Suresnes: el Congreso en el que el PSOE se deshizo del viejo socialismo
Se cumplen 50 años del congreso celebrado en la localidad francesa que cambió la historia del partido
Madrid Creada:
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La versión amable es que el congreso del PSOE en Suresnes (Francia), celebrado entre el 11 y 13 de octubre de 1974, permitió la renovación del partido con una generación que facilitó la Transición. Es una verdad a medias porque el programa aprobado en el congreso fue rupturista: socialismo autogestionario y derecho de autodeterminación. Su intención era recuperar terreno en el antifranquismo ante el PCE, su competidor. La realidad y los consejos exteriores acabaron suavizando sus postulados. La transición a la democracia necesitaba un partido socialdemócrata homologable a los europeos. Por eso la renovación del PSOE era necesaria. Lo primero era sustituir al viejo socialismo, al exiliado, por gente joven sin lastres guerracivilistas. De esta manera, los «renovadores» tenían las bendiciones de EE UU, Francia y Alemania. También eran aceptables para los reformistas del tardofranquismo, como Manuel Fraga, que apostaban por una democracia de pluralismo limitado tras la muerte de Franco –sin el PCE– igual que la de Alemanía Federal, donde el comunista era ilegal. Un partido socialdemócrata, en cambio, era aceptable.
La oposición interna de izquierdas en España la ejercían el PCE y CCOO, que se había incrustado con mucho éxito en la organización sindical. La presencia de los comunistas en la vida cultural y universitaria era evidente desde mediados de los sesenta. El PSOE se quedaba atrás, no era una fuerza antifranquista atractiva para los jóvenes. Los socialistas contaban con cuatro núcleos: el vasco, liderado por Nicolás Redondo y Enrique Mújica, el madrileño de Pablo Castellano, el asturiano, y el sevillano con Felipe González, Alfonso Guerra, Guillermo Galeote, Manuel Chaves y otros. La conexión entre los vascos y los sevillanos tuvo lugar en el comité nacional de Bayona, en 1969. Al año siguiente se produjo el choque con la dirección exterior, liderada por Rodolfo Llopis, secretario general del partido. Ahí vencieron los «exiliados», pero fue la última vez. Nicolás Redondo se hizo con la secretaría de UGT y la trasladó al interior en 1971. En el congreso de agosto de 1972, los «renovadores» conquistaron la Ejecutiva. Llopis no reconoció el resultado y dividió el partido.
En ese momento se produjeron dos golpes irreversibles: la Internacional Socialista desautorizó a Llopis y apoyó a los «renovadores», y estos diseñaron una estrategia de toma del poder en el partido para posicionarse ante el cambio anunciado a la muerte del dictador. El resultado fue la «Declaración de septiembre» de 1974, acordada por Redondo, Castellano, Múgica, González, Guerra, Galeote y López Albizu. Así se llegó a Suresnes, con 300 delegados representando a más de 3.500 afiliados. Redondo no quiso liderar el partido y postuló a Felipe González, que, al parecer, desconocía la jugada. Múgica y Pablo Castellano también ambicionaban el cargo, pero fue Redondo quien finalmente les hizo desistir. Decidido González, la negociación para la Ejecutiva tuvo muchos problemas con los madrileños Castellano y Paco Bustelo.
Tomado el poder en el PSOE, quedaba competir con el PCE por la hegemonía en la izquierda antifranquista. El programa que aprobó el congreso de Suresnes apostaba por sustituir el capitalismo por el socialismo autogestionario, y defendía el «derecho de autodeterminación» de las «naciones» del «Estado español» como estrategia del proletariado para su «completa emancipación». Para aquellos socialistas España era un conjunto de «nacionalidades y regiones marcadamente diferenciadas», a la que correspondía una «República federal». El cemento del Estado no era la nación española, sino la unidad de la clase obrera. El PSOE que salió de Suresnes apostaba por la ruptura en España, con el republicanismo y el marxismo como ejes de su proyecto. Pensaban así hacerse con la mayoría del electorado de izquierdas, sobre todo si el PCE no era legalizado. Su transición a la democracia consistía en un proceso constituyente basado en la autodeterminación de las «naciones del Estado», y luego, si acaso, la formación de una República federal. Al tiempo, exigieron la amnistía para los presos políticos y sindicales, los derechos clásicos y la restitución del patrimonio a partidos y sindicatos. Ese PSOE veía la muerte de Franco como una oportunidad para llegar al socialismo, no para implantar lo que consideraban una «democracia burguesa». Luego cambiaron, afortunadamente.