Barcelona

Bieito infunde alta comedia en los Premios Líricos Teatro Campoamor

La Razón
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Esta vez no hubo sangre, ni desnudos, más allá del «topless» de una novia calva y velluda interpretada por el contratenor Xabier Sabata, sin duda alguna, la gran revelación de la noche por su capacidad cómica, pero también por su buen hacer en el aria «Cara Sposa», de «Rinaldo», de Haendel. Aun así, Calixto Bieito revolucionó los Premios Líricos Teatro Campoamor, es decir, los llamados Goya de la ópera, pues premian lo mejor de la temporada española anterior. Lo hizo con un concepto muy simple: todo por y para la música. Primero instaló a la orquesta en escena, sobre un andamio, en el que el coro ocupaba el tercer piso y la percusión, el segundo. Después, negando el diálogo a los maestros de ceremonias: Rossy de Palma (genialmente histriónica) y el propio Sabata, que sólo hilvanaron los números musicales con citas de los grande compositores de la historia. Y después, con la presencia de los protagonistas, a los que también se les privó del agradecimiento, excepto a los cantantes, que pudieron interpretar un aria cada uno.

El Liceo, gran triunfador

Si la «primadonna» del espectáculo debía ser la música, el objetivo se cumplió porque las interpretaciones fueron de altura. Abrió fuego Celso Albelo, el tenor español con mayor proyección (mejor cantante por Nemorino de «L'elisir d'amore» de Jérez y Barcelona), que interpretó «Favorita del Re», de Donizzetti. No menos espectacular fue «Pace, pace, mio Dio», de Verdi, con la que deslumbró Sondra Radvanovsky (mejor cantante por su «Aída», del Liceo, y su «Norma», en Oviedo). También recogieron premio Ángel Ódena (mejor cantante de zarzuela por «El gato montés») y José Ferrero (cantante revelación por la «Valkiria», de Sevilla). El Liceo fue el gran triunfador, pues además de los galardones anteriores, obtuvo los de mejor dirección escénica, «El gran macabro», que firmó La Fura, y mejor director musical (Maurizio Benini por su «Adriana Lecouvreur»).