Salamanca, la nueva universidad del crimen
El escritor francés Bernard Minier centra en esta ciudad la trama de «Lucía», que inaugura una serie policial protagonizada por una Guardia Civil que busca a un asesino que se inspira en el arte para cometer sus crímenes
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Bernard Minier no es un escritor que se esconda detrás de caretas o correcciones políticas y admite a las bravas, sin recurrir a comparsas ni disimulos, que «es un autor sádico», que le gusta que sus personajes sufran. Y en esta novela, sufren. De pantalones y camiseta, el autor francés, con una decena de títulos a su espalda y apodado «el rey del thriller» en su país, ha ambientado en España «Lucía» (editorial Salamandra), el primer volumen de la nueva serie policiaca que inicia ahora. En concreto, lo ha hecho en Salamanca, una ciudad con solera literaria y que le ha permitido simultanear el pasado histórico que todavía reluce en sus monumentos con el presente y en la que presentado su nuevo libro.
Su protagonista es una mujer hecha con unas teselas muy particulares. Lucía Guerrero es una heroína de fuerte identidad, pero de complexión frágil, con el cuerpo recubierto de tatuajes, que trabaja como miembro de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. «Siempre he querido romper con los estereotipos vigentes en la sociedad. Por ese motivo en mis libros siempre ha habido mujeres de acción, que son duras y tienen una enorme personalidad. Estos papeles, de manera tradicional, han recaído en los hombres, mientras que las mujeres encarnaban personajes más reflexivos. Por esta razón, yo he querido subvertir el orden establecido. En este caso me atraía la idea de introducir a una mujer de estas características en el centro de la Guardia Civil, que es un cuerpo militar, y ver cómo se desenvolvía».
«El crimen no es algo único de la novela negra; está en la literatura y en la Biblia»Bernard Minier
Una noche agitada, de tormenta, con la ropa empapada por la lluvia, ella, Lucía Guerrero –que describe como «libre» y «rebelde»–, descubrirá, suspendido a varios metros del suelo, adherido a una cruz por una fuerte cola de pegar y con un destornillador clavado en medio del corazón, la figura del sargento Sergio Castillo Moreira, un viejo compañero del cuerpo con el que hacía trabajos de vigilancia y que también había sido un antiguo amante. Lucía le conoció bien, igual que a su esposa y a sus dos hijos. Por eso, la imagen de su muerte no solo revolverá sus sentimientos más personales, sino que supondrá el detonante para que ella emprenda una implacable búsqueda del responsable.
«El mal es la idea principal que guía mis novelas»Bernard Minier
Pero este crimen la involucrará en una trama insospechada que va más allá de lo que ella pensaba en un principio y que le pondrá en contacto con un asesino en serie que con sus crímenes imita escenas extraídas de célebres obras de arte realizadas durante el Quattrocento y el Cinquecento. Un hombre cruel que durante décadas ha conseguido que su modus operandi y sus fechorías pasen desapercibidas para muchos. «El mal es la idea principal que guía mis novelas. El crimen no es una potestad reservada solo para el género negro. Está presente en la literatura desde sus propios inicios, con la “Biblia”, desde Caín y Abel, y los tiempos de Gilgamesh, y ha perdurado hasta nuestros días».
El novelista, que es un hombre minucioso que concede una importancia superlativa al detalle, deambula por la biblioteca histórica de la Universidad de Salamanca, rodeado de viejos volúmenes impresos y esferas armilares, mientras explica con una enorme franqueza que «no puedo pasar un día sin escribir». También admite que «cada novela es una mentira que dice una verdad» y que «un libro no proviene de la imaginación, sino de una realidad que después se trasciende». Con estas declaraciones, que son como unas premisas que ayudan a encuadrarle, revela que su historia podría haberse ubicado en Oxford o Cambridge, pero que prefería Salamanca, «una de las más antiguas y prestigiosas universidades de Europa». Y, también, el lugar de un importante departamento de criminología que está escondido en los sótanos de la facultad de Derecho. Una de sus estancias está decorada con carteles de asesinos, como Charles Manson, «Unabomber» y Francisco García Escalero. También hay en él fotografías de huellas dactilares y otras sobre el impacto que provocan las balas en el cuerpo.
«Escribo novela negra desde el punto de vista del lector»Bernard Minier
El escritor señala estas láminas y aclara que esa habitación es justo uno de los lugares reales descritos en la novela. En ella aprenden los alumnos de Salomón Borges, catedrático y responsable de esta área, que en la novela ha desarrollado una herramienta informática que pone en contacto distintas bases de datos policiales. Gracias a él, y a un puñado de alumnos con apellidos muy literarios, saldrá a la luz el siniestro rastro de una cadena de muertes que comparten extraños parecidos. «El dolor es una dimensión del mal y nos hace preguntarnos cuál es el sentido que tiene en el mundo. Antes, la religión trataba de darte una respuesta y te guiaba, pero hemos perdido este apoyo, estamos más desorientados. No tenemos respuestas para esta pregunta fundamental».
El escritor admite que un «thriller», en el fondo, «es un ejercicio de empatía por parte de los lectores hacia los personajes del libro. Esta es la clave de su éxito. Los lectores seguirán a este héroe través de sus dificultades, luchas y esperanzas. A su lado tendrán miedo, a veces, más que el protagonista, a que fracase en su misión. Esto es lo que hace que un thriller sea potente». Minier también revela una de las reglas que conduce su nueva obra: «Escribo lo que deseo leer. En mis libros están los ingredientes que quiero encontrar. Escribo la novela negra que me gustaría encontrar en una librería. Por eso escribo novela negra desde el punto de vista del lector», confiesa.