Netflix acelera: se podrán ver películas de dos horas en una
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Recuerdo, qué tiempos, dos colas paralelas en el Festival de Cine Europeo de Sevilla 2007. Unos íbamos a tragarnos 62 minutos de infinitos planos fijos del «Macbeth» de Béla Tarr, pero 62 minutos al cabo; los otros, los verdaderos héroes, se disponían a fajarse con los 450 minutos (7,5 horas) de «Sátántangó», también del húngaro. Partían a la marathon como iluminados, dispuestos a regresar al exterior con barba de dos días. No estaba allí, a la salida, para saber cuántos quedaron en el camino, pero sí supe de muchos que le hubieran aplicado un «fast forward» de los buenos. Son casos extremos, desde luego, pero si algo han hecho de nosotros las plataformas digitales son seres dispersos, caprichosos, incapaces de mantener el culo en el asiento y el dedo quieto.
En YouTube está a la orden del día el rebobinado rápido hacia adelante para llegar antes al punto culminante en el que el tutorial de cocina o bricolaje desvela sus secretos últimos. Lo demás es hojarasca que podemos ver a 1.25 o 1.5 de velocidad o incluso a 2 puntos si nos atenaza el hambre o el perro está a punto de dormir al raso sin su casetita de madera. Pero, ¿qué hay del cine?
Netflix, bien informado por otra parte de los hábitos de consumo de los «millenials», está probando mediante test con usuarios la posible implantación de un sistema de visionado a distintas velocidades. «Esta prueba permite cambiar la velocidad en la que la gente ve los contenidos en sus móviles. Como toda prueba, puede ser una prestación permanente en Netflix o no», señalan desde la empresa. En resumen, que usted puede ver «El padrino épico» (poniendo que lo encuentre en la plataforma) en tres hora y media y no las siete actuales que abrochan la saga. Eso sí, deberá a estar atento para saber si el traidor es Tessio o Clemenza.
A nadie se le escapa que, más que respecto al cine, la medida suena a novedad para las series, ese formato que de por sí trae aparejado el ansia y la bulimia en el espectador. Pero de implantarse, el cine estaría en la picota y es algo que directores como Aaron Paul y Judd Appatow no están dispuestos a conceder: «No jodáis con nuestro ritmo. Os damos cosas bonitas. Dejadlas tal y como han sido concebidas para ser vistas», señaló en Twitter este último.
Es uno más de los desaires de Netflix (que con la otra mano acaricia el buen cine) al concepto de autor. La plataforma ha logrado invisibilizar al creador, colocando por delante de todo su marca. El cineasta clásico ha transigido por la fuerza eminente del dinero y la apuesta de las plataformas por combinar nichos de mercado. Así, una obra tan sumamente de pantalla grande como «Roma», la vieron millones de personas desde su sofá, en el ordenador, la tablet y el móvil, repantingado, tumbado o decúbito supino. Y, si Netflix quiere, con «The Irishman», que se estrena el 27 de noviembre en la plataforma, se ejecutará un curioso atentado precisamente contra el director que mejor ha manejado el montaje y hasta el sonido en los últimos 50 años, Martin Scorsese. Todo para que usted acabe antes de que se le queme la pizza.