Crítica de teatro

"Pequeño cúmulo de abismos": Agujeros de gusano y cachondeo

La comedia surrealista, la autobiografía, la parodia y la ciencia-ficción se dan la mano en esta curiosa propuesta dirigida por Cris Blanco

"Pequeño cúmulo de abismos" estará programada en el CDN hasta el 12 de noviembre
"Pequeño cúmulo de abismos" estará programada en el CDN hasta el 12 de noviembreGeraldine Leloutre

Autores: Rocío Bello, Cris Blanco, Óscar Bueno, Anto Rodríguez. Directora: Cris Blanco. Intérepretes: Oihana Altube, Rocío Bello, Cris Blanco e Íñigo Rodríguez-Claro. Teatro María Guerrero (Sala de la Princesa), Madrid. Hasta el 12 de noviembre.

La comedia surrealista, la autobiografía, la parodia y la ciencia-ficción se dan la mano en esta curiosa propuesta dirigida, coprotagonizada y coproducida por Cris Blanco y cuya dramaturgia ha elaborado ella misma en compañía de Óscar Bueno, Anto Rodríguez y Rocío Bello (esta última también presente en el reparto).

La función se asienta argumentalmente sobre el propio ensayo de una obra en la que Blanco trata de rendir homenaje con cariño y sentido del humor a su madre, a su tía… y, en definitiva, a su propio pasado, a su mundo adolescente irremediablemente perdido. O quizá no tan perdido, porque eso parece querer ser Pequeño cúmulo de abismos: una búsqueda poética del pasado a través de la imaginación. Así, vemos cómo los intentos de la protagonista por poner orden en su propia obra, que es tanto como decir en su propia vida, se ven abortados, a medida que va penetrando más en el meollo de esa obra, por extraños sucesos que subvierten el orden espaciotemporal que conocemos.

La dramaturgia es un poco atropellada: no hay una estructura muy sólida donde asentar la historia ni hay una mirada uniforme al entramado dramático que debe dar sentido a los personajes. La comicidad de lo circunstancial y anecdótico –sin duda muy bien explotada– se convierte casi en el verdadero núcleo. Como consecuencia, esa búsqueda poética de la que antes hablaba queda bastante atenuada o distraída hasta llegar al desenlace. No obstante, Blanco parece ser muy consciente de lo que quiere contar y cómo lo quiere contar; y sabe que no se puede enredar más de lo debido retrasando su bonito final. Por eso la función dura poco más de una hora. Y lo bueno y novedoso es que no hay en esa hora un solo minuto donde se cuele el dichoso ombliguismo que tanto mal hace a las numerosas obras de naturaleza biográfica que hoy se estrenan. Aquí todo está tratado con verdad, con sencillez y con mucho humor, y eso se percibe tanto en la escritura y en la dirección como en la propia interpretación que Blanco hace de sí misma. Nunca la naturalidad había sido tan natural sobre un escenario. Y nunca la metateatralidad había sido tan simpática y tan paródica, porque, además, hay una atinada aproximación, en clave puramente humorística y gamberra, al trabajo de las compañías cuando son invitadas por un teatro público y a la relación que mantienen con los técnicos y el director de ese teatro.

  • Lo mejor: La ausencia de presuntuosidad, tan común en este tipo de espectáculos, y el sentido del humor.
  • Lo peor: El tema de fondo se articula de una manera un poco deslavazada en la dramaturgia.