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Plácido Domingo: 16 razones contra la pena del telediario

El tenor regresó de manera triunfal, ayer en Salzburgo, tras las acusaciones de acoso sexual
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El tenor regresó de manera triunfal, ayer en Salzburgo, tras las acusaciones de acoso sexual
Ha sido posiblemente la canción del verano: ¿qué opinas de lo de Plácido? Tras un par de semanas desde que una dudosa acusación saltó a los medios, creo que aún hay consideraciones que destacar.
Primera. Siendo importante Plácido Domingo, no es lo más importante. Lo es el hecho de que continuamente, una vez más, nos estamos cargando la presunción de inocencia en el plano jurídico, en los medios, en nuestras conversaciones... Cuanto más famosa es la personalidad de quien dudar, más riesgo tiene de ser violada su presunción de inocencia. La sociedad no puede seguir así. Como reconoció inmediatamente Helga Rabl-Stadler, presidenta del Festival de Salzburgo, «in dubio pro reo».
Segunda. Basta ya de penas del telediario con el estigma social que suponen.
Tercera. Las acusaciones anónimas que se basan únicamente en una palabra frente a otra no deberían ser tenidas en cuenta a menos que pueda existir una comprobación auténtica de los hechos a través de terceros.
Cuarta. La acusación de una mezzo desconocida ha de valorarse con mucha precaución, puesto que ha declarado que solo hubo proposiciones, que la relación nunca llegó a mayores y que su carrera no sufrió por no atender a la supuestas insinuaciones del tenor. No deja de sorprender que una persona llore ante una cámara recordando, treinta años después, que alguien le propuso irse a la cama. Una actuación de mezzo. Ni tampoco deja de sorprender que utilizase el nombre de Domingo para darse postín en su nuevo oficio de vendedora de inmuebles y que calificase como «muy feliz» su etapa canora en Los Ángeles.
Quinta. Algunas de las afirmaciones en las acusaciones pueden resultar peculiares para quienes no conozcan el mundo de la ópera. Los cantantes no pueden dormir tras una representación porque no se lo permite la adrenalina segregada. Hacen tiempo, cenando, charlando o llamando por teléfono. A lo largo de los 50 años que conozco a Plácido he tenido llamadas a horas intempestivas. Recuerdo una, estando en «Abc» a las 13:00. Me llamaba desde Los Ángeles y allí eran las 04:00 de la madrugada. «No puedo dormir», me dijo.
Sexta. En un periodo de luna de miel en la siempre problemática relación artista-crítico me llamó otra vez Plácido Domingo a la una de la madrugada, estando yo en el Escorial: «Gonzalo, quiero que vengas pasado mañana a mi debut en Bayreuth y luego lo celebramos en una cena». ¿Me estaba acosando? ¿Quería ligar conmigo? ¿Era un abuso de poder?
Séptima. No estamos ante hechos que, en principio, puedan acabar en un juzgado. De un lado, porque no se refieren a violaciones o a acosos serios, y de otro, porque los hechos ya estarían prescritos. Se trata de cuestiones morales.
Octava. Al MeToo feminista habría que ponerle coto en algún momento. Cierto que algunos hombres utilizan su poder para obtener sexo, como tan cierto que algunas mujeres utilizan el sexo para obtener poder. Recordemos la película de Mike Nichols «Armas de mujer», de 1988. Soy testigo de las muchas mujeres, jóvenes y guapas, que acudían al camerino del tenor en aquellos años tras las representaciones y cómo se le insinuaban. ¿Abuso de poder por parte de Domingo o abuso de sexo por parte de las visitantes si luego ambas partes iban a más? Pero, además, ¿acaso Domingo firmaba los contratos a las aspirantes a cantar.
Novena. Todos hemos ligado o intentado ligar. Lo hemos hecho utilizando nuestros medios: la inteligencia, la belleza física o espiritual, el dinero, la posición social, etc. Si la persona nos interesaba, buscamos cómo conocerla, hemos ido a los bares donde iba buscando el encuentro, hemos conseguido teléfonos y llamado, hemos invitado a una cerveza o a cenar, hemos dado la matraca... ¿Estábamos acosando? Ahora me entero. Eso era cortejar y ahora es acosar. Lo que sucede es que aquella forma de ligar ha pasado a la historia, porque ahora se va directamente al asunto con las aplicaciones en los móviles.
Décima. El movimiento feminista contra los hombres llega al extremo de que un comité en un diario relevante de difusión nacional pida «represalias» contra un colaborador por la defensa que ha realizado de Domingo en un artículo de opinión que, además, la dirección se negó a publicar en papel. En las Universidades los profesores hemos tenido que suprimir por miedo las tutorías, revisiones de exámenes, etc., en nuestros despachos y las realizamos públicamente en aulas con más alumnos. Las profesoras, en cambio, suelen seguir en sus despachos como siempre. ¡Basta ya de discriminación, por favor!
Undécima. Penosas las reacciones de la Orquesta de Filadelfia y de la Ópera de San Francisco. Vuelvo al primer punto: adiós a la presunción de inocencia.
Duodécima. Afortunadamente, han sido muchas las reacciones a favor de Plácido Domingo: Anna Netrebko, Ainhoa Arteta, Ángeles Blancas, Pilar Jurado, Saioa Hernández, Nancy Fabiola-Herrera, Raina Kabaivanska, Sonya Yoncheva, Javier Camarena, Maria Guleghina, Olga Peretyatko, Nino Machaidze, Ana María Martínez, Violeta Urmana, Il Volo, Jorge de León, Nicola Luisotti, etc. ¿Acaso todos ellos, con nombres y apellidos, no conocen bien al tenor?
Decimotercera. Todo el mundo musical sabía cuánto le han gustado siempre a Plácido las mujeres y más de una vez, tras el nacimiento del MeToo, hemos pensado que podría resultar salpicado, como le hubiera sucedido a Pavarotti o le puede pasar próximamente otros nombres famosos del canto, la dirección o la escena. Corren tiempos erráticos de desinformación, desequilibrio e intransigencia.
Decimocuarta. Hay algo en lo que creo que Plácido no ha estado bien aconsejado. Se trata de su comunicado oficial. Pienso que se halla mal expresado en sus términos: «Creo que todas mis interacciones y relaciones fueron siempre aceptadas y consentidas... Reconozco que los baremos por los que hoy nos medimos, y debemos medirnos, son muy distintos de cómo eran en el pasado». Yo hubiera escrito: «Todas mis interacciones y relaciones fueron siempre aceptadas y consentidas, así como efectuadas tal y como era acorde con los tiempos en que se produjeron».
Decimoquinta. ¿Por qué sale este asunto, después de más de treinta años, a través de una agencia de comunicación? ¿Se podría tratar de un encargo recibido? ¿De quién? ¿Tendrá algo que ver con el asunto de la Cienciología publicado justo un mes antes, según el cual Domingo tuvo supuestamente que desembolsar dos millones de dólares para recuperar a un hijo?
Decimosexta y final. Vuelta al principio: ante todo la presunción de inocencia e «in dubio pro reo» y luego lo que corresponda si se demostrasen los supuestos hechos. En caso de no demostrase y ante la tremenda pena del telediario padecida por el tenor, sería justo ofrecerle un homenaje de desagravio.