¡Ándale, Chihuahua!, este cabaret está muy vivo
Desde Bilbao llega una propuesta mexicana –sí, han leído bien– con sus corridos, katrinas y calaveras. Y un puñado de famosos resucitados, hasta los que no han muerto. Pasen y vean
Desde Bilbao llega una propuesta mexicana –sí, han leído bien– con sus corridos, katrinas y calaveras. Y un puñado de famosos resucitados, hasta los que no han muerto. Pasen y vean
Un tipo –de ahora en adelante lo llamaremos «el fiambre»– vuelve a casa conduciendo con unas copas de más y pasa lo que pasa. Castañazo y para el otro barrio. Lo que sigue se sale de lo que llamaríamos «normal»: el fiambre despierta en la otra vida en un tugurio mexicano en el que los muertos eligen en quién quieren reencarnarse. Allí están Amy Winehouse, Marilyn Monroe y Sabino Arana en su versión «mexicanizada», esto es, con su pinta de katrinas y su sonrisa de calaveras –esas damas tan elegantes pero que son puro hueso típicas del folclore centroamericano–. Incluso Liza Minelli y Montserrat Caballé, por más que sigan vivas. Y allí, entre corridos y otras melodías del cancionero popular mexicano como «La llorona», el fiambre va a pasar una velada inesperada. Y con él, todos ustedes, si se animan a pasarse a ver «Chihuahua Cabaret». O sea, uno de los espectáculos con sello del País Vasco de más éxito de los últimos años. Dos lleva en cartel desde que se estrenó en Pabellón 6, un atípico centro de creación escénica que se levanta en un barrio periférico de Bilbao por un puñado de actores de allí para poder dar rienda suelta a sus proyectos. Y desde entonces, ha realizado más de 85 funciones en la capital de Vizcaya y otras tantas aproximadamente en su gira por otras provincias españolas, antes de aterrizar en Madrid.
De Luján a Méliès
Felipe Loza es el autor del texto y director de «Chihuahua cabaret», un montaje producido por Pabellón Nº6 y Teatro Mutante con un pianista en directo Iñaki Maruri, y una decena de actores, entre ellos Quique Gago, coproductor de este atípico espectáculo musical. «Es una historia muy loca que tiene los ingredientes necesarios para la pura diversión: música, humor y sarcasmo, pero también crítica. Está funcionando como un reloj», cuenta Gago. Escritor de largo recorrido de guiones de cine, teatro y televisión, Loza explica que «queríamos hacer un cabaret porque necesitábamos llevar gente a nuestra sala, y es un espectáculo muy atractivo. Son funciones nocturnas, estás sentado en una mesa, con tus amigos, tomando una copa y es una idea que busca divertir». Por desgracia, en Madrid el formato no es exactamente así –mesas y copa–, al hacerse en el Teatro Nuevo Alcalá, pero sí que han habilitado el bar del teatro para que, en el intermedio, se pueda picar algo de comida típica mexicana. «Queríamos ir a los orígenes del género, a París –prosigue Loza–. El cabaret, inicialmente, es una tabernucha en la que se junta gente de muy diversa extracción social: está el lumpen, pero también burgueses que buscan evadirse, e intelectuales, como Picasso. Ahí se formó un crisol que nos interesaba».
Cuenta el director que en «Chihuahua Cabaret» querían además «hacer crítica social apoyándonos en el miedo y el sufrimiento de la crisis a la que nos enfrentamos, pero hacerlo desde un punto de vista lúdico y metafísico. Y eso nos lo permitía este género». La elección de la temátic mexicana vino dada por «la estética de las katrinas con esa cultura de la muerte que es tan vitalista». Y añade: «México nos daba color, fuerza, tradición y raíces. Esa fue la intención de este espectáculo», un montaje lleno de «alegría vitalidad y esperanza». Por cierto, que otro de los motivos de que se decidieran por el tema mexicano fue un puro juego geográfico: «Hay muchos sitios españoles que pueden tener su equivalente en México. Durango es un pueblo de México, y uno de los actores es de Durango –en el País Vasco–, así que todo encajaba muy bien», reconoce Gago. «Todos los vascos sabemos donde están Durango, Zumarraga, Oñati o Lerma. La historia es que el protagonista al morir se se despierta en el Durango de México». y no en un sitio cualquiera, sino en el cabaret que da título a la obra, «un antro que también se encuentra en crisis, con todos los pormenores que conocemos y que hemos pasado todo el país, Europa, etc.». Y explica el actor y productor: «Todos los personajes que pertenecen al ‘‘Cabaret Chichuhua’’ se encuentran ahí presionados por los poderes económicos. El apretón que les hacen estos entes les impide continuar».
¿Y lo de Amy Winehouse? ¿Y qué pinta Montserrat Caballé junto a Sabino Arana? Expliquemos un poco la regla que rige el antro del más allá: el «privilegio de muerto»: allí cada uno puede elegir ser quien quieras ser. Cuenta Gago que es «un musical muy mexicano: todas las canciones tienen un toque de allí»: todos cantan uno o dos, y en total hay hasta catorce números. Aclara Loza que «es más un espectáculo musical que teatral: hay teatro, pero prevalece la música», pero matiza a continuación: «Es toda una experiencia. No es sólo teatro». Y subraya: «Han pasado a verlo miles de personas y han salido eufóricas». Quien sin duda disfrutará del montaje es una artista mexicana Patricia Fornos, una ilustradora que «katriniza» a personajes famosos, desde el Che Guevara a Dalí, Van Gogh, Pancho Villa o Celia Cruz. Su obra estará expuesta mientras dure el musical en la sala Dos del Teatro.
Después de más de cien funciones, buena parte de ellas en su propia tierra, la propia compañía deja caer una pregunta en su dossier de Prensa: ¿tendrán los vascos sentido del humor? Gago ríe ante la pregunta y explica que el miércoles actuaron en sesión golfa en San Sebastián, donde todo el mundo estaba «encantado». Y no duda en asegurar: «Yo creo que sí, al final va a ser que tenemos bastante, no somos los que contamos los chistes en la tele, que son los sevillanos, pero con ‘‘Ocho apellidos vascos’’ se ha demostrado que lo tenemos. Ha sido un fenómeno, como ya lo era antes ‘‘Vaya semanita’’ aquí en Euskadi. Un fenómeno que sacó cosas para afuera de las que parecía complicado reírse, y nos quitamos bastantes telarañas. Sacó el humor negro para desempolvarlo, arrancar una sonrisa y quitarnos temores hacia ciertos miedos».
Pabellón Nº6, nueva vida junto a la ría
El espectáculo que visita Madrid es el segundo y el que más éxito ha tenido de un proyecto asociativo surgido en Bilbao hace cuatro años: Pabellón Nº6. El actor Ramón Barea, junto a Josu Montero y Patxo Tellería, entre otros, impulsó este espacio creado en lo que fue un almacén de maderas en la Ribera de Deusto, un barrio industrial degradado. El objetivo era poder dar rienda suelta a proyectos que no encontraban su sitio en el circuito comercial. Al poco de formarse, ya contaba con unos 150 socios, actores y gente del mundo escénico, sobre todo bilbaínos –Aitor Mazo, Mariví Bilbao o el malogrado Álex Angulo entre ellos–, y otros de fuera como Pepe Viyuela. «Había que dinamizar el lugar, llevar a los bilbaínos a esta zona que ni conocían», cuenta Loza. Hoy, prosigue, «se han abierto locales, hay un mercado de fin de semana y muchos bilbaínos van a pasar una mañana allí».