Crítica de 'A la fresca': La poesía del pueblo ★★★☆☆
Una aguda función que puede entenderse como un homenaje de Pablo Rosal a la conversación humana en su sentido más idealizado


Madrid Creada:
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Autoría y dirección: Pablo Rosal. Elenco: Luis Rallo, Alberto Berzal e Israel Frías Nave 10 (Matadero), Madrid. Desde el 6 hasta el 23 de febrero de 2025.
Luis Rallo, Israel Frías y Alberto Berzal se han puesto en manos del dramaturgo y director Pablo Rosal para alumbrar el segundo trabajo de Los despiertos, compañía formada los tres actores que inició su andadura en 2022 con un montaje, dirigido entonces por José Troncoso, cuyo título dio nombre a la propia troupe.
Como quien hace un traje a medida, Rosal ha ideado un espectáculo de tres únicos personajes para ser interpretados por sendos actores con idéntico protagonismo. El resultado es ‘A la fresca’, una aguda función -todas las de su autor lo son- que puede entenderse como un homenaje a la conversación humana en su sentido más idealizado, es decir, como consecuencia de una necesidad espontánea de comunicación en la que poco importan la condición social, la ideología o los intereses particulares de los interlocutores.
Un escritor (Luis Rallo), que vuelve a la casa de pueblo de sus abuelos buscando la inspiración, toma contacto allí con una cocinera (Israel Frías) y con un albañil al que le encarga la construcción de una cabaña (Alberto Berzal). Los tres empezarán a reunirse al atardecer sin otro objetivo que intercambiar, sentados “a la fresca”, algunas palabras.
Rosal eleva un canto al encuentro con el prójimo a través del lenguaje, que se materializa, en el texto y en la escenificación, sobredimensionando los frutos de ese lenguaje cuando nace exclusivamente de la imaginación y no tiene ninguna finalidad práctica que no sea la de propiciarse, la de brotar sin más. Esto quiere decir que, en las conversaciones entre los tres personajes, el concepto pasa a un segundo plano y es la búsqueda de la expresión pura, de la forma, la que determina su propia evolución. Prácticamente toda la función, si exceptuamos un prólogo que se queda algo desligado del conjunto, se nutre de la creación de imágenes que cada uno, a través del verbo, va proponiendo sobre otras imágenes creadas anteriormente por ellos mismos. La acción dramática, por tanto, es mínima, casi inexistente; y el código no puede estar más alejado del realismo, tanto en su literatura como en la manera que tienen los tres actores, muy simpática y muy consecuente con este tipo de propuestas, de incorporar los distintos personajes. Podría decirse que nada los determina, los caracteriza o los distingue más allá de su propia imaginación hablando.
Señalaba el director en la presentación del espectáculo que los protagonistas “son tres filósofos”; pero creo que sería más preciso decir que son tres poetas: no aspiran al conocimiento, sino a la magia; no buscan la verdad, sino la belleza. En este sentido, la obra se sitúa, por fortuna, bastante lejos de las coordenadas de ese teatro que se hace hoy donde los personajes no buscan otra cosa que no sea complacer a su autor. De hecho, en la imposición que uno de los protagonistas de ‘A la fresca’ hace al resto de no hablar de ellos mismos, puede colegirse cierta crítica en la obra al ombliguismo que impera en la sociedad y, muy especialmente, quizá como reflejo, en el mundo de la creación teatral.
El proverbial humor de Rosal, siempre complejo de escenificar, queda más larvado esta vez de lo que hubiera sido deseable; pero vuelve a llamar la atención su capacidad, creo que sin parangón, para enfangarse en el terreno del absurdo y hacer comprensibles, allí dentro, el fondo y el propósito de la obra. ¡Ni Samuel Beckett lo logró! Para entender las obras de este, hay que leer, al margen de ellas, algo sobre el autor y sobre el contexto; para entender a Pablo Rosal, independientemente de que guste más o no guste nada, basta con leer o ver sus obras. Y ahí, en la obra, es donde reside en puridad el único arte.
· Lo mejor: La capacidad que tiene Pablo Rosal para mostrar desde el absurdo la esencia de lo que quiere contar.
· Lo peor: Dado que no hay acción, y que lo emocional no es suficientemente explosivo, la función ganaría si fuese más breve.