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Premios Goya 2024

Lo que no sabías sobre el compromiso político de Juan Mariné, Premio Goya de Honor a sus 103 años

Este histórico director de fotografía pasó por varios campos de concentración franquistas y filmó, entre otras muchas cosas, el entierro de Durruti en 1936

En Resumen
Juan Mariné observando algunos negativos © Wenceslao Scyzoryk

Tiene un apellido lleno de formas y sugestiones, de especulaciones artísticas talladas a través del objetivo que no conviene confundir con el del diseñador e ilustrador español Óscar Mariné, excepto para constatar que es su hijo. Juan Mariné, que en apenas unas horas recibirá el Goya de Honor por, en palabras de la Academia, "su entera dedicación al cine durante más de ochenta años de trayectoria que transitan por la historia del cine español, sus esfuerzos en el trabajo de la conservación y la restauración y por representar vivamente, a través de su oficio, la importancia de la luz en la historia de nuestro cine", siempre ha tenido espíritu de resistencia.

Este histórico restaurador y director de fotografía nacido en Barcelona que en sus ratos libres se dedicaba a la fotografía de arte y montó un modesto taller de dibujos animados, perdió la audición del oído derecho en la explosión de una bomba después de que en la primavera del 38 fuera llamado a filas y se incorporara en la llamada Quinta del biberón para luchar en el frente donde entraron en combate en la batalla del Segre. A los pocos meses de empezar la guerra, los estudios Orphea le encargaron que fuera como ayudante al rodaje del multitudinario entierro del revolucionario anarquista Buenaventura Durruti.

Hicieron un cortometraje que se proyectó en varias sesiones diarias durante una semana en el entonces conocido como cine Publi con gran asistencia de público. Durante la contienda, Mariné formó parte de SIE Films, una productora creada por la CNT. Allí trabajó en noticiarios, películas de propaganda, corto y mediometrajes documentales, entre otras producciones. Sin embargo, algunas de las dinámicas marcadas no terminaban de hacerle encontrarse del todo cómodo y pasó a trabajar para Laya Films, donde fue ayudante y operador de cámara.

Buenaventura Durruti, carismático líder anarquista de la CNTLa Razón

En Preixéns, empezó a trabajar como fotógrafo, haciendo ampliaciones fotográficas de las posiciones enemigas en laboratorio y posteriormente de fotógrafo para el comandante Enrique Líster. Ante la retirada de las fuerzas republicanas, huyó con otros soldados hacia Barcelona. Concretamente en Calaf, los compañeros quedaron sitiados y consiguieron subirse a unos camiones que los llevaron a Francia. El transcurso aciago de la guerra y los desplazamientos forzados por el bando franquista que, a medida que avanzaba el conflicto, suponían un quebrantamiento irreparable en las vidas de quienes la sufrieron, empujó a Mariné a pasar por dos campos de internamiento: el de Saint-Cyprien y el de Argelès-sur-Mer.

Pero por si dos habían resultado insuficientes, tras lograr escapar de allí y entregarse en Le Boulou a un destacamento del ejército franquista para poder regresar a España, a su vuelta, lo llevaron preso a Sevilla, donde fue internado en el campo de concentración franquista de La Rinconada, que era una azucarera. Fue liberado gracias a unos contactos de su padre que había sido árbitro de fútbol y tuvo que terminar de hacer el servicio militar en un hospital del centro de la capital andaluza.

De vuelta a Barcelona, consiguió mediante oposiciones una plaza de fotógrafo en el Estado Mayor del general Luis Orgaz Yoldi, que le encargó inspeccionar y fotografiar los campos de prisioneros republicanos. Le felicitaron por la excelente ejecución de sus informes. Simultaneaba su servicio militar con la realización y producción de dibujos animados, pero había tal escasez de medios que una vez utilizados los celofanes transparentes sobre los que dibujaban los personajes, se borraban para volver a utilizarlos de nuevo. Menos mal que no lo hicieron del todo, al menos en la cabeza de Mariné. Porque a veces la memoria dura el tiempo que nosotros le permitimos y la de este prolífico investigador de la imagen abanderado de unos envidiables 103 años, aún sigue teniendo cosas que decir. "Tras sobrevivir a la Guerra Civil juré que mi vida la dedicaría al cine", afirmó. No ha podido cumplir con más dignidad su propósito. Esperemos que haya luz esta noche en el escenario cuando recoja este merecidísimo galardón, que sombras ya hubo demasiadas.

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