Entrevista
Nacho Duato: "Es triste estar en tu país y que tu trabajo se baile más fuera que dentro"
Tras casi dos décadas sin pisar los escenarios de Madrid, el legendario bailarín y coreógrafo vuelve con nueva compañía para reivindicar su legado
Nunca se sintió cómodo en los limitados márgenes de la estridencia, ni coqueteó con la significación pretendida, ni con ningún tipo de protagonismo buscado, tampoco sintió afecto por el atropellado engranaje del ruido, de la pompa, de la floritura institucional, de todo lo que sucedía fuera de una superficie en la que el cuerpo se estaba moviendo, pero desde hace unos cuantos años, la capacidad de conmoción artística se ha reducido para Nacho Duato a la discreción de las cosas menudas, a lo genuinamente pequeño y por tanto lo único importante, al milagro natural que supone que la planta de aloe vera que tiene en su casa se le secara el verano pasado y ahora esté floreciendo otra vez.
"La fotosíntesis para mí es algo maravilloso... cómo la energía lumínica se transforma en materia me sigue resultando una cosa alucinante. También creo que la música tiene ese poder de transformación en este caso del alma del ser humano en algo luminoso, tiene la misma fuerza que la fotosíntesis", asegura convencido. "Ya no necesito sentarme entre Las Meninas ni siquiera, aunque siga yendo mucho al Prado y considerando a Velázquez, para mí el mejor pintor de todos los tiempos, mi amigo, porque vive muy cerca de mí. Me sigue emocionando el arte por supuesto, pero ahora me detengo en cualquier cosa pequeña, un niño por la calle, una puesta de sol. En cambio tengo que decir que me cuesta encontrar esa emoción en la danza de hoy, de hecho creo que cada vez está yendo por peor camino y para mí muchos coreógrafos actuales están equivocados, no me emociona especialmente lo que proponen. Me quedo con las figuras de los años ochenta, con Jirí Kylián, con Mats Ek, con William Forsythe, con toda esa gente", admite sincero sobre reputados nombres del mundo de la danza a los que sigue confiando su particular visión de lo que es bueno. Todos ellos, atravesados por el mismo afán rupturista dentro de los códigos coreográficos al que Duato se entregó por entero desde sus comienzos en el Cullberg Ballet de Estocolmo y posteriormente en la compañía holandesa de Nederlands Dans Theater (dirigida por el mencionado Kylián).
Recuperación del trabajo
Apaciguado y mediterráneo, elástico explorador de la levedad del cuerpo y sus entonaciones, el que fuera nombrado en 1990 director artístico de la Compañía Nacional de Danza para contemporaneizar el ballet y terminara siendo expulsado del cargo por supuestamente resultar algo que a día de hoy –según sus propias palabras– sigue pareciéndole a algunos políticos: incómodo, regresa después de casi dos décadas sin pisar las tablas de los escenarios madrileños para presentar junto a su nueva compañía un espectáculo homenaje a sus extraordinarios años de creación que podrá disfrutarse en el Teatro Albéniz durante los días 12, 13, 14, 15 y 16 de junio. No está enfadado ni vengativo, tampoco encendido, pero parece liberado y transparentado, con ganas de hablar. Apropiándose de esa ausencia de filtros discursiva que sigue caracterizando sus intervenciones públicas, Duato comparte en entrevista con LA RAZÓN el sentido contextual que tiene "Cantus", una coreografía completamente nueva que se incluye también en el espectáculo y que está fusionada musicalmente con las composiciones de Karl Jenkins, y aprovecha para subrayar la completa ausencia de implicación por parte del Ministerio de Cultura que a su parecer siguen demostrando para con la danza.
"He creado esta compañía sin subvenciones para preservar mi trabajo. Para que te hagas una idea, yo con la Compañía hice más de 70 ballets y hoy están muertos, se bailan por todo el mundo menos en España. Fueron mis bailarines, Luis Martín Oya y Emilia Jovanovich los que me dieron la idea de hacer esto para relanzar esas piezas y también fomentar y apoyar a los jóvenes bailarines, que son sin duda lo mejor que hay. Este año ya hemos dado 70.000 euros sólo en becas. Lo contaba antes en la presentación, los trajes de ‘‘Duende’’ –emblemática coreografía con música de Debussy– están en un desván pudriéndose, sirviendo de comida para las ratas, cuando fui al INAEM para ver si me los daban o vendían literalmente me dijeron que me los tenían que alquilar. Tenía que ir yo a recogerlos, lavarlos y devolverlos y en cada función volver a firmar lo mismo. Al final terminé diciéndoles que no se preocuparan, que ya haría yo un vestuario nuevo. La danza es intangible y por lo tanto no interesa. Es un patrimonio de la cultura de nuestro país porque está pagada por el Ministerio y en este caso hechos por un señor español, sin embargo muchos de estos ballets con música y temática española estaban abandonados. El objetivo con esta compañía es ese, recuperar mi trabajo, conseguir que no se pierda para el futuro. Es triste estar en tu país y que tu trabajo se baile más fuera que dentro. El ministro nunca habla de cultura, ¿cómo lo ves?. Habla de la guerra, habla de no sé qué, de las inversiones... pero yo me pregunto, ¿este señor cuándo va a hablar de ballet? Claro, no sabe. Parece que es un político importante y serio. A mí me gustaba antes de que fuera ministro, ojo. Pero ahora no pinta nada".
