¿Qué libertad tiene la Policía para pegar a los ciudadanos?
Marco Layera llega a Madrid con su esperado "Oasis de la impunidad", una reflexión sobre la violencia estatal
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Oasis de la impunidad nació del cabreo más absoluto, pero también desde la ilusión de cambiar las cosas. La Re-sentida, con Marco Layera a la cabeza, paseaba por España con Paisajes para no colorear, donde la compañía chilena mostraba las «brutales» agresiones que sufren las adolescentes en Suramérica, cuando, en otoño de 2019, explotaba en Chile la enésima revolución. «Teníamos emociones encontradas», comenta hoy el director, «porque estábamos acá haciendo lo que nos gusta cuando queríamos estar allá. Teníamos miedo por nuestras familias y amigos, algunos fueron violentados y recibieron balines». Recuerda que no fue fácil esa distancia, pero finalmente volvieron a su país para luchar por lo que creían, por cambiar la Constitución «y un sistema heredado de la dictadura».
Ya en Chile intentaron seguir con sus quehaceres teatrales, pero los pararon. No era el momento. Tocaba «estar en la calle», y a ella se lanzaron. Articularon «una serie de estrategias performáticas» que derivaron en lo que actualmente es su «Oasis de la impunidad», el cual ya ha visitado varias plazas españolas (Cádiz, Sevilla, Barcelona) y que afronta una nueva etapa en el María Guerrero de Madrid.
Han pasado casi cuatro años de aquel estallido y la fuerza combativa que mostraba Layera entonces se ha tornado en decepción. «Lamentablemente, ese proceso constituyente fracasó. Fue nuestra gran derrota». Se le rompe la voz. Se pone triste. «Es muy doloroso porque constatas que el chileno medio sigue mirando a los pueblos aborígenes como una amenaza de la identidad nacional. Sabíamos que iba a haber propaganda por parte de los medios, pero a eso se sumaron otras consecuencias, la crisis migratoria, el covid...».
Layera se muestra tocado. Reconoce que le cuesta continuar en la carrera de los sueños: «Después de una decepción así, las emociones tienden a alejarse. Toca ser autocrítico y preguntarse si estamos dentro de una burbuja». Sin embargo, su propio «fracaso», junto al de buena parte de la sociedad, no es motivo para dejar de mostrar un Oasis que considera hasta más oportuno que antes. «Las teorías conspirativas han crecido y aumentado los delitos por la presencia del crimen organizado. Hay robos mucho más violentos, con pistolas, en los que echamos de menos a la Policía».
Es esa misma Policía (y, por extensión, la de otros países del mundo) la que está en el centro de la pieza, y es en beneficio de esa misma Policía por la que se acaba de aprobar en Chile la controvertida «Ley del gatillo fácil» que el director acusa de «empoderar a las fuerzas de seguridad en detrimento de los derechos de la ciudadanía». La crisis de seguridad, cuenta, es un hecho: tres agentes han muerto en el último mes a manos del narcotráfico y, a su vez, «recientemente, la propia Policía ametralló a un hombre que había atropellado a un guardia». Por todos estos acontecimientos, Layera entiende que su montaje no ha perdido idoneidad. Chile continúa siendo ese Oasis de la impunidad, ese territorio en el que históricamente se han producido «todo tipo de atrocidades sin responsabilidad y en el que ha gobernado la injusticia», apunta.
La función recuerda en el tema al Bros de Romeo Castellucci, pero en su estética es muy diferente. No son necesarios hombres recios e imponentes, basta con una suerte de oompa-loompas. La Re-sentida prescinde de uniformes: «No era ético ni estético trasladar la calle al teatro. No necesito explicar a mi país lo que pasó porque lo saben bien. No queríamos la imagen de la Policía y los encapuchados –continúa–. Había que generar un nuevo universo, pero a su vez ser capaces de reconocer esta historia que nos atraviesa».
Layera sigue sin entender el teatro si no es político, «cada uno tiene su sentido y este es el mío»; y vuelve a demostrarlo. Aunque en esta ocasión el texto pierde peso en pro de la gestualidad. «Intuimos que el cuerpo debía ser el canal porque durante los ensayos nos dimos cuenta de que la palabra nos censuraba y limitaba». Desde ahí la compañía comienza con las preguntas sobre «cómo la violencia, el miedo y la indignación desbordan un cuerpo». «Oasis» invita a una reflexión coreográfica sobre el monopolio de la violencia de los Estados y busca que los ciudadanos pongan «en tela de juicio este tabú para exigir otras prácticas», que Layera trabajaría desde «la educación y la ternura».
- Dónde: Teatro María Guerrero, Madrid. Cuándo: hasta el domingo. Cuánto: de 6 a 25 euros.