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"Rayuela": las ocho páginas que la censura franquista prohibió

Julio Cortázar edificó, tras el lanzamiento de esta obra en 1963, las bases literarias fundacionales del «boom» latinoamericano con una inolvidable historia río
El pasado año se celebró el centenario del nacimiento de Julio Cortázarlarazon
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Los trazos brutalistas del dibujo pintado que colonizaban la portada de la primera edición ya vaticinaban el tremendismo lúdico de su estructura, el caótico proceder de su naturaleza: «un graffiti mostrando el dibujo clásico de cualquier rayuelita de barrio», tal y como indicó el propio Cortázar, autor de la novela que nos ocupa. Resulta que cuando uno afronta con valentía la arrojada idea de abrir las páginas de «Rayuela», se encuentra inicialmente con un desafío: el orden. «A su manera, este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros. El lector queda invitado a elegir una de las posibilidades siguientes: el primer libro se deja leer en la forma corriente, y termina en el capítulo 56, al pie del cual hay tres vistosas estrellitas que equivalen a la palabra ‘‘Fin’’. Por consiguiente, el lector prescindirá sin remordimiento de lo que sigue. El segundo libro se deja leer empezando por el capítulo 73 y siguiendo luego en el orden que se indica al pie de cada capítulo. En caso de confusión u olvido, bastará consultar la siguiente lista».
De esta manera, con este carácter retador y pretendidamente vanguardista, Cocó –apodo cariñoso con el que su familia se dirigía a veces al escritor argentino– ofrece un par de métodos libres para poder leer una novela vertebrada en 155 capítulos y considerada por el ambiente literario generado dentro del contexto de la década de los 60, como la «antinovela» o la «contranovela» por antonomasia del «boom» latinoamericano.
Si bien el estilo que se mantiene a lo largo de la novela es muy variado y resulta tremendamente laberíntico y anárquico (predominando el uso de frases en distintos idiomas, palabras incluso con faltas de ortografía que integradas de manera calculada difuminan la ortodoxia del lenguaje en pro de un ritmo enloquecido y diferencial de las palabras, construcciones sin sentido, parrafitos cortos y concisos esenciales o dilatadas frases articuladas y articulaciones sin sentido), según el propio Cortázar la obra «de alguna manera es la experiencia de toda una vida y la tentativa de llevarla a la escritura».
Pese a ser el amor además del corazón narrativo de «Rayuela», un tema tan aparentemente inofensivo para los códigos morales imperantes en según qué épocas, los censores franquistas, todavía en 1967, recomendaron –eufemismo significativamente manido de «exigieron»– la supresión de ocho páginas del libro amparándose según el Archivo General de la Administración en la existencia de fragmentos que podían «atacar a la moral, a la Iglesia o al Régimen», además del retraso considerable de su publicación que se postergó hasta siete años como consecuencia de las reticencias manifestadas por el régimen de Franco hacia muchas de las obras constitutivas del «boom». Entre medias del ruido, la vigencia de los paseos de la Maga y el devenir caprichoso de Horacio por las calles intercaladas de París y Buenos Aires sigue todavía hoy, atravesando las membranas más secretas de nuestros sueños y ordenando nuestras dialécticas de imán y levadura.