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El grito de auxilio de las compañías de teatro a Cultura
En el Día Mundial del Teatro, celebrado este jueves 27 de marzo, los profesionales de este sector toman la palabra
Podrá dar mil vueltas la política cultural, podrán sustituirse sin cesar los directores artísticos de los teatros e incluso podrán terminar cerrados algunos de ellos, pero los que nunca podrán desaparecer para que siga existiendo Teatro, con mayúscula, son los intérpretes. Mientras haya una sola persona con la capacidad de meterse en la piel de otra para transmitir algo, habrá teatro.
De esta vocación surgen las compañías, donde también pueden desarrollar su actividad otros profesionales de las artes escénicas: dramaturgos, directores, vestuaristas, etc.
En este 27 de marzo, Día Mundial del Teatro, son las compañías quienes toman la palabra para exponer la realidad de su situación, porque su sector, según cuentan algunos de sus integrantes, vive tiempos difíciles.
David contra Goliat
Carolina África, dramaturga, guionista, directora, actriz, docente y productora-socia fundadora de la compañía La Belloch Teatro junto a Laura Cortón apela a la palabra ‘compañía’ como significado de “compartir el pan, de una reunión entre amigos y familia”, al igual que Álvaro Tato, dramaturgo en las compañías Ron Lalá y Ay Teatro, que habla de las compañías “entendidas de manera tradicional, es decir, como grupos estables y laboralmente fijos, un modelo que por desgracia se está perdiendo”. África lamenta que cada vez están “más asfixiados”.
Uno de los motivos al que ambos apuntan es a un mercado copado por las grandes empresas, “Son las que tienen el músculo financiero para para embarcarse en los proyectos, que además siempre abogan por dos caminos que son, o un título consagrado o cabezas de cartel, y esto deja a las compañías con un escaso nivel de competencia”, afirma África.
Hacia esa misma línea apunta Tato, quien confiesa la incertidumbre que genera en profesionales como él, para los que el concepto de compañía es tan importante, que “ese modelo se esté sustituyendo por uno mucho más piramidal, basado en grandes empresarios que para un proyecto contratan a diferentes elencos”.
El laberinto burocrático
Patricia Estremera, actriz y codirectora de la compañía Los Absurdos Teatro, califica de “una barbaridad” el fango burocrático en el que las compañías se deben meter para llevar a cabo una función. A esto se ha unido lo que muchas de ellas están viviendo en los últimos tiempos y a lo que hace mención Carolina África. “Los requerimientos de las subvenciones que sufrimos ahora mismo, no sé si ante la nueva gestión con la que trata de recomponerse el Inaem, han sido dolorosos. Las personas que están haciendo estos requerimientos ni siquiera entienden lo que están pidiendo. Por ejemplo, te dicen que, de pronto, en una subvención de gira no puedes meter gastos de producción en gira, porque entienden que la palabra producción es hasta el estreno”.
Paola Calleja, productora ejecutiva de la compañía de reciente creación Prodigio Teatro, reconoce, sin embargo, “que hemos girado bastante porque hemos accedido a unas subvenciones del Inaem que se han concedido a gira. Gracias a eso hemos llegado a rincones de España remotos". A pesar de ello, su compañía, compuesta por profesionales con una extensa carrera profesional en el mundo teatral, se ha encontrado con "la falta de ayudas a la creación de una empresa. Igual que hay para otros ámbitos, para artes escénicas todo lo contrario, te penalizan. Eres una compañía nueva, haces tu primera producción, que ha sido con dinero 100% privado, y al ser de nueva creación no hay ayudas a la producción ni de ayuntamientos ni de comunidades. Te exigen que lleves años trabajando”.
Álvaro Tato reconoce "el problema del teatro con respecto a su inserción en el resto del mundo laboral español. Es difícil que se atienda al carácter específico, casi siempre intermitente, de nuestra labor, y eso genera un montón de confusiones legales por las que te sientes dentro de un laberinto que intenta encajarnos en los modelos de contratación convencionales. El estatuto es un paso estupendo y espero que sea el principio de una nueva atención a las compañías de teatro. Ahora mismo es un laberinto administrativo donde uno se siente como un funambulista haciendo equilibrismos”.
