Sanchis Sinisterra: “Somos víctimas de una epidemia de banalidad”
El dramaturgo estrena “Vitalicios” en el Teatro del Barrio, una pieza centrada en una “no tan improbable”, dice, Vicepresidencia de Recortes Sociales
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Ayer, José Sanchis Sinisterra estaba, como él dice, “de vísperas”. El día antes del alumbramiento, el día antes del estreno de su nuevo “hijo”, Vitalicios (en el Teatro del Barrio). Un texto de esos que le vino sin esperarlo, aunque luego hay que saber cogerlo, encontrar la trama adecuada y, por supuesto, ponerla sobre un papel y que todo tenga sentido. Pero Sanchis es perro viejo (Valencia, 1940). Ha hecho esto decenas, centenares, de veces, así que no le pilló a contrapié, sino con las orejas bien abiertas y con ganas de, una vez más, reivindicar el teatro “y si alguien necesita guerrilleros para ello aquí me tiene”.
“Todo viene de una semilla real”, explica el dramaturgo: “Me contó Rafael Spregelburd que en Buenos Aires existe un premio vitalicio que valora la trayectoria de los artistas. A él se lo dieron con 30 y pico años y estaba escandalizado porque le permitía vivir sin problemas el resto de su vida. Se sentía la responsabilidad de hacer cosas de forma gratuita”. Una información que le llegó a Sanchis Sinisterra “en plena recesión española”, dice, “cuando el capitalismo tuvo aquel traspiés tremendo, en 2008 o 2010”. Aquella revelación del autor argentino era el origen de “una fábula en un futuro impreciso donde las circunstancias han llevado a reducir gastos superfluos”.
Y, entre ellos, el arte cobra un especial interés: en el cuarto subsuelo, en una sórdida dependencia a la que ni siquiera llega el ascensor, de la Vicepresidencia de Recortes Sociales, tres apurados funcionarios cumplen rutinariamente la tarea de asignar destino (sí/no/interrogante) a los nombres que figuran en una larga lista de personalidades artísticas. Y aunque el futuro de cada uno de ellos depende de una ambigua combinatoria aritmética regida por el azar.
−¿Confiarle todo al algoritmo es perder la esencia?
−Sí, aunque yo soy un incapacitado de las Mates.
−¿La trama es realidad o ficción?
−Pues es un futuro distópico al que nos estamos acercando. Porque una de las cosas curiosas de la fantasía, de la invención humana, es que la realidad termina imitando al arte.
−¿El riesgo de que suceda algo así es real?
−Algo va a ocurrir. La resaca de la guerra en Ucrania, una posible recesión, los precios de los combustibles, los cortes de suministros... Todo eso va a cuestionar muchas de las alegrías que se habían planificado antes de la pandemia. Y no quiero ser pesimista, pero con datos, siendo objetivos, tenemos riesgo de recesión en toda Europa. ¡Y yo no soy profeta ni historiador, pero es inquietante!
Esa actualidad es la que, para Sanchis Sinisterra, hace que su trama tenga “una extraña y siniestra actualidad”, apunta de una obra cómica, un sainete de humor negro: “De esas piezas que te sacan la risa nerviosa”, apunta.
−¿La tendencia es vivir peor que nuestros padres?
−No me pidas ser profeta. Si yo, que me he autodenominado “artista”, tuviera que hablar de la realidad futura sería un desastre... Verás que he escurrido el bulto...
−Vamos a probar de otra forma: ¿Se vive peor hoy que hace 30 años?
−¿Quiénes?
−La clase media.
−Se han atenuado algunas de las brutales desigualdades, pero solo en Occidente...
−Veamos: ¿son iguales los sueños de hoy que los de la generación pasada?
−Hoy se valoran las cosas superfluas. Una vez se han satisfecho las necesidades fundamentales con mejor o peor calidad, la sociedad de consumo nos da falsas necesidades... ¡Somos víctimas de una epidemia de banalidad!
Siempre pegado a unos ideales y a un teatro político, Sanchis detiene la entrevista un segundo y deja una cosa clara (para los despistados): “Que no se pierda de vista que soy rojo”. Pasan los años, las obras, el tiempo..., pero el valenciano no puede remediar su militancia con el teatro político, “es un virus”. “Debo ser un autor pasado de moda...”, ríe.
−Dice que es rojo, ¿hay que seguir hablando de “rojos” y “nacionales”?
−No, hay que hacerlo de “solidarios” e “insolidarios”. Son clases éticas, grupos humanos y colectivos que desarrollan hormonas solidarias y no pueden vivir tranquilos porque la injusticia está a la orden del día; luego, hay otros que pueden abstraerse y sacarle partido a esa propia injusticia, como vemos en muchos casos.
−¿Y el teatro es “solidario”?
−No te sabría decir, yo no estoy en ningún partido. Pero aquí también hay elitismo y clasismo, y gente que mira para otro lado.
−Volviendo al dilema de la obra: si fuera usted el responsable de esos “recortes sociales”, ¿por dónde empezaría?
−Por escribir la carta de dimisión. Sería mi primera actuación. Tengo vocación dimisionaria: ya lo hice en el Festival Iberoamericano de Cádiz, en la Sala Beckett, en el Teatro Metastasio de la Toscana...
−¿Y, sin dimisión, por dónde cortaría?
−Haría un comité de expertos... No, mejor de expertas, que son más sensibles para ver qué sobra en el día a día. Sería un consejo de sabias con algún hombre.
- Dónde: Teatro del Barrio, Madrid. Cuándo: hasta el 28 de mayo. Cuánto: de 14 a 18 euros.