El poder del cuarto poder
Els Joglars llegan al Centro Dramático Nacional con «Zenit», una sátira sobre el periodismo de hoy y el exceso de información al que se ve expuesto el público. Ramon Fontserè y Martina Cabanas firman la pieza.
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Els Joglars llegan al Centro Dramático Nacional con «Zenit», una sátira sobre el periodismo de hoy y el exceso de información al que se ve expuesto el público. Ramon Fontserè y Martina Cabanas firman la pieza.
Cénit: punto de observación idóneo, el más alto, el mejor situado para analizar y encarar una situación. Ahí es adonde quiere llegar Els Joglars con la búsqueda de su «Zenit». Un lugar al que subir con su texto para transportar al espectador y reflexionar sobre el periodismo de hoy. «Algo que empezó con una pluma o un cincel, con el paso del tiempo, se ha convertido en una máquina voraz inenarrable de éxito y de poder que bajo el imperio de las nuevas tecnologías ha multiplicado su producción. El periodismo que nació de la necesidad de transmitir información vital para la sociedad, en parte, se ha convertido en un negocio del entretenimiento, más centrado en alcanzar cuotas de mercado que en la descripción objetiva de los hechos», presenta Ramon Fontserè –autor, junto a Martina Cabanas, director y actor del montaje–.
«Y no es que nos caigáis mal los periodistas –antepone–, porque aquí se habla de los dos lados de la industria». Sin buenos ni malos. Tanto emisores como receptores de una información que la era tecnológica ha propagado sin control. Fontserè también busca espacio para detenerse en la responsabilidad del lector para advertirle que, en plena avalancha de titulares, debe permanecer en alerta, «en ‘‘stand by’’», para tener un criterio suficiente de criba: «Al menos, que tenga la duda presente para no tragarse todo a la primera», explica.
«No queríamos centrar la culpa del estado de la profesión únicamente en los medios de comunicación», entender al receptor como un ente capaz de preguntarse hasta dónde es veraz lo que tiene delante. «Sé que es difícil porque todos tendemos a acercarnos a una Prensa afín», añade un autor arropado por su colega de trabajo: «Me guardaría bien de pontificar. Pero yo, como lectora, con lo bueno y lo malo de internet, puedo leer todas las cabeceras del mundo sin hacer una gran inversión. Por eso tenemos una parte de responsabilidad y la capacidad de contrarrestar la información que nos llega sin creernos a pies juntillas el periódico, la radio o la televisión que nos dice aquello que queremos escuchar», completa Cabanas.
Ya lo reza el subtítulo de la obra: «La realidad a su medida». De unos y de otros. «Al igual que cada individuo de la audiencia tiene tendencia inevitable de acercarse a un diario u otro, también hay medios que muestran una mayor capacidad para acercarse a la realidad, aunque ninguno es fiable al 100% –puntualiza la dramaturga–. La grandeza del lector está en aprender a convivir en este mundo en el que no hay un medio de comunicación absoluto».
Así se adentra «Zenit» –desde el 22 de marzo en el Teatro María Guerrero– en un análisis doble, «algo más profundo» –dicen Els Joglars–, en el que, por un lado, señalan al mismo espectador/lector/oyente de creerse todo lo que le llega y, del otro, dan un golpe a los canales de información que ofrecen noticias masivas, más cercanas de la opinión que de la neutralidad. «Aunque tratamos de no caer en algo que nos daba miedo como es esta corriente populista de decir que todos los medios son conspiranoicos y que solo quieren mentir para vender el producto que les interesa», apunta Cabanas.
Desgastar la suela
Es, sobre todo, una reflexión sobre una manera de hacer periodismo. Como referencia, un periódico. Y como reflejo de la «perfección» –de inicio–, Martín, un personaje quijotesco que representa a la profesión más artesanal, más pura. Un ser casi raro dentro de una redacción en la que la gente ya no sigue sus pasos. Un hombre emperrado en hacer ver al resto de sus compañeros que las noticias, antes de ser lanzadas, hay que contrastarlas; que la prisa y la voracidad de vender, como único objetivo para mantener en pie el negocio, no vale. «Hay que gastar la suela de los zapatos», comenta Fontserè –que dará vida a Martín–. En definitiva, reclamar paciencia en un momento en el que el tiempo es dinero y donde lo que se premia es el resultado mercantil de final de año. Aunque sin dar toda la verdad a ese periodismo de vieja escuela, «ese informador tipo que parecía Martín también posee su punto enrevesado, tiene los pies de barro», explican desde Els Joglars. En contraste: el becario, cambiado por pesos pesados por cuestiones monetarias; la directora, con la cabeza puesta en subir las ventas y nada más; el pelotilla, dispuesto a todo; la editora...
«Es un canto al periodismo más auténtico –resume el director– en contra de otro en el que no importa la moral ni la ética, y en el que la finalidad es calmar la avidez y glotonería de la masa. Sin periodismo no hay democracia. Es un oficio importantísimo porque con él se informa a la gente que luego debe tomar decisiones en base a todo lo que recibe; por ello, las fuentes son tan relevantes, porque es de donde bebe el espectador para elegir su futuro y el de todos». Ahí radica la importancia y el peligro del que alerta Fontserè: «Porque de este oficio depende en muchas ocasiones el escarnio público. Como te carguen un sambenito te lo quedas para siempre».
La fuerza del Cuarto Poder, que recuerda Cabanas, «ha pasado a ser prácticamente el primero con el peso que tienen ahora las redes sociales y las nuevas tecnologías. Se puede hablar del periodismo como una de las superpotencias menos investigadas del mundo». Una sátira para todos los públicos: informadores e informados, para hacérselo mirar a ambos lados.