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¿Quién no es discapacitado?

La Quintana Teatro lleva al Pavón Teatro Kamikaze su premiada obra «Desde lo invisible», un collage de escenas en torno a personas con deficiencias intelectuales

Victoria Teijeiro (izda.), Nacho Martín e Isabel Rodes componen el elenco de «Desde lo invisible»/Foto: marcosgpunto
Victoria Teijeiro (izda.), Nacho Martín e Isabel Rodes componen el elenco de «Desde lo invisible»/Foto: marcosgpuntolarazon

Si parte del premio Max al Mejor Espectáculo Revelación 2008 por “Desde lo invisible” se lo dediqué enteramente a mi hermano», dice Irma Correa. «Una obra que nos llevó un año montar, que tuvo dificultad para abrirse camino en el circuito teatral, pero una vez lanzada nos dio muchas alegrías, la respuesta fue portentosa, funcionó el efecto llamada. Muy contentos, sobre todo, por la sensación de derribar muros, de acercar, de tirar tabúes absurdos y ridículos». «Desde lo invisible» es un collage de escenas que giran en torno al mundo de los discapacitados intelectuales, una creación colectiva de Quintana Teatro, que, dirigida por Rolando de San Martín y dramaturgia de Irma Correa y Rubén Tejerina, llega al Pavón Teatro Kamikaze, con Isabel Rodes, Nacho Martín, Victoria Teijeiro como protagonistas.

«La escena central o trama que atraviesa toda la obra –explica Correa–, es una mujer embarazada a la que el médico solicita la amniocentesis porque tiene dudas sobre si su bebé nacerá con algún tipo de anomalía. Este es el cuestionamiento con el que arranca. Mi hermano es una persona con discapacidad intelectual y la obra surgió como un proceso creativo y de investigación en torno al mundo de estas personas. Durante un año –prosigue–, el equipo que conformamos este montaje estuvimos trabajando con chicos en centros especiales y muchos sirvieron de espejo para crear los personajes, cada uno fue aportando su granito de arena. Yo puse mi experiencia personal a favor de la escena. Lo que tratamos con esta historia es cuestionar dónde están o cuáles son los límites de la normalidad».

Para la dramaturga, «Todos somos personas. No sabemos quién dirime o tiene el poder para decidir qué es lo normal y qué no y si lo normal es bueno o es malo. Eso es lo que intentamos decir con esta propuesta escénica. Todo son etiquetas que, más que humanizar, deshumanizan, porque cada uno de nosotros somos un universo maravilloso e individual y no deberían de existir estas diferenciaciones cuando apartan de la sociedad». Y afirma, «son personas con muchos valores, naturales, sinceros, con verdad y mirada limpia, sin prejuicios y muy afectivos. Los humanos tendemos a etiquetar, baremar, medir, examinar... Mi hermano puede ser discapacitado intelectual, pero la gran mayoría somos discapacitados emocionales, tenemos graves problemas para movernos en el mundo. ¿Quién no es discapacitado de algo? –se pregunta–, todos lo somos en algún sentido. Afortunadamente, cada vez gozan de mayor visibilidad y está más aceptado que el ser humano tiene distintos prismas y distintas maneras de manifestarse y que todos tenemos cosas para las que estamos discapacitados».

Humor, por supuesto

Por otro lado, es una obra con mucho humor. «La gente al principio no se atrevía a reírse, había una especie de tabú, el público no quiere faltar al respeto. Si algo le parece gracioso cree que se está riendo “de”, en lugar de reírse “con”. Mi hermano tiene un sentido del humor formidable, fantástico. Como cualquiera, transita por muchos estados y uno de ellos es el humor, por supuesto».