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Pablo d’Ors: «No existe nada tan devastador como un ideal»

Pablo d’Ors: «No existe nada tan devastador como un ideal»
Pablo d’Ors: «No existe nada tan devastador como un ideal»larazon

El escritor regresa con dos libros: «Contra la juventud» y «Biografía del silencio».

Fray Luis de León dejó escritos unos versos que venían a reconocer una temprana impresión: «¡Qué descansada vida /la del que huye del mundanal ruido /y sigue la escondida senda, por donde han ido /los pocos sabios que en el mundo han sido». Pablo d’Ors debe suscribir esta idea del poeta y, en una sociedad desorientada por docenas de estímulos, él ha escogido caminos poco transitados, alejados del ruido de la multitud. En una época marcada por las tertulias, él aboga por el silencio. En su lucha contra corriente suma ahora su libro «Contra la juventud» (Galaxia Gutemberg), una novela de aprendizaje donde relucen algunos de los egoísmos más comunes que nos gobiernan.

–¿Por qué contra la juventud?

–La juventud es una etapa muy mitificada. La mayoría de las personas preferirían no volver atrás. Ante nuestra propia juventud, existen tres sentimientos posibles: la nostalgia por los años pasados, el alivio por haberlos pasado y el agradecimiento por lo que se ha aprendido de ellos. Se trata de una etapa de ensayos y errores, cuyas consecuencias pueden ser devastadoras y determinar la vida adulta. Claro que la naturaleza humana es errática, pero en estos años muy especialmente.

–Pero hoy, la juventud es un valor.

–La causa de ello es la exaltación desmedida de la apariencia y la insuficiente consideración hacia la experiencia.

–Hablando de experiencia... se prefieren políticos jóvenes a otros con bagaje.

–La renovación de los representantes políticos es necesaria. Lo que pido al político, como a cualquier persona con responsabilidad, es que no se aleje de la gente. En la medida en que perdemos el contacto con la realidad nos volvemos insignificantes. Tanta más realidad haya en nuestra vida, tanta más posibilidad de verdad.

–¿Valora el fracaso?

–Es la experiencia humana más habitual. Un libro, por ejemplo, nace de la experiencia de fracasar en la escritura de otros libros, que se quedan en el tintero o en el cajón. Para alcanzar la excelencia en cualquier oficio, debe atravesarse en cierta medida su imposibilidad. Lo mismo sucede con el amor, que es encantamiento, desencanto y reencantamiento. El fracaso, por otra parte, no es más que la antesala del éxito. Lo que un fracaso indica es que estamos en el camino hacia nuestras metas. El verdadero éxito, en cualquier caso, consiste en ser fiel a uno mismo, ése es el auténtico desafío: no secundar la moda, sino atreverse a escuchar la propia conciencia y obedecerla.

–Vivimos en una sociedad marcada por la apariencia.

–Hemos construido una sociedad del bienestar, pero nos hemos olvidado del ser. Existe demasiada preocupación por lo exterior y muy poca por nuestro interior. Ésto es un lugar común, pero el drama es a lo que esto conduce: somos desconocidos para nosotros mismos. La novela que nos ha convocado aquí es contra la juventud, sí, pero no contra los jóvenes. Nadie podrá discutir que hay adultos que siguen comportándose como auténticos adolescentes.

–La adolescencia es muy larga hoy.

–A veces dura hasta los 40 años e incluso más. Esto significa una asunción de responsabilidades. Y retardar el proceso de maduración.

–Su novela es de aprendizaje.

–Entiendo la novela como épica del individuo. Toda novela es para mí una exploración en la identidad humana a partir de un ego imaginario. En «Contra la juventud» es capital Praga, el ensamblaje entre esta ciudad y el personaje. Decir Praga es para nosotros casi tanto como decir Kafka, el protagonista invisible de este libro: algo así como un ángel, casi siempre maléfico, que sobrevuela todas las páginas de esta historia. Kafka es para mí el arquetipo del escritor porque vivió la literatura como una religión, lo que significa que se ofreció a sí mismo en sacrificio en el altar de las letras. Identificaba completamente su vida interior con la escritura. Digo esto convencido de que lo difícil no es escribir, sino tener vida interior. Buena parte de la literatura contemporánea es totalmente prescindible porque son palabras que no van precedidas de silencio y porque no pueden alimentar el alma de los lectores, que es el horizonte de la literatura.

–Usted reivindica el silencio. De hecho, también ha publicado un libro sobre este tema: «Biografía del silencio» (Siruela).

–Sí. El ruido es nuestro principal problema. El silencio y la simplicidad, en cambio, nuestras necesidades primordiales. Muchos de los libros que hoy se editan, la mayoría, son productos, no obras. No encajan en ese gran cajón que es el arte, sino en el de la industria. Se trata de una perversión institucionalizada y generalizada.

–La juventud es la época de los ideales, de las grandes aspiraciones. ¿Qué piensa de ellas?

–Que no existe nada tan devastador como un ideal. Y que no existe nada tan liberador como la realidad. No nos han enseñado a descubrir que la realidad es la mejor escuela y que es mucho más hermosa que cualquier ideal que podamos soñar. Pongamos un ejemplo: si un hombre ama de verdad a una mujer, esa mujer real le parecerá infinitamente mejor que cualquier mujer ideal que pueda imaginar.

–Uno de los miedos más habituales en nuestros días es la decadencia física.

–Nadie cae en la cuenta de que la decadencia física, propia del paso del tiempo, va acompañada, si una biografía ha sido sensata, de un crecimiento vital de experiencia y sabiduría. Con los años eres más débil, sí, pero también más sabio. Madurar es crecer en vulnerabilidad.

–En su novela, «Contra la juventud», también existe una reflexión sobre el amor a través del protagonista.

–Esta novela habla de un joven que, como todos los jóvenes, aún no sabe decir «tú». La búsqueda de su propia identidad, a partir de experiencias amorosas y religiosas, resulta fallida porque es egocéntrico. Ése es precisamente el aprendizaje que debe hacer. Este protagonista vive en la fractura entre lo que es y lo que le gustaría ser, entre los otros y él. Ése es siempre el problema: la división, la fractura. La aspiración secreta de todo ser humano, por contrapartida, es siempre la unidad. Toda novela es un canto a la fractura en que vivimos y un canto a la nostalgia de esa unidad.