidió esta obra que parece volver al candelero tras su resurrección en la Scala hace pocos meses. El Teatro Real tiene prevista su programación para la próxima temporada con Sondra Radvanovsky. Estamos ante una partitura que corresponde al mejor Bellini a pesar de ser sólo su tercera ópera y estar compuesta a los veintiséis años. Es curioso que, estrenada en 1827, llegase a la ciudad gallega tan solo doce años más tarde. Ha de admirarse en ella, sobre todo, la inspiración de sus melodías, a las que Bellini supo incorporar las agilidades vocales rossinianas tan en boga en aquellos tiempos. «Il Pirata» reúne una gran complejidad y su más grande intérprete, junto a Callas, en los últimos setenta años, Montserrat Caballé, declaró que era la ópera más difícil que había abordado. Si lo es para la soprano, quizá lo sea aún más para el tenor. Coruña logró un reparto y una dirección musical que hizo justicia a la partitura, con una puesta en escena simple y suficiente. Fue un esfuerzo muy grande de la Asociación de Amigos de la Ópera de La Coruña para una sola representación. Posiblemente no podía haber más, ya que resultaría casi imposible volver a llenar las 1800 localidades en una segunda función.
Otra asociación de amigos del género, la de Oviedo, inició su temporada con el estreno de «Fuenteovejuna», basada en la obra de Lope de Vega con libreto de Javier Almuzara y música de Jorge Muñiz. El éxito ha sido rotundo, lo que no resulta fácil en partituras contemporáneas. Ayudó a ello el buen trabajo con los textos, una mezcla inteligente de originales y aportaciones nuevas; la música heterogénea con alternancia de ritmos populares de muy diversa procedencia; la puesta en escena de Miguel del Arco y el reparto español de excelente nivel. Otro esfuerzo aún mayor, que al menos tendrá cuatro representaciones y que quizá tenga recompensa con una reposición en Miami. No es momento de entrar ahora en el enorme trabajo de estas asociaciones de amigos de la ópera, que lo será próximamente, sí en preguntar para qué sirve el Inaem. ¿Acaso no sería lógica una acción desde el instituto para que estos esfuerzos no sean flor de un día y se repongan en otros teatros a los que financia en buena parte el propio Inaem? No sería difícil establecer acuerdos para que determinadas producciones pasasen por varios teatros y Opera XXI está también ahí para ayudar a coordinar. Pero, ¿dónde están la imaginación de unos y otros y las ganas de trabajar?