"El mundo no está yendo al ritmo que necesita el arte o la belleza"
De manera complementaria a la indignación que le genera la dejadez ministerial, el coreógrafo se muestra consternado por la masacre sin paliativos ni adjetivos justos que está asolando Gaza y es precisamente de la intención de convertir esa nueva pieza en "un llamamiento a la paz" de donde surge "Cantus": "Está dedicado a los niños de Gaza pero enfocado a la necesidad paz. Visité la franja cuando estuve bailando en Tel Aviv y recuerdo a esos niños que todavía no habían sido asesinados que no perdían su inocencia, que jugaban con piedras, que se reían detrás de la valla. Me impresionó mucho. Hice un ballet que se llamaba "Kol Nidre" en honor a aquello, a la resistencia de la inocencia en mitad de la guerra, pero esta vez propongo un canto a la paz. Es inevitable que uno no se rebele ni se conmueva, que no sienta repugnancia por lo que está pasando en Gaza, es un genocidio", clama rotundo.
El maestro valenciano, reivindica además que el arte y la belleza están necesitados de tiempo, tal vez más que nunca: "la cultura creo que es lo único que puede salvar al mundo y lo pienso de verdad. El arte, el amor, la belleza, la búsqueda de la belleza humana e interior, no de la belleza “fashion”...y para encontrarla necesitamos introspección, necesitamos pararnos, silencio, no podemos estar todo el día metidos dentro del agujero de la tecnología, no podemos estar todo el día ametrallados por imágenes y noticias, por el consumo, por el materialismo. Esta sociedad nos lo pone cada vez más difícil. Francamente, creo que hay veces que una palabra, una canción, una imagen, un cuadro, o quizá también un ballet pueden más que cien metralletas", defiende antes de completar: "el mundo no está yendo al ritmo que necesita el arte o la belleza".
"Si un bailarín es malo es porque el profesor es peor"
En cambio, la juventud del cuerpo de los bailarines que integran su compañía, parece dotarle del oxígeno suficiente como para seguir creyendo en la posibilidad de equilibrar ese ritmo. "Es lo mejor que me ha pasado en los últimos años. Venir aquí y estar con ellos, es una maravilla, son todos maravillosos. Justo ahora que estamos hablando de la rapidez y de cómo la tecnología ha atrapado a la gente joven, creo que la gente que se dedica a bailar o a cantar o a tocar un instrumento, tienen otro tipo de sensibilidad con el entorno. Se expresan mejor, son menos afásicos, son más generosos con los demás, saben compartir, son educados... Es una pena que en la educación hayan quitado la filosofía y que no haya asignaturas de música, tendría que ser una educación más transversal y más sensible. Tú puedes estudiar matemáticas a través de la música, Historia a través de la pintura, aritmética a través del baile". ¿Hay un componente de espejo en la forma que tienes de acercarte a ellos? Sí, me reconozco totalmente en sus deseos y en sus miedos. Sé de sobra lo que sienten, porque he pasado por ahí y me encanta ver el progreso y la frescura y lo inocentes y buenas personas que son. He tenido una suerte... me encanta estar con ellos, me enseñan, me calman, me dan muchísima energía. Necesitan un buen ejemplo, ¿no? Si la juventud está mal, es porque los mayores lo hemos hecho mal. Si un niño es mal educado, es porque los padres no lo saben educar. Y si un bailarín es malo, es porque un profesor es peor. Lo mismo con la danza: si una compañía no tiene éxito, no es porque el bailarín es malo, es porque el coreógrafo debería dedicarse a otra cosa. Los jóvenes no tienen la culpa de nada, si acaso los mayores".
Dice que ya no enseña como antes, porque cada paso que mostraba a sus alumnos tenía que sentirlo en su cuerpo antes de hacerlo. "Ahora observo más. Me levanto y hago cosas, pero muchas veces mando hacer pasos sentado o mando a un asistente que lo haga en lugar de hacerlo yo. Esto me permite hacer cosas más a medida para el bailarín. Antes lo hacía a mi imagen y semejanza. Yo era muy flexible, podía hacer lo que quería. Lo enseñaba y algunos decían ''pero es que tú puedes hacerlo, nosotros no''. Ahora tomo distancia, me fijo más y doy lo que ese bailarín puede hacer exactamente. Ha cambiado mi relación con el cuerpo del bailarín y con mi vocabulario", reconoce. Pero sigue alejándose primitivamente de la gravedad como un cisne que tirita cuando se mueve, aunque a veces se le olvide y casi le cueste agacharse para abrocharse el zapato tal y como advierte sardónico entre risas. Duato no tiene una concepción certera del tiempo y el espacio, "sólo en el escenario". El mismo del que no se baja. El mismo del que no piensa hacerlo, hasta que por lo menos, se vuelva a secar el aloe.