Crítica de teatro

"Búho": La memoria y la identidad

Titzina, poseedora ya de un original, reconocible y plausible estilo, vuelve a partir de un laborioso trabajo de investigación para relacionar lo físico y lo espiritual, lo material y lo intangible, lo orgánico y lo trascendental

 Diego Lorca y Pako Merino en "Búho"
Diego Lorca y Pako Merino en "Búho" Titzina Teatro

Autor: Diego Lorca. Director: Diego Lorca y Pako Merino. Intérepretes: Diego Lorca y Pako Merino. Teatro de La Abadía, Madrid. Hasta el 22 de octubre.

Pablo, un antropólogo forense especializado en yacimientos paleolíticos, sufre un accidente que le provoca una amnesia severa. El esforzado intento por acceder a su hermética memoria para recuperar los recuerdos que lo definen, y que le dan lugar en el mundo, constituye el núcleo del argumento de este nuevo montaje de Titzina. Formada por Diego Lorca y Pako Merino, la compañía catalana, poseedora ya de un original, reconocible y plausible estilo, vuelve a partir de un laborioso trabajo de investigación para relacionar, igual que otras veces, lo físico y lo espiritual, lo material y lo intangible, lo orgánico y lo trascendental.

Sin embargo, esta vez la cosa no funciona tan bien desde el punto de vista conceptual como en su presentación formal. De hecho, costaría bastante entender siquiera el argumento referido sin haber leído antes el programa de mano, algo, por desgracia, muy frecuente en los últimos tiempos. En toda la propuesta de Lorca y Merino –codirectores y coprotagonistas de la función– hay una inclinación poética que se concreta bien en lo puramente escénico, pero resulta precaria, y se percibe desde la butaca un poco pretenciosa –este es el gran mal de la mayoría de los textos teatrales que se escriben hoy en día–, en el terreno literario. Incluso cuesta entender algunas partes de la obra leídas sobre el papel, salpicadas como están de incorrecciones gramaticales y de vagas nociones que se fingen graves y hermosas bajo una ampulosa carcasa de palabras.

Donde sí hay poesía de verdad es en la forma de contar sobre el escenario esa confusa historia. Es innegable que en las tablas todo discurre de manera eficaz y reveladora –y artísticamente bella, por tanto– merced a una notable imaginación y precisión en la concepción plástica, en la adecuación de las interpretaciones a la naturaleza de la propuesta, en la ubicación espacial de la acción, en el sutil movimiento de los personajes y, sobre todo, en el formidable diseño del espacio sonoro, firmado por Jonatan Bernabeu y Tomomi Kubo.

  • Lo mejor: La obra está muy bien presentada desde el punto de vista formal.
  • Lo peor: El trasfondo literario es mucho más simple de lo que aparenta.