Teatro

Teatro

«Ilusiones»: Virguería escénica

«Ilusiones»: Virguería escénica
«Ilusiones»: Virguería escénicalarazon

Autor: Ivan Viripaev. Director: Miguel del Arco. Intérpretes: Marta Etura, Daniel Grao, Alejandro Jato y Verónica Ronda. El Pavón Teatro Kamikaze. Madrid. Hasta el 13 mayo.

«Ilusiones» cuenta las relaciones cruzadas de amistad y amor entre los miembros de dos matrimonios desde la juventud hasta la muerte de todos ellos ya en la vejez; mejor dicho, cuenta cómo esas relaciones, curiosamente, van evolucionando o van variando drásticamente en el tiempo, muchas veces en función de lo que los otros esperan o perciben de los sentimientos de cada uno. La obra supone un desafío para la puesta en escena por su propia naturaleza dramatúrgica: por un lado, es fragmentaria y eminentemente narrativa –las escenas, casi en su totalidad, están relatadas, no dramatizadas-; por otro lado, los narradores lo son en su sentido más estricto, es decir, ellos no son los protagonistas de esas escenas, sino cuatro personajes anónimos ajenos a esas escenas sobre las cuales quieren llamar la atención del público. Con estos materiales a priori tan poco sugerentes para la representación escénica, Miguel Del Arco vuelve a hacer, una vez más, todo un trabajazo de dirección. Abre el espacio de El Pavón todo lo posible y desplaza a sus actores, de manera sutil pero casi incesante, por la muy «teatral», fantasmagórica y sinuosa escenografía de Eduardo Moreno –una de las mejores que se hayan visto en esta sala en mucho tiempo– buscando una movilidad de la acción que el propio texto, ciertamente, no permite en realidad. Y logra idear algunas escenas sencillamente magistrales en la propia composición y también en la luz –gran trabajo, como siempre, de Juanjo Llorens–, como la de Dani y Sandra después de hacer el amor o, muy especialmente, la de los efectos de la marihuana. La música de Arnau Vilà y, en general, todo el espacio sonoro –obra de Sandra Vicente– contribuyen a contar con eficacia la historia, o historias, dentro de esa sugerente, y al mismo tiempo emotiva, atmósfera de irrealidad que parece exigir la función. En esa misma dirección parece haber trabajado Sandra Espinosa con el diseño de un ecléctico vestuario de connotaciones casi oníricas. Por último, los cuatro actores –sorprende ver a los muy poco conocidos Verónica Ronda y Alejandro Jato a la altura de los ya consagrados Marta Etura y Daniel Grao– resuelven su complicadísima papeleta con unas muy convincentes interpretaciones. Ahora bien, no acierto a saber qué ha visto exactamente Del Arco en este texto de Viripaev para quedar tan subyugado. En realidad, el tema latente sobre la imposibilidad del ser humano para aferrarse a unas normas que den rumbo a su voluntad, su ideario y su mapa emocional no está expresado de manera excesivamente profunda ni tiene tampoco gran altura poética.