"Falsestuff": ¿y si la copia es mejor que el original?
La pareja más canalla de las tablas españolas, Nao Albet y Marcel Borràs, vuelve al CDN con la revisión de una pieza sobre el derecho a falsificar (o no)
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Probablemente los haya más canallas que ellos, pero no los conocemos, al menos, sobre las tablas. Mammon (2015) y Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach (2021) todavía tienen con el subidón en el cuerpo a los que se dejaron caer por la sala, que no fueron precisamente pocos. Nao Albet (Barcelona, 1990) y Marcel Borràs (Olot, 1989) vuelven a unir fuerzas para revisar una pieza que estrenaron en el Grec de 2018, Falsestuff. La muerte de las musas, y que veían con margen de mejora. «Pensamos que podíamos hacerlo un poco menos mal», bromea Borràs ante la confirmación de Laura Weissmahr, una de las actrices supervivientes del primer lance: «La obra ha cambiado bastante. La propuesta es la misma, pero se han intentado perfeccionar algunos puntos. Tuvimos la sensación de que no llegábamos del todo y ahora vemos la oportunidad de buscar detalles que en Barcelona no pudimos abarcar».
Es una de las «diferencias» entre la etapa ya pasada y una revisión donde, una vez más, vienen con todo y en la que, «en lugar de seguir a unos protagonistas, el tema de las falsificaciones se pone en el centro. No sabes realmente a quién tienes delante», explica Borràs de una pieza que en su título coquetea con el personaje de Shakespeare –ese caballero cobarde que se jactaba de las victorias ficticias que había logrado en su vida– y que en su subtítulo sí hace «referencia muy clara a la muerte de la originalidad». De esa falta de ideas surge la semilla de un texto que comienza «durante una temporada en la que veíamos las mismas ideas repetidas: castillos hinchables, recreaciones de La lección de anatomía de Rembrandt y cabezudos». Incluso ellos se dejaron llevar por la «moda» de meter mochilas de Glovo en el escenario...
Y en esas nace André Fêikiêvich, un falsificador de arte empeñado en captar a la perfección la esencia de las obras que falsifica. Tan sublime capacidad se convertirá progresivamente en una obsesión que le llevará a explorar hasta límites insospechables su práctica. Los actos fraudulentos de André despertarán la furia de Boris Kaczynski, un reconocido y peligroso «connoisseur» de arte que, en el intento de atraparlo, se dará cuenta de que las pistas que sigue han sido falsificadas hasta el punto de que le resultará imposible distinguir entre realidad y falsedad. «Debe encontrar a ese hombre que le ha humillado delante de todo el mundo», presentan. Es el juego que propone la pareja para levantar su ensayo teatral sobre «la copia y el original», resume Alfredo Sanzol, director del Centro Dramático y anfitrión en el Teatro Valle-Inclán en el que se representará Falsestuff hasta el 25 de junio.
Siguiendo la estela de Mammon y Atraco..., la remozada pieza vuelve al relato casi cinematográfico. «Hemos querido reunir el mundo de las ideas y la estética del arte con una historia de personajes». Muchos personajes: setenta serán las personalidades en las que se desdoblará un elenco en el que, además de los directores y autores de la pieza y Weissmahr, estarán Naby Dakhli, Thomas Kasebacher, Joe Manjón, Johnny Melville, Diana Sakalauskaité y Sau-Ching Wong. Un reparto internacional y llegado de diferentes disciplinas (danza, «performance», «clown», teatro...) con el que Borràs y Albet han levantado un montaje multilingüe en el que se escucharán hasta doce idiomas (castellano, lituano, inglés, chino mandarín, alemán, galés, francés...). «Además del sentido estético, las lenguas nos ayudaron a alejar un estilo de otro», defienden.
Ahí aparece otro de los puntos distintivos de un Falsestuff que aborda una decena de géneros, desde la danza al teatro de objetos, el documental, el drama, la comedia, el musical..., para contar la biografía de este falsificador. Cada capítulo de la vida de Fêikiêvich se narra de una forma, como aquel Ejercicio de estilos de Raymond Queneau en el que la misma historia se repetía de un centenar de formas diferentes, aunque aquí no se sucede el mismo cuento una y otra vez, sino que la trama avanza variando de envoltorio y con una máxima por encima de todo: descubrir quién es André Fêikiêvich. «La obra es una excusa para hacer un homenaje a los estilos que nos gustan. Los espectadores que han visto mucho teatro en los últimos veinte años podrán reconocer algunos nombres», sostiene Borràs.
Señala Albet a las observaciones de ese viaje: «A nivel formal hemos querido ver si se puede seguir siendo original. Hasta qué punto te aprovechas del trabajo de los demás; o cómo un homenaje se vuelve una copia; o reivindicar las copias como algo lícito y no preocuparse de si es genuino. ¿Es legal copiar otras identidades que no sea la propia? Queremos abordar estas cuestiones desde muchos puntos de vista y se abren muchas reflexiones a las que no damos respuestas». Ya avisó Balzac de que «el trabajo de cualquier escritor es aprovecharse del trabajo de los demás»...
El trabajo se transforma en «una metáfora de la vida», dice Sanzol, «en la que no sabemos si somos copia de otras cosas o no». Aquí, Fêikiêvich «no es un falsificador al uso», advierten, sino el primer falsificador de teatro de la historia: «Parece algo inconcebible o difícil de entender, pero nos las hemos apañado para que sea verosímil», ríe Albet, mientras su compañero señala a Bob Wilson, «que se falsifica a sí mismo; lo hacen sus ayudantes de dirección».
«La obra es interesante porque no creo en la realidad de la sociedad», afirma Melville –«un guiri total», como se define–. «Creo en el potencial entre realidad y mentira. La falsificación del teatro es una reflexión sobre el teatro de la política, que es el del mundo». Y Borràs responde en la era de las «fake news», que «cuenta más sobre la contemporaneidad una obra falsa de Van Gogh que el original. Hay muchas capas ahí detrás».
–¿Y a ustedes les han copiado?
–Se han aprovechado, ¡y a mucha honra! Los invitamos a ello igual que nosotros lo hacemos con otros. Somos muy copiones. Copiarnos a nosotros sería copiar al que copia.
- Dónde: Teatro Valle-Inclán, Madrid. Cuándo: hasta el 25 de junio. Cuánto: 20 y 25 euros.