Precariedad
Las compañías deben lidiar con todo ese laberinto burocrático mientras realizan su profesión en condiciones nada cómodas. Nines Carrascal, productora de la compañía Histrión Teatro, afirma que “levantar un proyecto escénico es una operación de alto riesgo. Los presupuestos públicos destinados a cultura son ínfimos”. Añade que “son cada vez más los artistas y las compañías que tenemos serias dificultades para mantener nuestros equipos, para producir con recursos, para incluso afrontar contenidos que no sean banales”.
Patricia Estremera describe su vida profesional como una vida de "carretera y furgoneta. Como cualquier pequeña empresa, arriesgamos nuestro dinero y no sabes si lo vas a recuperar. A la hora de crear también hay muchas limitaciones. Es inevitable pensar en que todo tiene que caber en una furgoneta de tales dimensiones, en cuántas personas puede la compañía asumir en la contratación, en las dietas, etc.”.
Álvaro Tato también destaca esa vida “en la carretera, con un montón de gastos y una retribución que casi siempre llega mucho más tarde. Tenemos que estar siempre, entre comillas, adelantando dinero, jugando con las cantidades para para poder llegar a fin de mes". También señala que “la vida está cada vez más cara, los gastos de las giras son cada vez más elevados y esa subida no se nota en los cachés. Sentimos que hay cada vez menos oferta de contrataciones".
La programación
Paola Calleja asegura que “hay un problema muy grande de distribución y de contratación. Hacer giras se ha convertido en una odisea. La frase favorita de todos los programadores es: ‘me han recortado el presupuesto’".
Nines Carrascal cree que “se ha banalizado la labor del programador como un técnico que conoce, que sabe y que hace una programación que tiene una coherencia. Hoy se piensa que cualquiera puede programar cualquier espacio escénico de la forma que sea. Además, hay una avalancha de contenidos amateur en los teatros, en grandes infraestructuras escénicas, contratados a bajo precio porque se concibe muchas veces la programación como una plantilla a rellenar de tal forma que cada vez son más las compañías que tenemos dificultades para afrontar textos en los que haya un elenco de dos o tres actores o actrices".
Carolina África cree que “las grandes empresas son las que al final están resultando más beneficiadas por las condiciones de coproducción de los teatros públicos porque tienen más músculo financiero. Las compañías pequeñas o no pueden asumirlo o no pueden ofrecer un proyecto liderado por cabezas de cartel”.
A pesar de todos estos escollos, los profesionales de las compañías no pierden la esperanza ni tiran la toalla, conscientes de que realizan una labor que les hace felices. “Resistiremos y viviremos de esto porque es lo que nos gusta y lo que queremos hacer”, afirma África. Un entusiasmo vocacional al que se une Patricia Estremera. “A pesar de todo, de la inestabilidad, la inseguridad, es una profesión muy divertida, tenemos de todo menos rutina y desde luego no nos aburrimos nada”.
Para Nines Carrascal “el presente es complejo y la única forma de darle la vuelta a esto es devolverle el respeto que merecen a las artes escénicas y traducirlo en recursos, infraestructura, técnicos, profesionales que permitan que hoy lo creativo en este país sea una seña de identidad y una bandera”.
¿Y el futuro? Esa es la pregunta que Álvaro Tato deja en el aire, pensando, sobre todo, en la cabida que tendrá el gran talento de nuevos y jóvenes creadores. “¿Qué posibilidades y qué mapa les estamos dejando a los que vienen? Hace falta que se pueda trabajar en equipo y que se pueda mantener el concepto de compañía, que perviva para que el teatro no deje de ser algo tan importante como el arte de la reunión, con naturaleza colectiva del hecho escénico, que yo creo que a la larga es lo que le podría dar a la nueva generación una solidez estructural y un compromiso con una línea estética, con una forma de hacer y sentir lo teatral”.