"Everywoman": Al pasar la guadaña ★★★★☆
Pocas veces el director suizo Milo Rau había sido tan digno merecedor como aquí del aplauso que, haga lo que haga, le suelen dispensar los más esnobs.
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Texto: Milo Rau y Ursina Lardi. Dramaturgia: Carmen Hornbostel y Christian Tschirner. Director: Milo Rau. Intérpretes: Helga Bedau y Ursina Lardi. Teatro María Guerrero, Madrid. Del 12 al 14 de enero.
No sé a ciencia cierta qué hay de verdad documental y qué hay de ficción poética en el esqueleto dramatúrgico y argumental de la propuesta, pero poco importa; al fin y al cabo, en cuestiones de arte, la ficción es siempre más admirable y reveladora que la realidad. En cualquier caso, lo que exponen los propios creadores sobre cómo se gestó el proyecto es lo siguiente: en 2020, durante la pandemia, una mujer llamada Helga Bedau, a la que no le quedaba mucho tiempo de vida, escribió una carta a la actriz Ursina Lardi –colaboradora de Rau– confesando lo mucho que sentía no poder volver nunca más al teatro y, sobre todo, no poder subirse ella misma a un escenario, tal y como había soñado en su juventud. Un tiempo después, Lardi y Rau fueron a ver a esa mujer y la filmaron en una serie de entrevistas. Con Bedau ya fallecida, ambos artistas escribieron a partir de esas conversaciones, desnudas, sobrias, profundas, honestas y muchas veces irónicas, esta suerte de diálogo teatral y audiovisual en el que vemos a Lardi en escena e, interactuando con ella, a Bedau proyectada en una pantalla, cumpliendo de esta curiosa manera su sueño de ser actriz de teatro.
Más allá de la precisión técnica que requiere sincronizar la representación en vivo con ese rígido material grabado que ha de realimentarla, el espectáculo es, como digo, una conmovedora y existencialista reflexión de la condición humana en la búsqueda de su propio horizonte y razón de ser. Una hermosa función que se inspira en «Jedermann», del poeta y dramaturgo Hugo von Hofmannsthal, y que tiene el sutil aroma de Albert Camus y Antoine de Saint-Exupéry emanando de sus intersticios. Y un montaje que cuenta con una actriz, la mencionada Ursina Lardi, que da una lección magistral de interpretación virando, con exquisita mesura, los ritmos y los tonos de las distintas emociones para no dejar de hacer visible, de principio a fin, esa inexplicable entelequia que a los críticos nos da por llamar, con tontorrona prosopopeya, «verdad escénica».
- Lo mejor: La falta de moralina y de presunción, poco frecuente en otras propuestas contemporáneas, hace que la obra resulte de verdad profunda y hermosa.
- Lo peor: La dificultad para sincronizar de manera adecuada todas las partes proyectadas y las partes representadas en vivo.